Nombre completo: Miguel Ignacio
Torres del Sel
Fecha de nacimiento: 3 de julio
de 1957
Cuando Mauricio Macri le ofreció
ampliar la estructura partidaria del PRO, postularlo a ejercer el cargo de
diputado de la Nación y después gobernar la provincia de Santa Fe, Miguel del
Sel le pidió unos días “para pensar”. Por entonces, su grupo cómico Midachi llevaba más de 6 meses de
cartelera del espectáculo Midachi Circus,
la coronación de una carrera de más de 27 años y 4 millones y medio de
espectadores. Junto a sus compañeros Daddy Brieva y Darío Volpato había
cumplido gran parte de un ideal consensuado: ser “empresario de sí mismo”,
alcanzar la fama, asegurarse una fortuna para sí y para sus hijos y materializar
con creces las ambiciones forjadas en el seno de una familia de ingresos apenas
por encima de la subsistencia. Su proyecto de juventud había sido ser jugador
de fútbol del admirado Club Atlético Unión; finalmente, egresó de un instituto
público con el título de Profesor de Educación Física.
Los lauros teatrales,
cinematográficos y televisivos de Del Sel, así como su personalidad expresiva
de rápida llegada a los sectores bajos y medios, pasaron un test de
calificación desarrollado ciertamente a sus espaldas. Ya había sucedido algo
similar durante la implantación del neoliberalismo en los años 90: para
conquistar el favor de las mayorías masivas se había dado paso a la instalación
de personajes populares en espacios que nunca antes habían ocupado. Así se fue
ubicando en candidaturas de importancia a personajes populares, algunos de los
cuales alcanzaron una notoria permanencia, como el corredor de automóviles
Carlos Alberto Reutemann (dos veces gobernador de Santa Fe y senador nacional
desde 2003) y el cantante Ramón “Palito” Ortega (gobernador de Tucumán, senador
nacional y candidato a vicepresidente de la Nación). Otros, más efímeros,
también lograron cierto apoyo de los electores: es el caso de la locutora y ex
modelo Raquel “Pinky” Satragno (quien estuvo a punto de ganar la intendencia de
La Matanza en 1999), del también cómico folklorista de seudónimo “El Soldado
Chamamé” en la provincia del Chaco y la precandidatura del tropicalero “Ricky”
Maravilla a la intendencia de Salta.
Finalmente, Del Sel dio el sí.
Mauricio Macri lo sumó a la sede Santa Fe de la Fundación Pensar y lo instituyó
en Presidente del PRO en esa jurisdicción. A la vez, lo incluyó en las
prácticas de entrenamiento especializado y le asignó un rol: el de “simple
habitante de este país” que “sólo quiere que a todos les vaya bien”.
Por el abandono de Del Sel, el
grupo Midachi cerró su proyecto millonario. Miguel, a partir de entonces,
inició su catapulta hacia las alturas de la interpelación y el ejercicio del
poder.
En la línea de degradación de la dinámica
institucional disparada por el PRO –que encontraba por entonces un público
ávido de críticas a las prácticas democráticas- los operadores conductistas del
macrismo le instruyeron la confesión de “no saber nada de política”, a fin de
construir aquella imagen de “vecino de a pie” a quien, por sus éxitos
personales, lo habían “venido a buscar”.
“Hay que ser buena gente, debemos
hacer el bien, ser buenas personas, buenos amigos, buena familia. Hay que
ayudar al otro, tenemos que vivir felices. La gente tiene sueños. ¡Qué bien se
vivía antes! Jugábamos a la pelota en la calle, la gente tomaba mate en la
vereda, volvíamos de madrugada a casa y no pasaba nada”. Del Sel apelaba a la
evocación de un pasado hiperbólico en el que, como una Arcadia malograda por
las emisiones contaminantes de la historia, las cosas sencillas de la vida se
habían depredado en la hoguera de la codicia. “No hay que mentirle a la gente,
no hay que robar, no debe haber corrupción”, repetía el candidato Miguel. “Escuchame,
¡cómo puede ser que acá no haya un médico!”, invitaba a pensar, en sintonía con
las manifestaciones de “buen salvaje” que, al mismo tiempo, desgranaban otros
personajes por todos los medios.
Como parte del método de atracción
psicológica que con aplicación de principios de mercadotecnia había elaborado
el publicista rentado Jaime Durán Barba, Del Sel incorporó también los
arquetipos de estigmatización que en especial las clases medias veían con
agrado, por formar parte de un residuo de deuda espiritual que ancestralmente
debieron reprimir. En consecuencia de ello, las propuestas del cómico versaron,
por ejemplo, sobre concientizar a los empleados públicos de que debían
contraerse al trabajo y no “fichar e irse a la peatonal”; que los niños de menores
recursos debían ser inmediatamente educados “para que no roben”; que, si de él
dependiera, “habría reemplazado los planes sociales por trabajo real”; que la
única manera de construir un país es “trabajando y estudiando”; que “el campo
es el gran botín de los gobiernos”; que las cloacas y la provisión de agua son
necesarias para que “los negritos se bañen” y otros estándares mal inscriptos
en el imaginario asalariado y pequeño cuentapropista.
En todo momento, además, desplegaba un estilo campechano y distendido,
que incluía formas groseras e invocaciones rústicas e injuriosas. Quizás estos
aspectos de poco gusto fueran un demérito, un golpe contra el sentir
aspiracional de algunos sectores que aún hoy continúan identificándose con el
macrismo a partir de sus ilusiones de pertenencia. Lo cierto es que, con toda
claridad, Miguel del Sel estaba siendo construido como un apéndice subalterno
de Mauricio Macri: por ello, debía devenir exento del brillo fálico del poder
tradicional, de los atributos de la oligarquía y aun de los modos de
interacción figurados a los que todavía propenden las franjas que se
autoperciben dignas como estrategia de diferenciación. Lo que se procuraba, por
ese entonces, era que los santafesinos obedecieran al que obedece, como una réplica
de los patrones de producción ancestrales heredados de la Gran Inmigración.
Así estructurado el andamiaje
persuasivo y como plataforma de preparación para las elecciones a gobernador
del año 2015, Miguel Del Sel encabezó la lista de candidatos a Diputados
Nacionales de la alianza “Santa Fe nos Une” en los comicios de 2013. Obtuvo el
segundo lugar con el 27,2 % de los sufragios y durante un año y dos meses ocupó
un escaño en la Cámara Baja. Desde allí, fogoneó la polarización del escenario
político, sin abandonar el personaje de “tipo sano” que no impone, sino que
“viene a aprender”.
Cuando renunció a su banca para lidiar
por la gobernación de su provincia, dijo: “Fue una experiencia buena, pero me
di cuenta de que no se podía hacer mucho con una mayoría del oficialismo que
sólo vota leyes del Gobierno. Y que levanta la mano porque así se lo ordenan,
sin debate”. Preguntado acerca de por qué dimitía, si su mandato duraba 4 años,
contestó que “para mí no vale eso de ir con el cinturón de seguridad puesto,
sabiendo que si pierdo sigo viviendo del Estado”.
La misma tónica amigable de
vínculo “hombre común / hombre común” le fue ordenado seguir durante su campaña
proselitista con miras a ocupar la gobernación de Santa Fe. Con el propósito de
ganar el favor de los sectores menos ilustrados, el ex Midachi apeló a la
dotación de una impronta histriónica en todas sus apariciones –otorgando a la edificación
de lo público el mismo cariz de grotesco que imprimía a sus números de vodevil-
y también a aquella formulación de expresiones fuertemente chabacanas. Por entonces,
sus detractores habían relevado un video de promoción filmado dos años antes.
Allí Del Sel concertaba con un grupo de obreros: “Yo les aviso cuando venga la
próxima, y ahí buscan la canchita. Yo pago el asado y comemos”. Uno de los
trabajadores le preguntaba, a continuación: “¿Ponés la parrilla, todo?”. Y
Miguel, entonces, remataba: “Ponela vos, qué querés, que venga con putas,
encima, también”.
Con el apoyo de Mauricio Macri
desde Buenos Aires –a quien el mediático Del Sel promovía, a su vez, desde
Santa Fe- la lista resultó victoriosa en las elecciones primarias de abril de
2015, por poco más de 3.000 votos sobre el Frente Progresista, Cívico y Social
de Miguel Lifschitz. Sin embargo, perdió en las generales frente a la misma fuerza
por tan sólo 1.504 sufragios. El nuevo electorado de Cambiemos apreció
positivamente esta explosiva participación del ex artista de variedades y se
convenció acerca de que la definitiva instalación del “cambio” ya, tan sólo, requeriría
del transcurso del tiempo.
Como parte de la exhibición del
“equipo de gente honesta” que propiciaba Mauricio Macri para “el futuro del
país”, Miguel del Sel fue orgánicamente convocado a la mayoría de las
apariciones del candidato de las clases altas y de la clase media aspiracional.
Del Sel, el “político apolítico”, había estado a un paso de ganarle a la
política.
Una vez en ejercicio del poder
formal, Macri lo designó, sorpresivamente, embajador en la República de Panamá.
También orgánicamente, el cómico aceptó. Sin un minuto de cursada en el
Instituto del Servicio Exterior de la Nación ni versación alguna en diplomacia,
el profesor Del Sel sostuvo, desde el día de su propuesta de nombramiento, que
iría al país centroamericano “a aprender”, una frase que, por entonces, la
totalidad del arco de Cambiemos expresaba en cuanta oportunidad se diera, para
denotar honestidad intelectual. Este mismo relevamiento positivo de la
ignorancia –que, por lo demás, venían adoptando desde hacía décadas quienes a
la postre resultaron votantes del macrismo- fue el escudo que lo dispensó de
formular aclaraciones en abril de 2016, cuando Mauricio Macri y todo su círculo
de influencia aparecieron en la investigación periodística de mayor relevancia
mundial sobre casos de corrupción: los llamados “Panama Papers”.
Por entonces, en su carácter de
embajador, el comediante se hallaba donde el mundo centraba su atención. Los
medios internacionales de prensa le exigieron respuestas acerca de qué actitud
política tomaría Macri, a la luz de las renuncias que por decoro habían elevado
otros involucrados notables como el primer ministro de Islandia, el ministro de
Industria español y toda una ola de funcionarios en decenas de países. Mal
aprendido de su libreto, declaró que el affaire de los Papeles trasuntaba “un
problema entre privados” y que, por ello, no le correspondía realizar ninguna
declaración. Dijo, además, que no había hablado con el presidente “de este
tema”.
Incapaz de sostener la potencia
actoral que requería el andamiaje de falsedades, lealtades a la mentira y criminalidades
complejas sobre el que se desarrollara la máquina macrista, Miguel Del Sel
renunció a su ministerio el 12 de abril de 2017. En una de las mesas de la
también ex actriz Mirtha Legrand se lo vio avejentado, superado por el rol que
había aceptado cubrir y, en especial, consciente de que su participación en la
etapa de afianzamiento del macrismo había terminado. Alegó en esa oportunidad
sufrir depresiones, verse vulnerado por “los ataques de las redes sociales” e,
incluso, haber “perdido plata” en su aventura, algo que los espectadores de
toda extracción estimaron cierto, pues sin solución de continuidad retomó sus
viejos vínculos con la revista y rearmó el exitoso grupo Midachi. Era aquélla
su última hora política.
Como los protagonistas de las
tragedias clásicas, Del Sel parece haber caído en los desequilibrios que genera
la audacia de desafiar lo preordenado por los dioses. Incluso, ya lejos de las
arengas y de los mitines, “la política” a la que quizás jamás debió requerir le
terminó dando una estocada infiel. En septiembre de 2019, la Cámara Nacional
Electoral confirmó su condena a 6 meses de inhabilitación para el ejercicio de
sus derechos políticos. La causa: apenas 5.000 pesos de diferencia en un
balance partidario del año 2012, cuyo origen el artista popular no pudo
justificar.
Así Miguel Del Sel, escapando de
su destino, encontró finalmente su destino. Pagando, incluso, por los que no
pagaron. Algo así como haber sido sorprendido antes de colarse a la platea de
Unión, instado por un nuevo vecino seductor, rico e impune que se divierte
delinquiendo -de ésa y de muchas otras formas- con su banda de alcahuetes.
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