miércoles, 18 de septiembre de 2019

Sección "PARTÍCIPES NECESARIOS" - HOY: Jorge LANATA


     Nombre completo: Jorge Ernesto LANATA
     Fecha de nacimiento: 12 de septiembre de 1960

    
     Jorge Lanata es uno de los periodistas más inteligentes que haya dado la historia de la gráfica, la radio y la televisión de nuestro medio. Su enorme capacidad y talento lo han instituido en uno de los grandes “self-made-men” del ambiente comunicacional, reconocido por su iniciación desde los más inferiores escalones del quehacer informativo. El particular estilo que desgrana en sus apariciones y su impronta crítica, cultural e innovativa lo condujeron al sitial de referente ineludible de los medios masivos locales.

     Lanata, además, es escritor, actor, director de cine, radio y televisión; ha sido también realizador, productor, guionista y editor de video. Intervino con profesionalidad y afán creativo en el progreso de todas las formas de comunicación gráfica y audiovisual. Su nombre es inapartable del concepto de “nuevo periodismo argentino”, nacido hacia fines de los años 80 para identificar el cambio en las formas tradicionales de la comunicación masiva operado después de la última dictadura cívico-militar.

     Sus muy buenas publicaciones –en especial el periódico Página/12, que lo tuvo por fundador y director- ganaron la preferencia de una franja que le ha permanecido fiel durante las últimas cuatro décadas: la clase media con alguna cursada terciaria o universitaria, de consumo cultural aspiracional y criterio más o menos informado.

     Hacia fines del mandato presidencial de Néstor Kirchner, la relación con el Grupo Clarín liderado por Héctor Magnetto inició un proceso de resquebrajamiento definitivo. Las mejoras en las condiciones de vida con posterioridad a la debacle económica del año 2001 y el reflote social del país gracias a la buena administración del santacruceño –que encabezaba, junto con su esposa Cristina Fernández, las preferencias políticas de las clases bajas y medias- habían comenzado a generar una diferenciación esencial entre el poder formal o político y el poder real, representado por la oligarquía histórica, los grupos económicos y el que a la postre sería llamado “partido judicial”.

      La relación entre ambas instancias se fue tensando con el correr de los años y de las conquistas sociales impulsadas por los Kirchner. En el año 2009, durante la primera presidencia de Cristina Fernández, se logró el consenso de diputados y senadores para el dictado de la Ley de Medios Audiovisuales, que recortaría enormemente las facultades de expansión en el mercado de las comunicaciones a las grandes empresas, a través de la prohibición de desarrollar su actividad en todas las categorías de medios a la vez: sea en forma directa, sea bajo la especie de conexiones societarias. A ello se sumaban otras disposiciones de la misma norma que recortaban el ámbito de actuación e influencia de las empresas con posición dominante en el mercado, y las facilidades concedidas para que los pequeños emprendedores y los medios ya instalados en provincias y municipios pudieran desarrollarse, sin las influencias extorsivas de las grandes corporaciones.

     Debe recordarse, además, que desde el año 2007 se había iniciado un proceso de reforma previsional que incluyó el traspaso de todas las cuentas de las viejas Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (sociedades pertenecientes a los grandes bancos y entidades financieras) a un Fondo de Garantía de Sustentabilidad de titularidad del Estado Nacional. Con ello resultaba evidente que el campo nacional y popular se proponía atenuar la influencia de los grandes actores del poder no formal, para favorecer a los sectores más relegados de la sociedad y también a la clase media, que había sido fuertemente castigada por el exterminio económico del año 2001.

     Fue así que los grandes operadores del poder real, una vez que Cristina Fernández fuera reelegida en octubre del año 2011, decidieron iniciar una acción conjunta para recuperar lo que, en su imaginario, siempre fue suyo, y que los Kirchner habían, en su terminología, “incautado”.

   Para entonces, el mundo había cambiado: las hegemonías mundiales ya no imponían dictaduras militares en Latinoamérica. El extremo desarrollo de las comunicaciones y el alcance de las clases populares a las tecnologías tornaron inútil la salida “de facto”: bastaba, ya, tan sólo con persuadir a los votantes a través del aprovechamiento de su estado de degradación cultural y de su consumo habitual de canales de entretenimiento e información corriente.

     La tarea, de inicio, no era sencilla. Argentina también había cambiado desde aquella explosión de diciembre de 2001. La implementación de políticas de satisfacción masiva de necesidades y el desarrollo de un modelo de inclusión social habían generado una clase media que, a contrario de tan sólo una década antes, ya no temía caer en el abismo de la pobreza. En las clases bajas, la articulación de una eficaz asistencia, inserta en aquella impronta inclusiva, había, hasta el momento, mejorado notablemente las condiciones generales de acceso a alimentación, vivienda, educación, vestido, transporte y, en especial, al mejoramiento de las condiciones y pautas legales de trabajo.

     Frente a este panorama, los lauros recogidos durante la vida profesional de Jorge Lanata, unidos a sus facilidades naturales para expresar y a sus especiales condiciones de persuasión, obraron de elementos determinantes para que fuera convocado por el “equipo” de comunicación del partido Propuesta Republicana (PRO), liderado por Mauricio Macri, acollarado en esta empresa con el gerente multimedia Héctor Magnetto, bajo el amparo de los principios científicos del publicista ecuatoriano Jaime Durán Barba.

     Ya cerrado el contrato, a partir de fines del año 2012 el comunicador pasó a constituirse en el principal emisor de contenidos que tuvieron por finalidad poner en práctica la herramienta del poder real para atrapar el poder formal: el desarrollo de una de las campañas de penetración psicológica y sugestión colectiva más fenomenales y exitosas de toda la historia argentina.

     Para ello, Lanata y su troupe de “periodismo de investigación” no repararon en trabas éticas ni en la verdad o falsedad de los mensajes que produjeron, todos fuertemente incriminadores de personas directa o indirectamente involucradas con las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

    Su estrategia principal, alentada por las directivas de persuasión elaboradas en el seno del macrismo, fue una: estimular el cúmulo de antivalores ancestralmente instalado en las clases medias y medias-bajas, para que éstas, gradualmente, comiencen a vincular al kirchnerismo con la perpetración de todos los delitos que dar puedan el Código Penal y las leyes especiales.

     Muy especialmente su programa “Periodismo para Todos” obró de espolón de proa en la tarea de generar con alto grado de verosimilitud imágenes de realidades inexistentes, para torcer el criterio de millones y conducirlos a la percepción de un estado de cosas que favoreciera el desprecio por la entonces presidenta y sus colaboradores. El programa televisivo de los domingos era complementado por las emisiones radiales del periodista, desde la cadena de radiodifusión nacional encabezada por Radio Mitre de Buenos Aires, también del Grupo Clarín. A la vez, otros programas de los multimedios hegemónicos, incluidos los noticieros, replicaban durante la semana las “novedades” informadas por “Periodismo para Todos”, que también eran nota de tapa en los periódicos más leídos por la clase media aspiracional: Clarín y La Nación.

    Esta estructura de difusión de información falsa se desarrolló, además, a través de modos lingüísticos que captaban la atención de los receptores mayoritarios. Del igual manera que en la Alemania de los años 30 se explotaba mediante la “máquina publicitaria” el sustrato antisemita histórico a favor del mesianismo hitleriano, Jorge Lanata disparó en los medios hegemónicos un despliegue inusitado de contenidos de fuerte implicancia emocional. A estos efectos, el esquema de elaboración de mensajes que gobernó toda su actuación fue el siguiente: “El kirchnerismo nos quita el dinero que es nuestro”.

     A partir de esa premisa, cada capítulo de sus intervenciones se dedicó a la estructuración de historias ilusorias que eran inmediatamente creídas especialmente por esa clase media individualista, absolutamente ajena al concepto de justicia social y fuertemente cruzada por ideales discriminatorios.

    De aquel principio general, entonces, fueron desgranándose “casos particulares” exhibidos por el comunicador, que alentaban el sentido delictivo del gobierno de los Kirchner en oposición a la honestidad inclaudicable del “vecino común” o del “ciudadano medio”.

     Por lo demás, las “formas” que asumían esas transmisiones no sólo estimulaban el egoísmo materialista; sino, además, otras diversas manifestaciones de miseria espiritual que durante décadas sus seguidores habían mantenido reprimidas y que ahora encontraban un canal mediático de legitimación. En este sendero, “Periodismo para Todos” no ahorró expresiones materialistas, xenófobas, intolerantes, de desprecio moral hacia los pobres y hacia la pobreza, vindicadoras de la insolidaridad, o que ponían en valor la ignorancia o el sentido común como especies de la sabiduría y del correcto pensar. Además, estos mecanismos de comunicación incluyeron la acentuación de todo aquello que, en la coherencia de ese discurso, atentara contra las metas aspiracionales de sus espectadores adictos.

     Entre otras historias, y con sólo sustento en su capacidad discursiva y su habilidad para construir escenas “creíbles”, Jorge Lanata (cuyo Periodismo para Todos logró picos de más de 30 puntos de rating), consiguió que esos sectores lograran incorporar y vivenciar como verdades incontestables, entre otras, las siguientes:

     . Que un señor llamado Lázaro Báez, “amigo de Néstor y Cristina”, había amasado una fortuna obscena como contratista del Estado, favorecido por las “coimas” que le cobrarían los funcionarios kirchneristas para digitar las licitaciones públicas. A esta acción de enriquecimiento personal se le habría sumado, en el relato lanatista, un sistema de recaudación ilegal encabezado por los Kirchner, que habrían fugado el dinero hacia paraísos fiscales. La narración, que exaltó los ánimos especialmente de los sectores medios, se tituló “La Ruta del Dinero K”.
     Para su difusión, Lanata se valió de falsos testigos y de montajes cinematográficos de cámaras ocultas, andamiaje que sugestionó por completo a sus espectadores. Incluso, logró que la clase media creyera que un millón de dólares de “coima” pesaba un kilo y cien gramos; y que por ello resultaba fácilmente trasladable en bolsos que se cargaban sobre avionetas que nocturnamente partían desde aeropuertos clandestinos hacia sitios desconocidos.

     . Que Cristina Fernández de Kirchner guardaba parte del dinero recaudado en las Islas Seychelles, un paraíso fiscal, al que habría visitado durante la escala forzada de un viaje protocolar, con el solo fin de tomar conocimiento del saldo in situ.

     . Que el matrimonio Kirchner también manejaba una red de prostitución y de elaboración y venta de drogas, dinero que se “blanqueaba” fraguando contratos de alquiler sobrevaluados de sus hoteles en Santa Cruz a pilotos de Aerolíneas Argentinas (con la complicidad de su Director), al mismo Lázaro Báez y a representantes de otras corporaciones, también contratistas corruptos del Estado Nacional.

     . Que los gobiernos kirchneristas descuidaron a propósito la seguridad de las fronteras en el Norte argentino, como medio de facilitar la “Ruta narco”.

      . Que el matrimonio Kirchner había especulado durante la última dictadura cívico-militar con el derecho a la vivienda de ciudadanos afectados por la tristemente célebre “Circular 1050”, que indexaba los créditos hipotecarios. En virtud de ello, Néstor Kirchner y su esposa se habrían quedado, en complicidad con diversos bancos, con decenas de propiedades que hoy forman parte de su fortuna.

     . Que otra parte del dinero de la “corrupción K” se guardaba en una bóveda secreta que por codicia había hecho construir Néstor Kirchner en su casa de El Calafate. Según esa narración, el ex presidente habría tenido por conducta habitual sentarse a mirar los fajos de dólares y las joyas y lingotes de oro allí guardados.

     . Que el dinero también se obtenía de la proliferación de subsidios abultados al cine, al teatro, a la radio y a programas de televisión en canales afines, de los cuales los Kirchner se quedaban con una “comisión”. La clase media llegó a creer, gracias a los oficios de persuasión desplegados por Lanata, que cada panelista del programa “6, 7, 8” de La TV Pública cobraba unos 10.000 dólares de la época por emisión.

     . Que el dinero obtenido de la “corrupción K”, que superaba los 500.000 millones de dólares (“un PBI”), se habría también ENTERRADO EN LA INTEMPERIE PATAGÓNICA. A tal punto quedaron penetradas emocionalmente las clases medias y medias-bajas con esta figuración periodística, que luego de ganar Mauricio Macri las elecciones, un fiscal adicto ordenó llevar RETROEXCAVADORAS a la estepa, con el fin de buscar el dinero así ocultado. Las infructuosas operaciones de esas máquinas se transmitieron en directo por los medios del Grupo Clarín.

     . Que era también posible que parte de ese dinero se encontrara escondido en el Mausoleo de Néstor Kirchner; incluso, dentro del propio cajón, en contacto con el cadáver.

     . Que Cristina Fernández de Kirchner, además, había cometido el delito de traición a la patria al firmar un memorándum con la República Islámica de Irán. Este documento, según el relato, habría tenido por finalidad encubrir los atentados a la Embajada de Israel y a la sede de la AMIA perpetrados entre 1992 y 1994. A cambio, las diversas operaciones de flujo comercial con ese país, más otras dádivas que habría recibido la entonces Presidenta, habrían alimentado la fortuna de la familia.

     . Que, alertada por una denuncia de la que daría cuenta en el Congreso de la Nación el fiscal Alberto Nisman, Cristina Fernández ideó su asesinato, ejecutado por un comando terrorista cubano-kirchnerista-iraní con vinculaciones rusas.

     . Que todos los funcionarios de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner habían incluido ilegalmente a sus parientes en puestos superfluos de la administración pública, con sueldos siderales que “pagamos entre todos”.

   . Que el vicepresidente Amado Boudou había constituido legalmente su domicilio en un médano de la ciudad de San Bernardo y que habría cometido una serie de delitos al amparo de la protección kirchnerista y de su alta magistratura.

     . Que la implementación de planes sociales para personas en situación de vulnerabilidad tenía por finalidad última lograr el favor político de esos sectores marginados, a costa del bienestar y del futuro de aquellos “ciudadanos de a pie” que tendían al bien. En este sentido, se difundió la idea de que mientras los ciudadanos honestos trabajaban de sol a sol para conseguir el sustento, el kirchnerismo le “regalaba cosas” a los sectores indigentes, para fomentar la vagancia clientelar. En esos programas, se informaba el precio de los teléfonos celulares y de las zapatillas arquetípicas que utilizaban esos “kirchneristas adictos”. Además, se relevaba la actitud voluntaria de estos “parásitos sociales”, consistente en esperar a que el gobierno “les regale una casa” y todo lo necesario para vivir “del bolsillo de todos nosotros”, mientras ejercían la delincuencia en el marco de una policía con “las manos atadas” a propósito por el poder político.

     . Que las personas en situación de pobreza extrema veían en los programas de asistencia e inclusión implementados por el kirchnerismo una oportunidad de “embarazarse para cobrar un plan” y “tener hijos para cobrar la Asignación Universal”. Estos “informes” obtuvieron un altísimo grado de penetración sugestiva.

     . Que existían organizaciones de presos que obtenían permisos de salida para “ir a las marchas de Cristina”, con el fin de extorsionar a la oposición y agredir a todo aquel que se manifestara en contra del kirchnerismo.
 
    . Que, en especial, el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández, había sido el autor intelectual de un “triple crimen” en la localidad de General Rodríguez, motivado por cuestiones mafiosas relacionadas con el tráfico ilegal de efedrina que él mismo comandaba. La noticia se difundió en agosto de 2015 y afectó gravemente las posibilidades del candidato, a la vez que favoreció el ascenso de la por entonces vicejefa de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Pocos años después, se reveló que uno de los condenados por ese crimen lo había acusado falsamente.

     . Que el gobernador justicialista de la provincia de Formosa había generado una red de personas pertenecientes a pueblos originarios que operaban como “punteros políticos”. Estos “aborígenes peronistas” obtendrían así ciertos “beneficios” como vivir en casas de material o comer todos los días. En sus emisiones, Lanata eligió exhibir los lugares de mayor pobreza y, con esa información segmentada, logró generar consciencia acerca del carácter perverso del “kirchnerismo de provincia”, que se aprovechaba de la ignorancia y la humildad de miles de “indios” para enriquecerse y perpetuarse en el poder.

     A pesar de que todas estas afirmaciones resultaron desmentidas tiempo después o no resistían, de inicio, un mínimo análisis racional, los espectadores lanatistas mantuvieron las ideas transmitidas por el conductor como ciertas, precisamente porque la manera en que éstas se difundían tocaban desde lo emocional aquel cúmulo de antivalores impreso ancestralmente en sus estructuras. Los simpatizantes de los discursos mendaces de Jorge Lanata asisten aun hoy a sus espectáculos sin la menor vocación crítica.

      Es así que, quizás también impulsados por los “trolls” pagados por el macrismo (un conjunto de operadores informáticos que desde las redes sociales promueven esta misma campaña de penetración psicológica) surgieron grupos de alabanza titulados ridícula, pero eficientemente, “Lanata 2.0”; “Lanata Forever”; “Yo banco a Jorge Lanata”; Lanata 3.0”; “Lanata 2.0 y 3.0”; “Jorge Lanata Fans”; “Yo Custodio a Lanata”; “Jorge Lanata OK”; “Fans Club 2.0 de Jorge Lanata” y otras referencias de computadora personal clasemediera.

     Una vez conseguido el objetivo de que esos sectores aspiracionales votaran a Mauricio Macri y destronaran la hegemonía peronista, trascendió que el conductor había comprado durante esos años un departamento situado en una isla de Miami, valuado en más de dos millones y medio de dólares, noticia que sugería la “venta” de sus servicios al PRO y al Grupo Clarín. Según otra corriente de informaciones, lo habría puesto a la venta a fines de 2018.

     Jorge Lanata recibió, además de réditos económicos, una gran cantidad de premios por su tarea persuasiva. Entre ellos, en una ceremonia realizada en mayo del año 2016 –el primero de la administración macrista y a tan sólo un mes de la divulgación mundial de los “Panama Papers”- el Martín Fierro a la Mejor Labor Periodística por “Periodismo para Todos” durante 2015, a la Mejor Producción Integral, al Mejor Programa Periodístico y, como última validación de su trabajo, el Martín Fierro de Oro 2015.

     Los contenidos generados por el equipo que lideró en esta empresa fueron aportados como prueba en centenas de juicios, iniciados por denuncias efectuadas en su gran mayoría por elementos políticos pertenecientes o cercanos al macrismo. Con el correr de los años, casi todas estas causas derivaron en absoluciones o en dictados de “falta de mérito” suficiente para continuar con el proceso.

  Algún funcionario de la administración kirchnerista demandó a Jorge Lanata, por los daños y perjuicios producidos por las calumnias e injurias vertidas en sus programas de radio y televisión.

     El periodista, en una de sus emisiones, contestó estas denuncias judiciales con una carta abierta a la ya ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Mirando a la cámara en un primer plano sumamente sugestivo, leyó una proclama que impactó fuertemente en el ámbito emocional de un sector absolutamente entregado a sus ficciones y por entero captado en su criterio. Dijo entonces:

     “A mí me avergüenza que haya manejado este país, ante la genuflexión y la cobardía de casi todos. Yo puedo ir a este juicio, puedo ir a mil juicios. También, a lo mejor, algunos me lo ganan. Y me hacen pagar, y pierdo todo… me pueden dejar sin nada. ¿Sabe qué?: yo viví gran parte de mi vida sin nada, y era yo igual.
    Ahora, usted sin nada es sólo una pobre vieja enferma y sola, peleando contra el olvido y arañando desesperadamente un lugar en la historia, que ojalá la juzgue como la mierda que fue
”.

     Y finalizó su alocución con una verdadera profesión de identidad moral. Suya, pero también de cada uno de quienes componen su audiencia:

     “Esto se llama Periodismo para Todos”.

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