jueves, 31 de octubre de 2019

Sección: "PARTÍCIPES NECESARIOS" - HOY: Luis MAJUL

A rastras bajo el ala del que manda
Arrástranse las caras mercenarias
Para ganar dinero con las blandas
Arrastradas morales monetarias.

Arrastrando veladas propagandas
Se arrastra el beneficio a la bancaria
A cambio del arrastre que demandan
Los sueños de una clase imaginaria.

A la venta se arrastra el compromiso
Que a las perdidas almas deshermana
Y arrastra la decencia por el piso.

Habiéndolo tentado la Manzana
Arrastrado ante el líder ojiazul
Rastrea, millonario, Luis Majul.

martes, 29 de octubre de 2019

Jorge TRIACA

     Nombre completo: Jorge Alberto TRIACA
     Alias: “Jorgito”
     Fecha de nacimiento: 30 de marzo de 1974

     El ex ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación es hijo de Jorge Alberto Triaca, un sindicalista (cuyo padre había sido delegado obrero de la industria del plástico) que inició su carrera apadrinado por Augusto Vandor. Luego del asesinato de este último –sindicado por las bases como traidor al movimiento por proponer la construcción de “un peronismo sin Perón”- se cobijó bajo el ala de José Ignacio Rucci, también asesinado. Jorge Alberto Triaca, ministro de trabajo en los años 90 y miembro del Jockey Club, fue interventor de la empresa SOMISA, cargo por el que fue sindicado de aceptar dádivas y vender la empresa a precio vil. En el año 1999 fue condenado en un juicio de reconocimiento de la paternidad y obligado a indemnizar a la peticionante, una niña fruto de la relación clandestina habida con una de sus empleadas. Algunos años antes, como testigo en el juicio seguido a los ex comandantes de las Juntas militares, había negado tener conocimiento sobre la existencia de militantes desaparecidos. A pesar de su filiación nacional y popular sesentista, Jorge Alberto padre fue pieza fundamental en el proceso de privatizaciones iniciado en los años 90 con el fin de adecuar la política económica argentina a las exigencias del neoliberalismo internacional.

     Jorge Triaca “hijo” egresó como licenciado en Ciencias Económicas de la Universidad de San Andrés. Desde los últimos años del siglo ha ido muy lentamente escalando escasos peldaños en una carrera política que parece haber tocado su final, debido a la rápida extinción de la relación de confianza con el “Círculo Rojo” de Mauricio Macri y a que –según alguna encuesta privada- se lo reconoció como “el segundo ministro con peor imagen del país, ubicado sólo detrás de Marcos Peña”.

     Siempre en el segundo pelotón y bajo el liderazgo de ejecutores de mayor fuste, entre 1998 y 2000 coordinó un “Programa de Apoyo Ocupacional para Personas con Discapacidad”, aéreo plan de trabajo que prácticamente no rindió frutos significativos. Luego de la debacle del año 2001, Jorge Triaca ocupó un lugar en la Subsecretaría de Coordinación y Evaluación Presupuestaria, dependiente de la Coordinación de Créditos con Organismos Internacionales.

     Sin embargo, su pertenencia al “think tank” macrista por excelencia, la Fundación Pensar, lo llevó a integrar las listas de diputados del PRO en la ciudad de Buenos Aires, jurisdicción que representó en el Congreso de la Nación desde 2009 hasta 2013. Reelegido en las elecciones de este último año, renunció a su banca para presidir el Ministerio que le ofreciera Mauricio Macri desde el 10 de diciembre de 2015.

     En una de sus primeras declaraciones públicas indicó que los trabajadores gozaban de “muchos beneficios. Con ello se encaramaba, junto con otros cómplices, en la tarea de nueva formulación lingüística tendiente a generar un momento de sugestión entre los adherentes del macrismo, ya por entonces rebajados en su ámbito de intelección por la permanente irradiación comunicacional. En efecto: así como el “cambio” proponía la mutación del “ciudadano” (sujeto amparado por garantías constitucionales) en simple “vecino” (la persona “que vive al lado”), también los “derechos” de los trabajadores –fruto de décadas de luchas y reivindicaciones- pasaban a considerarse, en la nueva lengua aspiracional mercadotécnica, “beneficios”.

     Como concreta consecuencia real de aquellas florituras retóricas, y por orden de Mauricio Macri, se abstuvo de homologar en el año 2016 el acuerdo paritario entre la Asociación Bancaria y los representantes del sector patronal. Por primera vez en la historia argentina y sindical, un órgano administrativo cuya función es velar por la regularidad de los acuerdos entre trabajadores y empleadores rechazaba un acuerdo regular. La cuestión fue en definitiva resuelta por la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, quien impuso al Estado Nacional la obligación de “no interferir”.

     Sobre este miembro del gabinete macrista también cayeron acusaciones de nepotismo. De acuerdo con el diario Perfil, “Triaca se destacó en 2017 por ser el funcionario que más familiares tenía en el Estado. Mariana, una de sus hermanas ocupó un cargo en el Banco Nación. A su vez su pareja, el cuñado de Jorge, Ernesto Martí Reta, fue nombrado en el directorio del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE). Otra hermana del ministro, Lorena, también se desempeñó en el Estado, más precisamente como directora de la Agencia de Inversiones. María Cecilia Loccisano, la mujer de Triaca, fue designada subsecretaria de Coordinación Administrativa del Ministerio de Salud”.

     Este acto de corrupción velada quedó, sin embargo, bajo cierta sombra de ocultación por el acaecimiento de un hecho de importancia singular. La casera de una quinta de fin de semana utilizada por Jorge Triaca y su familia -una señora de nombre Sandra Heredia- había denunciado públicamente hacia fines de 2017 que desde 2012 trabajaba “en negro” para el ministro de Trabajo macrista. Luego de una discusión, Jorge la habría mandado a despedir sin causa a través de su cuñado: la trabajadora, violada en sus derechos, alegó que iría hasta el mismo edificio del Ministerio a reclamar. Días después, por las redes sociales circulaba un archivo de audio “filtrado”, en el que Triaca increpaba a su empleada no inscripta: "¡Sandra no vengas, eh! No vengas porque te voy a mandar a la concha de tu madre. ¡Sos una pelotuda!" Más tarde, el ministro confesó haber sido autor del exabrupto, al que alegó emitido en un contexto de “situación de stress”. Ello no le impidió ofrecer a la trabajadora un empleo en el Sindicato Único de Marinos Unidos, quizás con el fin de comprar su silencio. Con el tiempo trascendió que, por gestiones personales o a efectos de favorecer “recomendados”, Triaca habría procurado más de 200 ingresos al mismo sindicato, con la complicidad de su interventora Gladys González, dirigente del PRO.

     Poco antes de que por decisión del Fondo Monetario Internacional se redujera el número de ministerios y la cartera de Trabajo quedara convertida en una simple secretaría de gobierno, diversos medios no hegemónicos informaron que “Jorgito” habría gestionado un desvío de fondos de la Unión del Personal de Seguridad de la República Argentina (UPSRA), cuestión que le habría valido, además, acusaciones colaterales de extorsión y enriquecimiento ilícito.

     Llevado por la marea de sus designios genéticos, Triaca perdió de propia incapacidad -por el desencaje de inconveniencias que la soberbia genera en los tercerones- el ala protectora del macrismo. No obstante, sumó jalones en el andarivel de hipocresía publicitaria por el que se desenvolvió la comunicación del gobierno liderado por el papá de Antonia, en especial durante los primeros semestres de gestión.

     Escuchado por un público afecto a la mentira consensuada –que encontraba en ella un escenario de validación de su devastación moral- desplegó permanentemente un discurso despreocupado, brotado de falsedades y exento de toda vergüenza, quizás como estrategia ensayada de identificación con la estructura de interacción de sus votantes.

     Hacia mayo de 2018 algún periodista le exhibió un informe del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones que daba cuenta acerca de que, desde la asunción de Macri como presidente de la Nación, existían computados unos 82.400 trabajadores activos menos. Triaca, despojado de todo compromiso con otros estándares que no fueran los de la farsa macrista, dijo, para sugestión y embelesamiento de sus envilecidos: “No se registran despidos masivos en el país”.

     La clase media macrista, maravillada, creía entonces que la alarmante “ola de despidos” constituía, simplemente, un “invento kirchnerista”. Inútil resultó señalar que el propio Triaca había dejado sin empleo a 280 agentes del Ministerio de Trabajo durante las primeras semanas de función. Lejos de alarmarse aun ante el cercano acecho de pérdida de los escasos dos sueldos sobre los que suele sostenerse el andamiaje familiar mediopelo, sus obcecados partidarios abrazaron una recurrente profesión de fe en el “Presi”, uno de cuyos adláteres fue el ministro Jorge. Y así, quizás como emergencia sintomática, dispensados de todo anclaje en el mar de lo racional, se repetían:

     Hay que darle tiempo”.

sábado, 26 de octubre de 2019

Germán GARAVANO

     Nombre completo: Germán Carlos GARAVANO
     Fecha de nacimiento: 23 de octubre de 1969

     Germán Garavano egresó de la carrera de abogacía de la Universidad Católica Argentina en el año 1994. Cursó luego diversas especializaciones en España y en Gran Bretaña. En 1987 inició su carrera en el Poder Judicial de la Nación, en el fuero penal. Más adelante, centró sus esfuerzos en ocupar espacios en la nueva organización autónoma de la Ciudad de Buenos Aires, iniciada con la Constitución local de 1996. Garavano labró por entonces una serie de vinculaciones con estudios jurídicos tradicionales, con miembros de la judicatura nacional y con organizaciones no gubernamentales como el FORES (Foro de Estudios sobre la Administración de Justicia), relacionadas con el ejercicio de la abogacía articulado en coherencia de resultados con los operadores judiciales.

     Dentro del ámbito porteño, fue miembro del Consejo de la Magistratura y juez penal, contravencional y de faltas. Luego pasó al Ministerio Público Fiscal de la jurisdicción, donde fue nombrado Fiscal General, el grado más alto en la jerarquía de ese órgano.

     El 14 de diciembre de 2015, ya ungido Ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, firmó uno de los primeros decretos inconstitucionales de la era Macri: el que designaba como jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación a Carlos Fernando Rosenkrantz (por entonces, abogado del Grupo Clarín) y Horacio Daniel Rosatti, un peronista “no kirchnerista” que había sido intendente de Santa Fe en los años 90. A través de una interpretación que desviaba el espíritu de las normas constitucionales, el mismo decreto contenía en sus considerandos una mención acerca del acuerdo del Senado necesario para designar magistrados del máximo tribunal nacional. “Oportunamente", dice, "se le enviarán los pliegos respectivos de los jueces designados en comisión, los que deberán recibir el correspondiente acuerdo”. Ante algún esbozo de crítica derramado por un sector de pensadores jurídicos de prestigio, Macri retiró los nombramientos. La Cámara de Senadores actuó rápidamente para activar el proceso legal de designación y en el mes de junio de 2016 Rosenkrantz y Rosatti fueron formalmente ingresados como ministros de la Corte.

     Tres años después, Garavano declaró ante la prensa española que la Corte Suprema, así conformada, “es una Corte tan independiente que parece opositora”. Confesaba, conjugaba y naturalizaba, de tal modo, la ilegal irradiación del poder político macrista en la dinámica del Poder Judicial, inaceptable en el marco de la división de poderes propia del sistema republicano de gobierno.

     La segunda acción que promovió Germán Garavano desde la cartera de Justicia fue colaborar en la andanada de presiones institucionales para desplazar a la Procuradora General de la Nación, la doctora Alejandra Gils Carbó. Desde los medios de comunicación macristas se difundió la idea de que Gils Carbó era la “jefa de fiscales kirchneristas”, y que había sido nombrada en esa función para procurar la impunidad de los funcionarios del período 2003-2015. El mismo Macri dijo, en varias oportunidades, que la Procuradora carecía de “autoridad moral” para ocupar el cargo, en plena época de diseminación de mensajes relacionados con una supuesta camarilla de “jueces kirchneristas” que pondrían “palos en la rueda” del “cambio”.

     Mientras tanto, Germán Garavano iba elaborando un proyecto de ley similar a otro puesto en vigencia por Gerardo Morales en Jujuy: la creación de una especie de Ministerio Público Fiscal “paralelo”, con quita de una gran cantidad de funciones al Procurador General de la Nación y limitación de 4 años en el ejercicio del cargo. Afirmó falsamente, además, que la designación que había puesto en funciones a la Procuradora podía ser revocada a través de un simple decreto presidencial, pero que Macri no obraría de ese modo porque estaba empeñado en “respetar las instituciones”.

     Gils Carbó, durante todo el proceso, soportó un verdadero alud mediático plagado de falsas imputaciones y la creciente consideración negativa de una población captada en su capacidad de comprender e inteligir, que la sindicaba como parte del publicitado “robo” de los Kirchner. Luego de que Cambiemos ganara las elecciones de medio término de 2017 con una mayoría ampliada respecto de los comicios de 2015, Alejandra Gils Carbó renunció a su ministerio. Su reemplazante fue Inés Weinberg de Roca, una ex jueza de Cámara en la ciudad de Buenos Aires que había sido nombrada por el propio Macri –cuando era Jefe de Gobierno- en el Tribunal Superior de Justicia porteño. Hasta la jura de Weinberg, el cargo fue interinamente ocupado por Eduardo Casal, sindicado desde principios de 2019 como “retrasador” del proceso disciplinario seguido contra el fiscal Carlos Stornelli, quien no se presentara jamás a prestar declaración indagatoria por casos de extorsión a falsos imputados frente al juez Alejo Ramos Padilla.

     En conexión con la vocación de apremio institucional que el macrismo encarnara en la figura de la ministra de seguridad Patricia Bullrich, Garavano participó en la elaboración de un proyecto de ley que reducía la edad de imputabilidad de los menores de 16 a 15 años (contra una idea inicial de fijarla en 14). La justificación esbozada ante la prensa –plagada de preconceptos, eufemismos y concepciones deterministas- fue la siguiente: “Hoy, un joven de 18 años que comete un delito probablemente haya comenzado a delinquir desde muy joven, pero recién tiene su primer contacto con el Estado cuando va preso a una cárcel de mayores. Si se lo acompaña antes, tal vez eso se pueda evitar”.

     La idea, que a fin de cuentas no se implementó, buscaba canalizar políticamente el ideario viciado de su base electoral, partidario de la pena de muerte y de la exposición de menores de sectores relegados a un sistema penal exento de toda garantía de preservación de la dignidad humana. No obstante este aparente fracaso, Garavano cumplió su rol de ejecutor de las órdenes publicitarias que le fueron impuestas, relacionadas con la construcción y difusión del discurso punitivista afín al decálogo inmoral de sus adherentes.

     En tren de atender a las demandas fundadas en la desviación conductual y ética de una población mayoritariamente exenta de cultura social, Garavano alentó, además, la aplicación del llamado “Protocolo de uso de armas de fuego” para las fuerzas de seguridad redactado desde la cartera al mando de Patricia Bullrich. Durante la presentación de un proyecto titulado “Justicia 2020”, en la que se exhibió junto a Mauricio Macri, sostuvo que la permisión de disparar al cuerpo del presunto delincuente ante situaciones de extrema percepción subjetiva como el “peligro inminente” respondía a una necesidad que nada tenía que ver con la concepción de “mano dura”, sino con la idea de “mano justa”. De este modo, una vez más, la eficiente construcción del discurso por parte de los asesores en mercadotecnia contratados –a esa altura, con dinero público- dio buenos resultados entre la mayoría, deseosa en sus imposibilidades éticas de proponer y aceptar soluciones racionales al problema global de la delincuencia.

     Con el correr de los semestres, Garavano fue intensificando los apoyos explícitos a las construcciones lingüísticas de fuerte impronta emocional y anclaje en antivalores, propias de los modos de transmisión exhortativa del macrismo. En esta dirección, saludó desde las redes sociales a su nuevo “colega” en el ministerio de justicia de Brasil, el ex juez Sergio Moro, quien poco tiempo antes decidiera con evidente apartamiento del derecho la prisión de Luiz Inácio “Lula” Da Silva. El 17 de abril de 2018 envió condolencias en su carácter de Ministro de Justicia y Derechos Humanos, a través de la publicación de un aviso fúnebre en el diario La Nación, a los familiares del represor Carlos Bernardo Chasseing, gobernador de Córdoba durante la dictadura y encargado de la “disposición final” de cadáveres aportados por fuerzas de seguridad en esa jurisdicción.

     Coincidentemente, mantuvo reuniones tanto con abogados de los operadores de la última dictadura cívico-militar condenados por delitos de lesa humanidad como con Cecilia Pando, activista a favor de la liberación de genocidas. Desde ese lugar, y también con apoyo comunicacional masivo, se elaboró la idea de que los reos que se encontraban cumpliendo penas de reclusión perpetua por genocidio fueran considerados “presos políticos”. La coyuntura internacional no habilitaba la recepción favorable de las peticiones de indulto presidencial o morigeración de condenas; sin embargo, muchos de ellos fueron beneficiados, luego de estos encuentros, con fijaciones de prisiones domiciliarias. Tampoco se accionó cuando esos beneficiarios incumplieron las condiciones de alojamiento en sus hogares o salieron de él sin autorización.

     El ministro apoyó las conductas ilegales de Gendarmería Nacional en los sucesos que derivaron en el asesinato de Santiago Maldonado, como así también las negativas posteriores a brindar el paradero del joven muerto por agentes del Estado. En momentos en que desde los medios de comunicación adictos se difundía la locución “terrorismo mapuche” en cualquier contexto, Garavano reforzó la noción de que aquellos pueblos originarios estaban conformados por “gente violenta”. Estimó por entonces que las críticas al accionar delictivo de los uniformados constituían “voces que ponen en peligro el Estado de Derecho”, imagen que resultaba concordante con la consciencia mayoritaria de incorporar la violencia al desempeño institucional.

     Por su eventual participación en los hechos que condujeron a la muerte de Maldonado, Garavano, igual que Patricia Bullrich y Mauricio Macri, podría afrontar una pena de prisión perpetua, según establece el artículo 142 ter del Código Penal de la Nación.

     Germán es también mentor de una reforma del Código Civil y Comercial redactado durante la segunda Presidencia de Cristina Fernández, al que pretende derogar por razones extrajurídicas. También ha prohijado una modificación integral del sistema de jubilaciones y pensiones a través de la elaboración de un Código de la Seguridad Social, tarea demandada por el Fondo Monetario Internacional para la que se ha convocado a un grupo de especialistas vinculados con el programa económico que se intentara imponer durante el período 1976-1983.

     Junto con Daniel Angelici –presidente de Boca Juniors y vicepresidente del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal- habría operado e influido en la remoción de diversos funcionarios judiciales que, en regular ejercicio de sus competencias, dictaron resoluciones que no se avenían con la orientación antigarantista y cercenatoria de derechos del macrismo. Entre éstos, se encuentran el fiscal Juan Pedro Zoni (quien solicitara medidas tendientes a esclarecer la participación de Mauricio Macri en la llamada “causa Correo Argentino”); el fiscal Hernán Schapiro (quien intervino en la investigación de falsos aportantes y lavado de dinero durante las campañas de Cambiemos en 2015 y 2017); el juez Luis Arias (quien falló a favor de docentes a quienes se les descontaban días de paro, además de dictar cautelares contra el aumento desmedido de tarifas de luz y gas); la acción revanchista contra los jueces Jorge Ballestero, Norberto Oyarbide y Eduardo Farah (quienes habían investigado a Macri en causas por escuchas ilegales); el fiscal Gabriel de Vedia (quien denunció al titular de la ANSeS por acciones de vaciamiento del Fondo de Garantía de Sustentabilidad para provecho de empresarios del entorno presidencial) y otros funcionarios menores. En la llamada “causa AMIA” fue acusado, también, de “entorpecer la tarea de la querella tratando de buscar algún favoritismo para alguno de los acusados”.

     Inició, además, una campaña de notificaciones a jueces que habían cumplido los 75 años de edad, con el fin de instarlos a renunciar y colocar en su lugar magistrados afines al macrismo. Lo mismo sucedió respecto de la jueza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Elena Highton de Nolasco, quien debió presentar una acción de amparo para permanecer en su cargo.

     En julio de 2017, solicitó al Senado de la Nación que se retirara el pliego del Dr. Alan Iud como aspirante a Fiscal, luego de que éste ingresara en el Orden de Mérito respectivo tras la sustanciación de un concurso público. El fundamento encubierto habría sido su desempeño como abogado asesor de la agrupación Abuelas de Plaza de Mayo.

     Un mes antes, Garavano había mandado reprimir una protesta efectuada en la ex Escuela de Mecánica de la Armada, cuyo personal de limpieza se manifestó durante un acto oficial en reclamo de mejores salarios y condiciones de trabajo. En aquella oportunidad, funcionarios del ministerio fueron registrados en videograbaciones apostrofando a los trabajadores de “mogólicos”, “negros de mierda” y “villeros”.

     Afanado en la tarea de generar resultados emocionales en un público deseoso de experimentarlos, Germán Garavano fue a lo largo de su gestión desgranando frases afines a los preconceptos de sus receptores; y así declaró que "Zaffaroni debería dejar su cargo en la Corte Internacional de Derechos Humanos y dedicarse a la militancia"; que en la investigación sobre los hechos que derivaron en el asesinato de Santiago Maldonado hubo “agresores que siempre se resistieron con piedras a que se lleven adelante rastrillajes” para encontrar el cuerpo ocultado por los propios homicidas; que el asunto había tomado una “extrema politización en un escenario electoral” (letra que fuera repetida por los partidarios macristas de todo el país); que "debería haber un repudio de la comunidad a lo que hicieron algunos gremios docentes" (esto es, enseñar sobre el caso Maldonado en las aulas) y otras del mismo tenor. A su turno, se manifestó “respetuoso del debido proceso” en las farsas judiciales que tuvieron como consecuencia liminar el encarcelamiento de opositores políticos como Milagro Sala, Amado Boudou, Julio De Vido, Luis D’Elía, Carlos Zannini y otras figuras centrales del kirchnerismo.

     Garavano firmó todos y cada uno de los Decretos de Necesidad y Urgencia inconstitucionales que elaborara el “equipo” de Mauricio Macri; incluido el de “extinción de dominio”, que vulnera garantías constitucionales, asegura penas de índole patrimonial sin proceso previo y legisla –sin competencia para ello- sobre ámbitos propios del derecho procesal civil.

     A pesar de constituirse voluntariamente en un acatador incondicional y ejecutor del plan macrista de devastación republicana, por alguna razón la diputada adicta Elisa “Lilita” Carrió se disgustó con él. Un día, el ícono político de la clase media porteña sostuvo que Garavano no tenía la menor idea acerca de la dimensión de las causas que debe tratar como ministro de la Nación. La acometida llegó, inexplicablemente, hasta la solicitud de juicio político, lo que provocó estupor en todo el llamado “arco Cambiemos”.

     Respecto de la intencionalidad con la que Garavano habría obrado en cumplimiento de las directivas impartidas por Mauricio Macri, Carrió opinó:

No digo que sea malo, pero ser imbécil también es un error”.

     Quizás, y aun desde la evidente insania, Lilita lo estuviera protegiendo.