Nombre completo: María Eugenia VIDAL
Alias: “Maru”, “La Leona” (sector macrista) /
“Heidi”, “La Hiena” (oposición)
Fecha de nacimiento: 8 de septiembre de 1973
La gobernadora macrista de la provincia de Buenos
Aires nació en la ciudad de Buenos Aires. Cursó estudios primarios y
secundarios en el Colegio Instituto Privado Nuestra Señora de la Misericordia,
una institución tradicional a la que en general concurrían niñas provenientes
de hogares de clase media aspiracional, como conducta familiar de
diferenciación. Luego siguió la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad
Católica Argentina. Allí conoció a quien sería su esposo, Ramiro Tagliaferro,
padre de sus tres hijos.
Gracias a su empleo en la Fundación Grupo Sophia
(una de las “usinas de ideas” fundada por Horacio Rodríguez Larreta), Vidal
tuvo su primer encuentro con Mauricio Macri. La Fundación, financiada por
capitales empresariales, generaba planes de Estado y actuaba como consultora
desde mediados de la década de 1990. En este contexto, María Eugenia presentó,
durante el año 2002, una serie de tópicos relacionados con una propuesta de
alcance nacional encargada por Macri, quien se impresionó por su capacidad de
exposición y dominio técnico. A partir de entonces, el vínculo entre ambos fue
solidificándose, fogoneado por la singular tendencia a la concentración y al
trabajo efectivo con precisa adecuación a consignas que Vidal evidenciaba.
Esta dedicación, exenta de toda pasión pero
fuertemente direccionada hacia el logro rápido y eficaz de los objetivos
propuestos, sumados a un carácter decidido con aptitudes de articulación de
recursos materiales y del trabajo humano, fueron los ejes centrales de la cada
vez mayor preferencia de Macri por la gravitación de María Eugenia, disparada
desde el llano en la ejecución de la mayor parte de sus proyectos políticos. A
estas condiciones, Vidal sumaba una experiencia en cargos de decisión en
diversas áreas de la Administración Pública Nacional durante la presidencia de
Fernando De la Rúa. Hasta allí la había llevado el creador de Sophia, como
proveedor de cuadros sin experiencia política, pero intensamente capacitados en
distintos saberes.
La Fundación continuó su tarea par a par con las
aspiraciones de Mauricio Macri y coadyuvó a la construcción de poder que
desembocaría, finalmente, en las victorias electorales de 2015. Allí, María
Eugenia Vidal se destacó en la realización de diversos estudios sociales, en la
generación de diagnósticos, en la proyección de actividades de relevamiento de
datos y en la elaboración de políticas de gestión. Poco a poco, Mauricio la fue
incorporando como pieza fundamental de sus estructuras de acceso al poder. Si
bien en el año 2005 no alcanzó a ser electa diputada por la provincia de Buenos
Aires (figuraba quinta en la lista), en 2007 ingresó como legisladora de la
Ciudad.
A los pocos meses, Macri reordenó su tablero de
cuadros y la nombró Ministra de Desarrollo Social en la jurisdicción porteña.
La intención primaria era la de implementar los programas que habían sido
forjados y puestos en prioridad desde aquellos primeros asesoramientos
rentados. Sin embargo, dos hechos graves durante su ministerio demostraron la
ineficiencia práctica de aquellas posiciones especulativas: las tomas de los
Parques Indoamericano y Avellaneda, que finalizaron, ante la incapacidad
política y la falta de vocación de negociación de la nueva administración PRO,
en una descarnada represión, con 4 muertos y más de 30 heridos. Por entonces
(año 2010), Vidal cargó las culpas de estos hechos en “la imposibilidad de
diálogo con el gobierno nacional”, encabezado por Cristina Fernández de
Kirchner.
Su gestión ministerial estuvo signada por las
características que más frecuentemente alcanzaron a todos los operadores del
espectro Pro-Cambiemos: subejecución de partidas y falta de despliegue de
acciones de satisfacción de necesidades comunitarias, toma de medidas a favor
del incremento de la deuda pública y del pago de contrataciones a parientes o
amigos del poder; aumento considerable de la mortalidad infantil; aumento del
número de pobres; vaciamiento de áreas de la Administración y, desde otro
perfil, estigmatización de la oposición, recorte de libertades de expresión en
empleados públicos y excesivo control de sus actividades laborales, sindicales
y privadas.
Desde tal posición, María Eugenia logró ir
reemplazando a Gabriela Michetti en las preferencias del electorado; en
especial, por su cada vez más impetuosa colocación en la “vereda” macrista, en
un contexto de intensa polarización discursiva –con implicancias en lo político
y social- iniciada por recomendación de los publicistas del macrismo.
Esta vocación de adláter ejecutor terminó por
ganar definitivamente la voluntad de Mauricio Macri, decidido a renovar su
mandato en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sabedor de la fidelidad que le
profesaría María Eugenia y, además, de su inagotable despliegue de energía en
el desarrollo del programa político pensado por el ex presidente de Boca
Juniors, finalmente la eligió como compañera de fórmula para el período 2011 –
2015.
A partir de entonces, la imagen pública de Maru
se disparó: ya cimentado Mauricio Macri en la estima del votante aspiracional
porteño, la incondicionalidad ejercida por Vidal no tardó en ser percibida como
fuego irreversiblemente devoto para la elaboración de un proyecto nacional.
Macri fue reelecto en Buenos Aires con un contundente ballotage de 64 / 36
contra la dupla Daniel Filmus – Carlos Tomada, a la que, en primera vuelta,
venía de vencer por 20 puntos (47 % a 27 %).
Vidal no sólo logró, en esta instancia, una
fuerte penetración en el Parnaso espiritual de su público adicto. Su voluntad
de satisfacer los direccionamientos impuestos por el programa de ascenso
político de Mauricio Macri la condujo a develar, ante el asombro de muchos, un
fuerte componente histriónico que rayaría, con el correr de los años y las
exigencias, en el preludio de una expresión mística igualmente intensa. Sus
gestos maternales –particularmente alcanzados a través de ensayos de arqueo
sentimental de las cejas- su voz acompasada y tenue, los movimientos
afirmativos de su cabeza durante la emisión de discursos tranquilos y ciertas
prácticas de enojo controlado respecto de estándares previamente diseñados,
generaron una adhesión emotiva de gran magnitud en el electorado porteño. María
Eugenia, durante este período, se constituyó en un rostro inapartable de
identificación icónica, inagotablemente redituable.
Ya como vicejefa de gobierno, Vidal debió
afrontar una primera acusación: la campaña de reelección que la incluía como
candidata habría sido pagada, en gran parte, con dinero de la trata de personas
proveído por Raúl Martins, un proxeneta internacional amigo de Mauricio Macri.
La noticia se había originado en una denuncia judicial promovida, precisamente,
por la propia hija de Martins. La causa continúa hasta nuestros días, pero el
consenso mediático cada vez más nutrido que el macrismo experimentó a nivel
local y nacional sofocó por completo el nulo efecto que ocasionó la noticia.
Desde su puesto, Vidal también intervino en la
campaña de sugestión emocional colectiva que derivara en el triunfo electoral
del macrismo en los comicios del año 2015. De menor a mayor, sus apariciones
públicas se fueron centrando en la generación de un fuerte extremismo vinculado
con las metas duranbarbianas de marketing social: la “política corrupta”
representada por Cristina Fernández de Kirchner y la “apolítica honesta
focalizada en la gestión y el trabajo”, cuya titularidad asumían Macri y su
“equipo”.
A principios del año 2013, ya se había decidido
su candidatura a Gobernadora de la provincia de Buenos Aires. A pesar de ser una autoridad política de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tenía domicilio declarado en
Castelar, una localidad del Oeste del conurbano bonaerense. Si bien la propuesta
tergiversaba el espíritu de la Constitución provincial, objetivamente Vidal
cumplía los 5 años de residencia continua que el mismo cuerpo normativo exige,
razón por la cual pudo formalmente postularse.
“Maru” –tal como se la publicitaba- apareció en
los medios desplegando encantamientos que contribuían a cimentar una imagen de
madre comprensiva de las necesidades de “su” gente, sin deponer las armas de la
lucha contra las “mafias del poder”. Al igual que respecto de la construcción
publicitaria de Mauricio Macri, el tratamiento periodístico pago –sumado al
“apoyo” de los “trolls” en las redes sociales- logró instalar a fuerza de
insistencia y persuasión la idea de que, frente a la corrupción generalizada de
70 años de peronismo criminal, Maru se veía obligada –aun pudiendo no dedicarse
a ello- a asumir el compromiso moral de sanear las instituciones y conducir el
país hacia una grandeza fundada en el trabajo y la honestidad.
Esta iconografía de misticismo creciente
irradiaba, en el tratamiento mediático, insinuaciones de pureza elemental. A
medida que, al calor de la andanada comunicacional, calaba en la emotividad de
un número cada vez mayor de partidarios, María Eugenia iba incluso mejorando su
aspecto físico y eligiendo ropajes, maquillaje y accesorios cada vez más
sencillos y sobrios. Los medios, de tal modo, propagaron la representación de
una mujer simple, crecientemente adorable, madre responsable, moderada,
empleada eficiente y sumamente leal a Mauricio, el Empresario Que Abandonó Su
Buen Pasar Para Ayudar y Cuidar a Todos los Argentinos. Frente a ellos,
contrapusieron “la codicia y la delincuencia”: una de las estrategias de
competencia desleal desplegada contra su rival electoral Aníbal Fernández fue
la de acusarlo falsamente de haber ideado el asesinato de tres
narcotraficantes, de los que además sería cómplice. Ello, el mismo año en que,
a la par, Cristina Fernández era también sindicada por el macrismo de haber
dado muerte al fiscal Alberto Nisman.
Estos ribetes cándidos, delineados en virtud del
surfeo televisivo-radial y periodístico, obraron de herramienta de ocultamiento
de cuestiones serias de desmanejo durante su gestión en la ciudad de Buenos
Aires. Los medios, por entonces, disimularon las sospechas de corruptela
manifestadas en las abultadas contrataciones del Gobierno de la Ciudad a la
consultora Poliarquía, en la que el marido de Maru, Ramiro Tagliaferro, se
promovía como Director Asociado. A cambio de la dádiva oficial, la empresa
brindaría servicios de “Asesoramiento y Comunicación Estratégica”. Las pocas
veces que se planteó este problema de “autocontrato”, tanto Vidal como
Tagliaferro se manifestaron víctimas de una “campaña sucia”, negaron los hechos
y los vincularon con actitudes “de la política”, en clara referencia al
gobierno nacional de Cristina Fernández.
A medida que transcurría su vicejefatura, María
Eugenia iba saliendo airosa y aun robustecida del hecho de haber recibido, en
su carácter de segunda, todas las imputaciones delictivas que se formularan
contra el Jefe de Gobierno Mauricio Macri, en especial por irregularidades en
la concesión de obra pública. Las facilidades de actuación y su buen apego al
“coacheo” partidario terminaron de estructurar el personaje hiperbólico que,
finalmente, las clases bajas y medias aspiracionales eligieron en 2015 para que
gobernara la vida, el honor y el patrimonio de los vecinos de la provincia de
Buenos Aires.
El primer desenmascaramiento que exhibió los
verdaderos motivos del colectivo Cambiemos para hacerse del poder fue,
precisamente, un acto fallido de María Eugenia en octubre de 2015, el mismo día
que se revelara su victoria en los comicios. Allí, arengó a su público
militante a la voz de “Cambiamos futuro por pasado”.
Como gobernadora, María Eugenia Vidal complementó
las medidas de vaciamiento y destrucción de conquistas sociales puestas en
rodaje por Mauricio Macri, con la misma velocidad y el mismo afán de creación
de una contracultura de aceptación de las condiciones de explotación por parte
de los propios explotados.
Sostenida desde el poder real por las clases
empresariales sojeras y emocionalmente sustentada por una franja media
mayoritaria, Maru disparó una política de endeudamiento, favorecimiento de los
sectores con mayores ingresos, disminución de los ingresos provenientes del trabajo,
desatención de los espectros sociales en situación de vulnerabilidad, recortes
presupuestarios en todas las áreas –excepto los gastos de publicidad - y hasta
cierre de centros de salud y de establecimientos educativos. Por cuestiones
ideológicas, se negó incluso a poner en funcionamiento los hospitales
construidos durante las administraciones kirchneristas, que se encontraban
listos para comenzar actividades.
Esta profesión de ajuste descomunal la obligó a
asegurar físicamente su integridad y la de su familia: contra las previsiones
de la Constitución de la provincia, decidió fijar su lugar de residencia en la
Base Aérea de Morón, desde y hacia donde se desplazó diariamente en
helicóptero. Los medios no hegemónicos reportaron, en ese entonces, la utilización
de enormes cantidades de dinero público para el acondicionamiento del lugar. No
obstante, cada vez con mayor frecuencia Vidal utilizó oficinas del PRO en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires para desarrollar sus tareas; incluso llegó a
valerse de establecimientos porteños para realizar actos provinciales, como el
que celebró en septiembre de 2019 con docentes bonaerenses en el Teatro Colón.
Las políticas neoliberales de beneficio exclusivo
a los sectores concentrados puestas en ejecución por María Eugenia Vidal
generaron la desaparición de más de 5.500 empresas. Actualmente, existen picos
de desocupación que las cifras oficiales ponderan en más del 12 %: la media
nacional era, en diciembre del año 2015, del 5,9 %. Se estimó, a mediados de
2019, un total de 2.000.000 de desempleados y subocupados. En su distrito, el
segundo más rico del país, una de cada cuatro personas de menos de 30 años no
tiene trabajo y unas 7 personas de cada 20 viven en la pobreza. El 40 % de los
niños no come en sus casas y debe asistir a centros comunitarios de
alimentación: a pesar de ello, la administración de Vidal ha sido cuestionada
varias veces por el envío de comida en estado de descomposición a instituciones
escolares, como así también por el achicamiento progresivo de las raciones.
Vidal redujo sensiblemente las partidas
presupuestarias destinadas a educación, lo que se correspondió con una pérdida
efectiva en el ingreso salarial docente. Además, se opuso a la creación de
universidades fomentada por la administración anterior e invitó a pensar, en
una dirección decididamente determinista: “¿Es de equidad que durante años
hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas, cuando
todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina
hoy llega a la universidad?”
La gobernadora, además, achicó la inversión
pública, aunque aumentó en más de 5.000 millones de dólares la deuda de la
provincia. Al mando del Banco local colocó a Jorge Macri, primo de Mauricio
Macri (quien, a la vez, era intendente de Vicente López y por ello no resultaba
apto para ocupar el cargo). A partir de entonces, la entidad concedió fuertes
sumas en concepto de préstamos blandos a empresas del entorno presidencial,
incluidas IECSA y la firma “Cheeky” de Juliana Awada, esposa de Mauricio.
Asimismo, desde diversas entidades públicas provinciales realizó pagos a
empresas que figuran como aportantes de su campaña y otorgó “compensaciones”
millonarias a empresas de servicios públicos. En cuanto a la distribución de las
partidas en el interior de la provincia, se ha denunciado que los municipios
gobernados por figuras pertenecientes al arco político de Cambiemos reciben
hasta un 50.000 % más por habitante que los gobernados por políticos de la
oposición, como es el caso de la relación entre Avellaneda y Pehuajó.
Por lo demás, la administración Vidal redujo el
presupuesto de Salud. Discontinuó de hecho, a través de una contrastante
subejecución de partidas, los programas de prevención de enfermedades de
transmisión sexual, de salud bucal, de prevención y atención de la violencia de
género, la provisión de medicamentos, preservativos y anticonceptivos, como así
también los programas de prevención y tratamiento de adicciones. Un ejemplo
paradigmático viene dado por el plan de acceso a trasplantes en la
jurisdicción: hacia octubre de 2016, sólo se había empleado poco más del 3 % de
la partida.
A la vez, y ante el silencio de la prensa
hegemónica, la Procuración General Bonaerense informó que, sólo durante el año
2018, había aumentado la frecuencia delictiva en la provincia un promedio del
60 %. Los delitos más reiterados durante su gobierno fueron el
hurto agravado por el uso de arma blanca y los homicidios en ocasión de robo.
Ello, a pesar del despliegue de una fuerte
actividad represiva por parte de los agentes de las fuerzas de seguridad
provinciales con apoyo de Gendarmería Nacional y, en algunos casos, la Policía
Federal Argentina. Dichos elementos se han mayormente orientado, por mandato de
la gobernadora, a la detención y requisa selectiva que afecta a miembros de los
sectores más vulnerables, sindicados por el imaginario al que Vidal responde
como generadores de delitos. Del mismo modo, la violencia institucional organizada
ha sido dirigida contra manifestantes y trabajadores despedidos como resultado
de las políticas de exclusión fomentadas por el macrismo.
Estas líneas resultan, sin embargo, tan sólo
indiciarias del enorme daño generado por la administración de María Eugenia
Vidal, tanto en su faz de gobernadora local, como en su carácter de acompañante
de Mauricio Macri, ejecutor de las demandas clasistas nacidas en el seno del
poder real.
Hasta las elecciones del 11 de agosto de 2019,
las encuestas revelaban que la población mayoritaria le otorgaba una “imagen
positiva” mucho mayor que la del jefe de su partido. Esta circunstancia hizo
pensar, en hipótesis aceptada por el colectivo de votantes macristas, que María
Eugenia sería la sucesora natural de Macri para el período 2019 – 2023.
Tal estrategia se vio ocluida, sin embargo, por
las ambiciones del líder de Cambiemos. Contra todo pronóstico, Macri decidió
generar alianza con un referente venal del peronismo “anticristinista”: el
acomodaticio senador Miguel Ángel Pichetto. Esta exclusión, ha trascendido,
produjo algunas distorsiones en la relación con el presidente del PRO, lo que
conduciría, en el futuro mediato, a un virtual resquebrajamiento de los propios
cimientos del frente.
En todo caso, “La Gobernadora Coraje” (tal el
carácter que sus adherentes más rabiosos le han adjudicado) asiste por estos
días a un desfile contradictorio de cifras del que, ahora tampoco, saldrá mal
parada. Es que, frente a los más de 28 puntos porcentuales de diferencia con
que el candidato kirchnerista Axel Kicillof viene frustrando sus pretensiones
de reelección, el incremento de su patrimonio ha superado con comodidad el 400
%, tan sólo respecto de finales del año 2017.
Sin dudas, un saldo que alivia cualquier
sinsabor; provenga de la política, de la apolítica, de la antipolítica o aun de
los denodados sacrificios que exige el mantenimiento de la limpieza del alma,
en un mundo plagado de tentaciones.
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