sábado, 14 de diciembre de 2019

Sección "PARTÍCIPES NECESARIOS" - HOY: Los TROLLS

     Al igual que la policía y las llamadas “fuerzas de seguridad”, los trolls fueron ejecutores –antes, durante y después de la presidencia de Mauricio Macri- de órdenes inmorales que coadyuvaron a la conformación de un Estado de Violencia necesario para imponer la dinámica neoliberal de exclusión.

     Si a los agentes armados se les ordenó vulnerar todo apego por la dignidad y quitar de cauce la vocación por la agresión que edifica el psiquismo de sus miembros -contenida y legitimada por la estructura institucional- a los trolls se les encomendó la tarea de mantener en plano de vigencia y resalte la coacción discursiva y la violación de todo criterio de paz.

     Conocedores de su público, los integrantes del equipo de difusión de los antiprincipios macristas –quizás con el dinero proveniente de los sectores del poder real, afectados por las políticas de redistribución implementadas desde el año 2003- organizaron y entrenaron grupos de “operadores informáticos” con especiales tendencias conductuales a la desintegración relacional, a fin de que instalaran en las redes sociales espacios de naturalización de contenidos que habían permanecido reprimidos durante décadas en un sector mayoritario de la población y que la impronta del “cambio” ubicaba en un plano de legitimación.

     Encaramados a este proyecto de puesta en valor de las miserias espirituales que conforman la esencia de millones, mantenidas en reserva a favor de ciertos estándares de convivencia ya estresados, los trolls se escudaron en una idea distorsionada de la libertad de expresión para reflotar aquellos residuos éticos con que la clase media mayoritaria venía intoxicándose por generaciones. Sabedora de que esta sequedad de honra cruzaba al total del público al que se dirigía, la voluntad presidencial –impregnada de las transgresiones ilegales propias del ser empresarial admirado por sus adherentes- aceptó y promovió la formulación de cientos de miles de manifestaciones racistas, xenófobas, de desprecio hacia los marginados, de muerte a los excluidos, de aplicación de pena capital a niños en estado de exposición al sistema penal, de multiplicación obscena de los favorecimientos injustos a los que más tienen, de demolición a través del insulto; pero también de apoyo, puesta en bien y aliento a cada una de las infracciones a la ley material cometidas por los funcionarios y autoridades del macrismo.

     El grupo de trabajadores en redes, rentado también con el aporte de fondos públicos, fue permanentemente sometido a un “coacheo” idóneo fundado en lineamientos de la llamada “neurociencia”, una especie de disciplina relevada por el mercadeo que genera enunciados tendientes a la determinación de conductas. Su trabajo, junto con el del resto de los operadores actuantes en los medios masivos de comunicación, aportó una enorme influencia en la generación de posverdad”: expresiones, descripciones, noticias, justificaciones o explicaciones todas teñidas de falsedad, pero que finalmente resultan percibidas como ciertas por los destinatarios, dado el seguimiento de una coherencia interna del discurso que dota a las enormidades transmitidas de rasgos de verosimilitud.

     Los principios que sustentan la tarea de los trolls reconocen, además de las formulaciones médicas-psiquiátricas, una experiencia histórica exitosa: la acción propagandística hitleriana, liderada por el genio publicitario de Joseph Goebbels.

     En esta dirección, la red Twitter resultó la más idónea para concretar el propósito de difusión de odio y acentuación de la grieta bajo la forma de emisión de mensajes cortos, de fácil lectura y de gran poder de penetración. Las “campañas” desplegadas por quienes tuvieron a su cargo la toma de decisiones en la “máquina troll” aprovecharon el servicio permanente de exhibición de las expresiones o palabras más utilizadas en el entorno “tuitero” (llamadas "trending topics") para instalar supuestas ideas-fuerza de un aparente consenso intencionalmente creado y distorsionado. La complicidad de la empresa llegó, además, al extremo de silenciar las voces disidentes o cerrar sus cuentas, brindar datos acerca de quienes se manifestaron en contra de las acciones del macrismo –con el fin de que sean policial, institucional, laboral o físicamente perseguidos- y aun vender al ámbito del poder real servicios amigables con los objetivos de generación de un estado de sugestión emocional colectivo. Entre estos últimos, se encuentran la invisibilización de hashtags que expresaban algún contradiscurso, la provisión de íconos de impacto visual para facilitar la explosión masiva de “tweets” y la manipulación de frases frecuentes, al fin de forzar la llegada al "Top 10" de esa lista de locuciones o palabras que convenían al gobierno-cliente, sin contar con la cantidad suficiente de mensajes en los que se las incluyera. Así pasó con “#DevuelvanloRobado”, “#LaQueremosPresa”, "YoVotoMM" y muchísimos otros.

     La repetición de mentiras y la desviación emocional de los destinatarios no pudieron realizarse, sin embargo, sin que en el ejercicio de su labor los operadores informáticos cometieran delitos, cuya impunidad vino garantizada por los propios estamentos del poder formal. Algunos de los quiebres a la ley penal perpetrados por estos empleados públicos emergieron como calumnias (art. 109 del Cód. Pen.), injurias (art. 110), calumnias o injurias cometidas por medio de la prensa (art. 114), calumnias o injurias cometidas por funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones (art. 117 bis, inc. 4º), amenazas simples (art. 149 bis, primer párrafo), amenazas agravadas por anonimato (art. 149 bis, primer párrafo in fine), amenazas coactivas (art. 149 bis, último párrafo), amenazas coactivas agravadas por anonimato (art. 149 ter, inc. 1) o por el propósito de compeler a una persona a hacer abandono del país, de una provincia o de los lugares de su residencia habitual o de trabajo (art. 149 ter, inc. 2, subinc. b); violación de secretos o de la privacidad (art. 153) agravada por tratarse de “carta, escrito, despacho o comunicación electrónica (art. 153, tercer párrafo) o por su comisión por funcionario público (art. 153, último párrafo); violación de correspondencia (art. 154), acceso indebido a bancos de datos personales (art. 157 bis, inc. 1) agravados por su comisión por empleado público (art. 157 bis, último párrafo), turbación amenazante de la libertad de reunión (art. 160); instigación a cometer delitos (art. 209), asociación ilícita (art. 210), asociación ilícita agravada por poner en peligro la vigencia de la Constitución Nacional (art. 210 bis) o recibir apoyo de funcionario público (art. 210 bis, inciso h); intimidación pública (art. 211), incitación a la violencia colectiva (art. 212), apología del crimen (art. 213), coerción ideológica (art. 213 bis), atentado contra el orden constitucional y la vida democrática a través de amenazas (art. 226 bis), participación en organización o realización de propaganda basada en ideas o teorías de superioridad de una raza o de un grupo de personas de determinada religión, origen étnico o color, que tienen por objeto la justificación o promoción de la discriminación racial o religiosa en cualquier forma (art. 3º de la Ley 23.592, primer párrafo), acciones de persecución u odio por causa de raza, religión, nacionalidad o ideas políticas (art. 3º de la Ley 23.592, último párrafo) y muchos otros, además de contravenciones como el hostigamiento o la discriminación simple.

     Estas figuras penales (sólo enumeradas a título enunciativo) han sido cubiertas por los trolls bajo toda forma de participación criminal, sea como autores, partícipes primarios, partícipes secundarios (arts. 45 y 46 del Cód. Pen.) o en su carácter de autores de instigación (como ya se advirtiera) o de tentativa (art. 42).

     Su acción contribuyó, además, a la fractura del principio de realidad en una apabullante cantidad de votantes del cambio, muy fuertemente condicionados en sus posibilidades de intelección por la intensidad de las invectivas de sugestión desplegadas por el marco operacional del macrismo.

     Esta escisión esquizoide se vio vigorosamente manifestada hacia el final de la campaña de reelección de 2019, momento en el cual, a nivel experimental y quizás como si se tratara de una subestimación lúdica degenerativa, el gobierno macrista probó la implementación de una audaz vuelta de tuerca del sistema de manipulación de criterios: inundó la red Twitter con mensajes absolutamente dislocados desde lo semántico, en la plena seguridad de que sus seguidores, de todos modos, los incorporarían desde lo emocional. Así, usuarios inexistentes creados por robots virtuales pagados a centrales quizás norteamericanas para emitir renglonadas breves, elaboraron en forma automática locuciones gramaticalmente insanas, pero de enorme influencia entre los afectados a quienes iban dirigidas, tales como “¡Siéntete libre de Mauricio, no te relajes!”, “Caricias significativas provenientes de Hurlingham!” o alguna pretensión de dato duro psiquiátricamente condicionado, como el texto de la falsa “tuitera” Lavonne Smithorsmith, quien puso en conocimiento de una audiencia desquiciada que “Macri tomó posesión de una nueva victoria política por el momento. A medida que el acuerdo entra en una fase burocrática en el comercio UE”.

     Los trolls configuran, además, otra de las instancias que pusieron a prueba la capacidad de hipocresía del macrista doloso, en especial el perteneciente a la clase media que había logrado “informatizarse” durante los años de administración de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Y ello así, porque las evidencias de comportamiento parecieran indicar que esa clase media “del cambio” –a salvo, quizás, de la más racionalmente deteriorada- sabía perfectamente que cada intervención de los trolls importaba una mentira, un delito, un apoyo a la delincuencia oficial o un intento consagrado de instalación emocional.

     La “pata troll”, sufrida o consensuada, fue una de las principales armas de control social, generación de terror y ejecución efectiva de penetración frenopática durante el gobierno de Mauricio Macri.

     Si preguntáramos a cualquier macrista usuario de redes sociales qué cosa es un troll, quizás su ignorancia le imponga reconocer que no tiene la menor idea. No obstante, también es posible que realmente sepa –y en virtud de la miseria de su condición se rehúse a confesarlo- que se trata de delincuentes pagados por el Estado amarillo, reunidos en oficinas públicas al mando nada menos que de Marcos Peña, el otrora Jefe de Gabinete del ex presidente de Boca, y cuya función es la de imponer la mentira, el miedo, la violencia y la desintegración del tejido social a través de una acción incesante de exposición penalmente relevante.

     En cualquier caso, pareciera que la impronta contaminante de los trolls se ha instalado de una vez y para siempre y forma parte ya de las deficiencias constitutivas que nos instauran como Nación. Encontrándose el poder real del lado tóxico del debate social, es dable esperar que estos intoxicadores no sean removidos. Al contrario: muy probablemente, si nadie los identifica, juzga y condena, este ejército de psicópatas contratados por perversos continúe manipulando el criterio exterminado de quienes han elegido voluntariamente patologizarse; y alguna decisiva influencia ejercerán, también, en la horadación racional de miles de internautas desprevenidos o que no saben que son venales.

     Ahora bien: aunque pese a cualquier persona realmente honesta, es cierto que los trolls han efectuado un aporte de fundamental valor para las generaciones venideras. La concienzuda labor de estos vejadores dejó para siempre un legado de indudable apreciación que permitirá el estudio veraz, científico y definitivo del Período de los Globos.

     Es que en el Boletín Oficial y en los trolls el macrismo ha mostrado su verdad más desnuda, hablando allí sin la menor vocación de maquillaje.

     Abrevando de esas decadencias documentadas, la Historia tendrá de dónde obtener los datos que permitan reconstruir y narrar, libre de toda influencia mórbida, las influencias, disparates, violencias, mentiras y sugestiones que provocaron esta urgente necesidad de reeducación generacional.

martes, 3 de diciembre de 2019

Sección "PARTÍCIPES NECESARIOS" - HOY: "Baby" ETCHECOPAR


     Nombre completo: Ángel Pedro Etchecopar
     Alias: Baby
     Fecha de nacimiento: 16 de febrero de 1953

     No importa de dónde vino. Abyecto en todas las formas que no generen deber de pagar con prisión, Etchecopar compendia la resaca espiritual de todos y cada uno de sus seguidores, aun de aquellos que sólo aprecian su perfil de bufón o la mera ostentación de su silueta de gondolero venal entre las múltiples variantes de la miseria.

     Al plan fronterizo con la criminalidad de su discurso de execración, Baby aporta un talento singular de empatía con lo negro, lo infame, la ruindad de las aspiraciones totalitarias y de exterminio que todo mediocre significativo comulga. Juega, como los infelices de descarte, con la adopción pretendidamente sabia de una neutralidad que por motivos de calle vincula con la razón, y que le habilita el ejercicio de una crítica tan sólo ilustrada con los desperdicios del día a día. Por eso, sus adictos más frecuentes son también los más iletrados.

     Baby Etchecopar despliega una profesión de desprecio discriminatorio por causa de todas las categorías aludidas en cualquier tratado de derechos humanos elementales: nacionalidad, raza, color, sexo, orientación sexual, profesión, nivel educativo, patrimonio, religión, idea o militancia política. En el desempeño de su misión lamentable de agitación emocional relajante, cree encontrarse amparado por el principio de libre de expresión, única garantía constitucional que en su ideario desmadrado entiende vigente, aunque sólo respecto de él y de sus adláteres y cómplices.

     La parte más cultural y éticamente deteriorada de la población lo admira porque, alguna vez, se ha tiroteado con tres delincuentes dentro de su propia casa. Para mayores glorias carcelarias, en ese episodio mató a uno de sus atacantes e hirió gravemente a otro. Desde entonces, el lumpen intelectual le ha asignado la cucarda simbólica y patronal de su ideal repulsivo de sociedad policíaca, fuertemente asociada a la idea de violencia institucional y de aplicación irrestricta de la pena capital, incluso a niños expuestos al sistema penal y por delitos de cualquier índole.

     Si bien en dos o tres evacuaciones de sus deyecciones televisivas y radiales Etchecopar ha jugado a denostar algún aspecto del gobierno de Mauricio Macri –apelando con histrionismo rentado a aquella medianía imparcial de corte vulgar- en general ha sido contratado para acentuar la grieta a través de la comisión de diversos delitos por medio de la prensa, a cuya perpetración no presta el menor reparo represivo ni la más mínima formulación moral. En este sentido, les ha llenado la cabeza a aquellos que previamente se la vaciaron de libre voluntad, con estándares penitenciarios cada vez más descendentes, postulando modelos que –la historia lo enseña- sólo conducen a la devastación material y subjetiva de cualquier estructura de relaciones.

     Como un vendedor de porquerías entronizado en las falsedades de un prestigio autopercibido, lucra con las derivaciones y las posibilidades de una podredumbre ancestral que vive entre nosotros, enquistada en el decálogo de distorsión migratoria y comulgada por un residuo de desventura cultural que le aplaude y valida sus delirios injuriantes.

     En otros contextos, estos desquicios guionados eran seguidos por siete locos que se creyeron iniciados; algún tiempo después, se sumaron otros que gozaban burlándose de sus imprecaciones de insania comunicacional. Más adelante, la clase media dolosamente degradada, enfermado su criterio por los manejos efectivos del packaging mediático y emotivo, comenzó a incorporarlo como a aquellos insalubres pintorescos que tienen algo de razón. Con el correr del tiempo, se hizo de toda evidencia que el aparato difusor de Mauricio Macri debía considerarlo como elemento útil a sus pretensiones de envenenamiento: Baby, cada vez más, fue dejando fuera toda posibilidad de censura y actuó onerosamente con la simpleza ponzoñosa de los animales más rudimentarios, y también con su mismo umbral desatado de agresión.

     Escudado por la venia espuria de las estructuras corporativas, se enoja cuando alguna crítica vincula su elaboración discursiva con el neonazismo, único molde en el que parecieran encuadrarse sus invectivas desvergonzadas, puestas en acto contra todo aquello que importe un disenso con el ideal impracticable de base racial que sus influenciados festejan.

     Diez renglones textuales de los diarios dislates de exclusión por los que cobra bastarían para sospechar la saña con que su enfermedad se manifiesta, las derivaciones dañosas de su accionar irresponsable. Sin embargo, cualquier directiva decente impide constituirse en vía de reproducción y difusión de ninguno de sus excrementos, verdaderos cantos de sirena hábiles para desviar cualquier paso poco convencido por la senda del bien. Con que Macri los haya pagado, tenemos el tenor de su contenido.

     Baste saber que, recostado en el halago interesado y en la ignominia ignorante de sus seguidores, quizás Baby Etchecopar haya tenido pereza de conocer la suerte de Julius Streicher, director del periódico de odio El Asaltante durante el período hitleriano y condenado en Nüremberg a la horca. A Streicher, juzgado por la Dignidad, tampoco le bastaron sus protestas de libre expresión: el Tribunal justipreció que la diseminación distorsiva de sus tentaciones de exterminio llevaban dentro de sí la misma reprochabilidad que la que cabía a los ejecutores mismos.

     Probablemente Baby, El Ángel de la Basura, reciba de la posteridad el desprecio que corresponde a su decisión voluntaria y plenamente consciente de difundir, sea por el numerario que le abonara la degeneración institucional, sea por el impulso hospitalario de sus convicciones envilecidas, el ideal de supremacía prohibido por la virtud más rudimentaria.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Rabino BERGMAN

     Nombre completo: Sergio Alejandro BERGMAN
     Fecha de nacimiento: 23 de enero de 1962

     El Rabino Sergio Bergman, farmacéutico e intelectual del judaísmo, comenzó a ser favorablemente apreciado por la clase media aspiracional durante los picos de vociferación punitivista posteriores a su recuperación económica, acaecida a partir del gobierno de Néstor Carlos Kirchner. En aquellas oportunidades, se plegó al pedido de “mayor seguridad” de los barrios altos del conurbano bonaerense, junto al falso ingeniero Juan Carlos Blumberg, quien por entonces, luego del secuestro y muerte de su hijo, había conseguido una reforma inconstitucional del Código Penal. A tal punto se exhibió Bergman con el usurpador de títulos en la cruzada de aliento al asesinato privado de delincuentes, que no faltaron quienes lo calificaron como “el rabino de Blumberg”.

     Este ritmo de exposición -en sintonía con los antivalores comulgados por amplios sectores- se constituyó en faro de atención para la búsqueda de cuadros por parte del macrismo. Fuertemente decidido a recuperarse del traspié electoral de 2003, Mauricio Macri envió emisarios a negociar alguna postulación para incorporar el capital humano que había recogido el religioso con su discurso de castigo. Sin embargo, el rabino decidió testear su real impronta de influencia formando una agrupación llamada “Partido Blanco de la Ciudad”, un espacio decididamente antikirchnerista organizado para captar votos que, en un escenario de balotaje, se inclinaran a favor de lo que ya por entonces se propiciaba como un “cambio”.

     Bergman, no obstante, terminó aceptando la propuesta de Macri de liderar la lista para legisladores porteños durante ese mismo 2011. Junto con la reelección de Mauricio en la Jefatura de Gobierno de la ciudad, el religioso fue escogido como primer sacerdote que integraría el cuerpo legislativo de la jurisdicción. Allí formó parte de la Comisión de Ecología, desde donde propició proyectos de “movilidad sustentable” y tratamiento oneroso de escombros y residuos.

     Dos años más tarde, su pertenencia ya inseparable al partido amarillo y la continuidad de las propuestas mediáticas a favor de un Estado de Seguridad reforzaron la idea del macrismo de incorporarlo definitivamente a sus filas –en carácter de adalid de la represión- y fue, entonces, listado en primer lugar para diputado nacional por el PRO. El rabino asumió su nuevo cargo en diciembre de 2013. Desde entonces, como parte del plan de futuro gobierno de Mauricio Macri, se encargó de hacer elaborar y presentar diversos proyectos relacionados con la naturaleza, tales como el aumento de “multas ambientales”, la promoción del uso de la bicicleta, la protección de diversas áreas marinas, un proyecto de “tenencia responsable de animales” (que incluía la creación de un registro y la posibilidad del secuestro municipal de mascotas sin dueño) y, muy especialmente –como conducta orgánica- el rechazo al Memorándum de Entendimiento con Irán fomentado por Cristina Fernández para el esclarecimiento de los atentados contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y la sede de la AMIA.

     Durante este trayecto, Bergman procuró no “entregar” el cúmulo de seguidores a favor de la construcción política de Cambiemos, cuidando su impronta de personalidad “invitada” con predicamento propio, aunque coincidente con los lineamientos macristas.

     Esta característica le procuró las facilidades de concreción de una misión pour la galerie consistente en beneficiar (incluso, desde la ocultación) las aspiraciones y la codicia de los sectores de producción primaria, que veían en la preservación de espacios naturales un obstáculo para el desarrollo de su plan económico y su tradición de asentamiento.

     En efecto: con el advenimiento de Macri a la presidencia de la Nación, el rabino fue ungido Ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, con el encargo exhibido de, precisamente, cumplir uno de los objetivos mercadotécnicos voceados durante la campaña de sugestión colectiva: “cuidar la naturaleza y el medio ambiente”.

     Sin embargo, durante sus cuatro años de ejercicio, Bergman ostentó una inhabilidad ostensible para desempeñar su cargo. Prueba de ello es su impericia notoria en la evitación o sofocamiento de los enormes incendios que se produjeron, desde el inicio mismo de su ministerio, en diversos puntos del país. Las Sierras Cordobesas, extensos sectores de Catamarca, el Parque Nacional Los Alerces, las proximidades del Lago Puelo y otros focos fueron devastados por el fuego y, a la vez, ganados para el campo.

     Pero fue en La Pampa, un ámbito de tradición peronista, donde más se pudo apreciar la dejadez de Bergman evidenciada al afrontar su responsabilidad liminar de preservación. Entre 2017 y enero de 2018, la provincia perdió por incendios naturales más de 1.100.000 hectáreas, cifra que representa, aproximadamente, el 10 % de su territorio. El fuego alcanzó a cruzar las fronteras con Río Negro y Buenos Aires y afectó, allí, otras 300.000 hectáreas. Bergman sólo viajó a la provincia al regresar de sus vacaciones, un mes después de iniciado el siniestro, con el único fin de “dar aliento a los brigadistas”.

     Consultado por el periodismo, el rabino ofreció un perfil de resignación, difundiendo la idea de “aceptar el cambio climático”, en fuerte alineamiento con la política anti-ambientalista norteamericana. Esgrimiendo las armas emocionales que le habilitaba el uso neurocientífico del discurso propiciado por Cambiemos, afirmó que los incendios se habían producido en cumplimiento de “una especie de profecía apocalíptica”, como hilo de coherencia de un discurso que, meses antes, había convocado a que “para el verano, lo más útil que podemos hacer es rezar”.

     El “apoyo” a las autoridades y equipos de trabajo en el sofocamiento de la tragedia natural más destructiva de la historia de La Pampa fue tan sólo verbal. Siguiendo las directivas del propio Mauricio Macri –quien frente a las inundaciones acaecidas durante su jefatura de gobierno aseguró que no habría solución inmediata para el problema- el sacerdote manifestó que “estamos en un camino donde no veo en el corto plazo que tengamos la envergadura de lo que necesitamos en el próximo verano”. A su regreso a Buenos Aires, prometió “un plan de infraestructura muy importante que va a ser inédito en el país”, y que jamás se llevó a cabo. Finalmente, tampoco gestionó el envío de ayuda a la provincia para paliar el desastre ni recuperarse de sus consecuencias. Con posterioridad, y hasta enero de 2019, el territorio sufrió la quema de otras 55.000 hectáreas.

     Bergman también desactivó su ministerio durante las inundaciones que afectaron diversas partes del país los cuatro años de gobierno macrista. Los fenómenos más notables ocurrieron en la Ciudad de Buenos Aires; en Concordia, Entre Ríos (adonde se dirigió la vicepresidenta Michetti durante diciembre de 2015, por haberse tomado Macri sus primeras vacaciones), en el Chaco, en la provincia de Buenos Aires, en las márgenes de los ríos Iguazú y Paraná y, en general, en todas las zonas de cultivo intensivo e indiscriminado de soja, que genera alteraciones en las condiciones de permeabilidad de los suelos.

     El tratamiento televisivo de esas catástrofes desplazó al religioso e interpeló en escenarios pautados al presidente, quien revistió de componentes emocionales la descripción de lo que en verdad emergía como un cúmulo de complicidades con el establishment patricio agropecuario en conexión con el mil-millonario negocio de la producción agroquímica. Así, el primer mandatario explicó que “en este caso [se refería a la provincia de Entre Ríos, a inicios de 2016] hay lugares donde falta el agua y lugares donde sobra el agua”. Al desarrollarse una de las “Marchas del Millón” de su campaña de reelección en 2019, Macri elogió a quienes allí se congregaban a la voz de “encima llueve, esta lluvia es bendición, que nos moje bien. Es Dios que nos está acompañando", al mismo tiempo que esa misma precipitación anegaba enormes sectores del sur y del norte de la Capital Federal. Hacia el final de su mandato, en el Chaco, el presidente hubo de reconocer: “Tendremos que acostumbrarnos a que esto [inundarse] va a pasar en distintas zonas, en distintos lugares del país". Los medios de comunicación, mientras tanto, nada preguntaban a Bergman.

     La propia Auditoría General de la Nación ha reconocido que, durante su gestión, en Argentina se ha puesto en riesgo la eco-diversidad, por la reducción del hábitat de las especies naturales. Los factores responsables de este fenómeno son, según la entidad, “la expansión de la frontera agropecuaria, la deforestación, las malas prácticas de manejo ganadero, la introducción de especies exóticas invasoras, el tráfico ilegal y el cambio climático”. Como se viene diciendo, la propuesta ministerial de Bergman ha consistido, respecto de todos estos ocasionantes, en la relajación de índole celestial.

     Sea por su ineptitud (entre otras omisiones dolosas, tampoco promovió una política de eliminación de agrotóxicos o de reemplazo o prohibición de cultivos transgénicos), sea al fin de cumplir una directiva de concentración de fuerza para fines represivos, el poder real tomó la decisión de quitar al rabino el control del Plan Nacional de Manejo del Fuego, que pasó a la cartera de Seguridad liderada por Patricia Bullrich. A ello se sumó la reducción jerárquica de su espacio de actuación, que por sugerencia del Fondo Monetario Internacional se degradó a una Secretaría dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros.

     A pesar de la gravedad de estas notas que palmariamente muestran la ausencia de límites del neoliberalismo para hacer cumplir su plan, la gestión del rabino Bergman ha quedado marcada por dos hechos de impacto sensible que lo ubican en un plano de intensa entidad prescindible, como así también de responsabilidad actoral en la construcción de imágenes aptas para la penetración psicológica.

     La primera está relacionada con el sentir de los sectores aspiracionales egoístas durante el período de afirmación electoral del macrismo: en septiembre de 2017, el ministro fue filmado “pasando” dos televisores de gran tamaño por la Aduana, proveniente de Santiago de Chile, por entonces paraíso de compras de la cada vez menos pudiente clase media argentina. Luego de la andanada de críticas vertida por canales no hegemónicos, uno de sus allegados informó que los aparatos se donarían a una institución judía, “para proyectos educativos y teleconferencias en la formación de líderes”. La declaración produjo la calma y la aceptación de la base adicta de votantes, que rápidamente olvidó el asunto y dio su apoyo electoral a Cambiemos un mes más tarde.

     El segundo episodio de afianzamiento emocional dio la vuelta al mundo. Se trata de una intención de simbolizar la mimetización del Hombre, en sentido responsable, con el medio ambiente. Para la consecución de ese fin, el rabino se presentó durante una de las funciones del Séptimo Festival Internacional de Cine Ambiental, celebrado en Buenos Aires, ataviado con un cobertor plagado de hojas de enredadera. Incluso ingresó al follaje de una enredadera real ubicada en el predio, bajo un cartel del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que rezaba: “Lo mejor que le puede pasar al ambiente, es que pasemos inadvertidos”. La frase se constituyó, con el tiempo, en un símbolo de su gestión y en una metáfora de la incidencia de la “cortina mediática” en la invisibilización de los desvaríos, corrupciones, enriquecimientos, quebrantamientos republicanos y perpetraciones delictivas del gobierno de Mauricio Macri.

     No obstante estas nulidades y desempeños titiritescos a favor de la consagración de las ilegalidades del entorno Cambiemos, en algunas indicaciones biográficas se señala a Sergio Bergman como “heredero” de la doctrina de Marshall Meyer, fundador del Movimiento Judío por los Derechos Humanos y miembro de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Así lo informó el diario La Nación a mediados de 2007, época en que Bergman se instalaba en el imaginario justiciero de los ámbitos urbanos más o menos escolarizados del país. La mención motivó el envío de un Correo de Lectores a la sazón proveniente de la viuda de Meyer, quien desde su residencia en Estados Unidos se quejó del elogio intencional expuesto en el periódico de los Mitre. Dijo en aquella oportunidad:

     Su diario ha presentado al rabino Sergio Bergman como discípulo de mi difunto esposo, el rabino Marshall Meyer: nada más alejado de la verdad. Le puedo asegurar que los actos y posiciones políticas del rabino Bergman están en las antípodas del pensamiento de Marshall Meyer. A mi esposo le daría vergüenza saber que un rabino como Bergman propuso cambiar la palabra ‘libertad’ por ‘seguridad’ en el himno argentino. Tampoco hubiese aceptado compartir un estrado con Juan Carlos Blumberg mientras anuncia su intención de coartar las libertades individuales.
     Quienes conocimos a Marshall sabemos que, como parte de su fe religiosa, estuvo en la Plaza de Mayo junto con las Madres durante la dictadura y visitó cárceles donde recluyeron a Jacobo Timerman y a tantos prisioneros políticos.
     Le ruego que deje de utilizar la figura de mi esposo sin conocer ni su obra ni sus verdaderos discípulos.
     Naomi Meyer. 209 West 86 St./ New York, EE. UU.”

     Hasta su definitiva incursión en el ámbito político, Sergio Bergman había recibido varios premios de importancia. Entre ellos, el Laurel de Plata entregado por el Rotary Club de Buenos Aires y el Konex de Platino al Dirigente Comunitario, compartido con el monseñor Jorge Casaretto, alguna vez sindicado como “presente” en sesiones de tortura durante la última dictadura cívico-militar.