lunes, 23 de septiembre de 2019

María Eugenia VIDAL

     Nombre completo: María Eugenia VIDAL
     Alias: “Maru”, “La Leona” (sector macrista) / “Heidi”, “La Hiena” (oposición)
     Fecha de nacimiento: 8 de septiembre de 1973

     La gobernadora macrista de la provincia de Buenos Aires nació en la ciudad de Buenos Aires. Cursó estudios primarios y secundarios en el Colegio Instituto Privado Nuestra Señora de la Misericordia, una institución tradicional a la que en general concurrían niñas provenientes de hogares de clase media aspiracional, como conducta familiar de diferenciación. Luego siguió la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad Católica Argentina. Allí conoció a quien sería su esposo, Ramiro Tagliaferro, padre de sus tres hijos.

     Gracias a su empleo en la Fundación Grupo Sophia (una de las “usinas de ideas” fundada por Horacio Rodríguez Larreta), Vidal tuvo su primer encuentro con Mauricio Macri. La Fundación, financiada por capitales empresariales, generaba planes de Estado y actuaba como consultora desde mediados de la década de 1990. En este contexto, María Eugenia presentó, durante el año 2002, una serie de tópicos relacionados con una propuesta de alcance nacional encargada por Macri, quien se impresionó por su capacidad de exposición y dominio técnico. A partir de entonces, el vínculo entre ambos fue solidificándose, fogoneado por la singular tendencia a la concentración y al trabajo efectivo con precisa adecuación a consignas que Vidal evidenciaba.

     Esta dedicación, exenta de toda pasión pero fuertemente direccionada hacia el logro rápido y eficaz de los objetivos propuestos, sumados a un carácter decidido con aptitudes de articulación de recursos materiales y del trabajo humano, fueron los ejes centrales de la cada vez mayor preferencia de Macri por la gravitación de María Eugenia, disparada desde el llano en la ejecución de la mayor parte de sus proyectos políticos. A estas condiciones, Vidal sumaba una experiencia en cargos de decisión en diversas áreas de la Administración Pública Nacional durante la presidencia de Fernando De la Rúa. Hasta allí la había llevado el creador de Sophia, como proveedor de cuadros sin experiencia política, pero intensamente capacitados en distintos saberes.

     La Fundación continuó su tarea par a par con las aspiraciones de Mauricio Macri y coadyuvó a la construcción de poder que desembocaría, finalmente, en las victorias electorales de 2015. Allí, María Eugenia Vidal se destacó en la realización de diversos estudios sociales, en la generación de diagnósticos, en la proyección de actividades de relevamiento de datos y en la elaboración de políticas de gestión. Poco a poco, Mauricio la fue incorporando como pieza fundamental de sus estructuras de acceso al poder. Si bien en el año 2005 no alcanzó a ser electa diputada por la provincia de Buenos Aires (figuraba quinta en la lista), en 2007 ingresó como legisladora de la Ciudad.

     A los pocos meses, Macri reordenó su tablero de cuadros y la nombró Ministra de Desarrollo Social en la jurisdicción porteña. La intención primaria era la de implementar los programas que habían sido forjados y puestos en prioridad desde aquellos primeros asesoramientos rentados. Sin embargo, dos hechos graves durante su ministerio demostraron la ineficiencia práctica de aquellas posiciones especulativas: las tomas de los Parques Indoamericano y Avellaneda, que finalizaron, ante la incapacidad política y la falta de vocación de negociación de la nueva administración PRO, en una descarnada represión, con 4 muertos y más de 30 heridos. Por entonces (año 2010), Vidal cargó las culpas de estos hechos en “la imposibilidad de diálogo con el gobierno nacional”, encabezado por Cristina Fernández de Kirchner.

     Su gestión ministerial estuvo signada por las características que más frecuentemente alcanzaron a todos los operadores del espectro Pro-Cambiemos: subejecución de partidas y falta de despliegue de acciones de satisfacción de necesidades comunitarias, toma de medidas a favor del incremento de la deuda pública y del pago de contrataciones a parientes o amigos del poder; aumento considerable de la mortalidad infantil; aumento del número de pobres; vaciamiento de áreas de la Administración y, desde otro perfil, estigmatización de la oposición, recorte de libertades de expresión en empleados públicos y excesivo control de sus actividades laborales, sindicales y privadas.

     Desde tal posición, María Eugenia logró ir reemplazando a Gabriela Michetti en las preferencias del electorado; en especial, por su cada vez más impetuosa colocación en la “vereda” macrista, en un contexto de intensa polarización discursiva –con implicancias en lo político y social- iniciada por recomendación de los publicistas del macrismo.

     Esta vocación de adláter ejecutor terminó por ganar definitivamente la voluntad de Mauricio Macri, decidido a renovar su mandato en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sabedor de la fidelidad que le profesaría María Eugenia y, además, de su inagotable despliegue de energía en el desarrollo del programa político pensado por el ex presidente de Boca Juniors, finalmente la eligió como compañera de fórmula para el período 2011 – 2015.

     A partir de entonces, la imagen pública de Maru se disparó: ya cimentado Mauricio Macri en la estima del votante aspiracional porteño, la incondicionalidad ejercida por Vidal no tardó en ser percibida como fuego irreversiblemente devoto para la elaboración de un proyecto nacional. Macri fue reelecto en Buenos Aires con un contundente ballotage de 64 / 36 contra la dupla Daniel Filmus – Carlos Tomada, a la que, en primera vuelta, venía de vencer por 20 puntos (47 % a 27 %).

     Vidal no sólo logró, en esta instancia, una fuerte penetración en el Parnaso espiritual de su público adicto. Su voluntad de satisfacer los direccionamientos impuestos por el programa de ascenso político de Mauricio Macri la condujo a develar, ante el asombro de muchos, un fuerte componente histriónico que rayaría, con el correr de los años y las exigencias, en el preludio de una expresión mística igualmente intensa. Sus gestos maternales –particularmente alcanzados a través de ensayos de arqueo sentimental de las cejas- su voz acompasada y tenue, los movimientos afirmativos de su cabeza durante la emisión de discursos tranquilos y ciertas prácticas de enojo controlado respecto de estándares previamente diseñados, generaron una adhesión emotiva de gran magnitud en el electorado porteño. María Eugenia, durante este período, se constituyó en un rostro inapartable de identificación icónica, inagotablemente redituable.

     Ya como vicejefa de gobierno, Vidal debió afrontar una primera acusación: la campaña de reelección que la incluía como candidata habría sido pagada, en gran parte, con dinero de la trata de personas proveído por Raúl Martins, un proxeneta internacional amigo de Mauricio Macri. La noticia se había originado en una denuncia judicial promovida, precisamente, por la propia hija de Martins. La causa continúa hasta nuestros días, pero el consenso mediático cada vez más nutrido que el macrismo experimentó a nivel local y nacional sofocó por completo el nulo efecto que ocasionó la noticia.

     Desde su puesto, Vidal también intervino en la campaña de sugestión emocional colectiva que derivara en el triunfo electoral del macrismo en los comicios del año 2015. De menor a mayor, sus apariciones públicas se fueron centrando en la generación de un fuerte extremismo vinculado con las metas duranbarbianas de marketing social: la “política corrupta” representada por Cristina Fernández de Kirchner y la “apolítica honesta focalizada en la gestión y el trabajo”, cuya titularidad asumían Macri y su “equipo”.

     A principios del año 2013, ya se había decidido su candidatura a Gobernadora de la provincia de Buenos Aires. A pesar de ser una autoridad política de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tenía domicilio declarado en Castelar, una localidad del Oeste del conurbano bonaerense. Si bien la propuesta tergiversaba el espíritu de la Constitución provincial, objetivamente Vidal cumplía los 5 años de residencia continua que el mismo cuerpo normativo exige, razón por la cual pudo formalmente postularse.

     “Maru” –tal como se la publicitaba- apareció en los medios desplegando encantamientos que contribuían a cimentar una imagen de madre comprensiva de las necesidades de “su” gente, sin deponer las armas de la lucha contra las “mafias del poder”. Al igual que respecto de la construcción publicitaria de Mauricio Macri, el tratamiento periodístico pago –sumado al “apoyo” de los “trolls” en las redes sociales- logró instalar a fuerza de insistencia y persuasión la idea de que, frente a la corrupción generalizada de 70 años de peronismo criminal, Maru se veía obligada –aun pudiendo no dedicarse a ello- a asumir el compromiso moral de sanear las instituciones y conducir el país hacia una grandeza fundada en el trabajo y la honestidad.

     Esta iconografía de misticismo creciente irradiaba, en el tratamiento mediático, insinuaciones de pureza elemental. A medida que, al calor de la andanada comunicacional, calaba en la emotividad de un número cada vez mayor de partidarios, María Eugenia iba incluso mejorando su aspecto físico y eligiendo ropajes, maquillaje y accesorios cada vez más sencillos y sobrios. Los medios, de tal modo, propagaron la representación de una mujer simple, crecientemente adorable, madre responsable, moderada, empleada eficiente y sumamente leal a Mauricio, el Empresario Que Abandonó Su Buen Pasar Para Ayudar y Cuidar a Todos los Argentinos. Frente a ellos, contrapusieron “la codicia y la delincuencia”: una de las estrategias de competencia desleal desplegada contra su rival electoral Aníbal Fernández fue la de acusarlo falsamente de haber ideado el asesinato de tres narcotraficantes, de los que además sería cómplice. Ello, el mismo año en que, a la par, Cristina Fernández era también sindicada por el macrismo de haber dado muerte al fiscal Alberto Nisman.

     Estos ribetes cándidos, delineados en virtud del surfeo televisivo-radial y periodístico, obraron de herramienta de ocultamiento de cuestiones serias de desmanejo durante su gestión en la ciudad de Buenos Aires. Los medios, por entonces, disimularon las sospechas de corruptela manifestadas en las abultadas contrataciones del Gobierno de la Ciudad a la consultora Poliarquía, en la que el marido de Maru, Ramiro Tagliaferro, se promovía como Director Asociado. A cambio de la dádiva oficial, la empresa brindaría servicios de “Asesoramiento y Comunicación Estratégica”. Las pocas veces que se planteó este problema de “autocontrato”, tanto Vidal como Tagliaferro se manifestaron víctimas de una “campaña sucia”, negaron los hechos y los vincularon con actitudes “de la política”, en clara referencia al gobierno nacional de Cristina Fernández.

     A medida que transcurría su vicejefatura, María Eugenia iba saliendo airosa y aun robustecida del hecho de haber recibido, en su carácter de segunda, todas las imputaciones delictivas que se formularan contra el Jefe de Gobierno Mauricio Macri, en especial por irregularidades en la concesión de obra pública. Las facilidades de actuación y su buen apego al “coacheo” partidario terminaron de estructurar el personaje hiperbólico que, finalmente, las clases bajas y medias aspiracionales eligieron en 2015 para que gobernara la vida, el honor y el patrimonio de los vecinos de la provincia de Buenos Aires.

     El primer desenmascaramiento que exhibió los verdaderos motivos del colectivo Cambiemos para hacerse del poder fue, precisamente, un acto fallido de María Eugenia en octubre de 2015, el mismo día que se revelara su victoria en los comicios. Allí, arengó a su público militante a la voz de Cambiamos futuro por pasado.

     Como gobernadora, María Eugenia Vidal complementó las medidas de vaciamiento y destrucción de conquistas sociales puestas en rodaje por Mauricio Macri, con la misma velocidad y el mismo afán de creación de una contracultura de aceptación de las condiciones de explotación por parte de los propios explotados.

     Sostenida desde el poder real por las clases empresariales sojeras y emocionalmente sustentada por una franja media mayoritaria, Maru disparó una política de endeudamiento, favorecimiento de los sectores con mayores ingresos, disminución de los ingresos provenientes del trabajo, desatención de los espectros sociales en situación de vulnerabilidad, recortes presupuestarios en todas las áreas –excepto los gastos de publicidad - y hasta cierre de centros de salud y de establecimientos educativos. Por cuestiones ideológicas, se negó incluso a poner en funcionamiento los hospitales construidos durante las administraciones kirchneristas, que se encontraban listos para comenzar actividades.

     Esta profesión de ajuste descomunal la obligó a asegurar físicamente su integridad y la de su familia: contra las previsiones de la Constitución de la provincia, decidió fijar su lugar de residencia en la Base Aérea de Morón, desde y hacia donde se desplazó diariamente en helicóptero. Los medios no hegemónicos reportaron, en ese entonces, la utilización de enormes cantidades de dinero público para el acondicionamiento del lugar. No obstante, cada vez con mayor frecuencia Vidal utilizó oficinas del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para desarrollar sus tareas; incluso llegó a valerse de establecimientos porteños para realizar actos provinciales, como el que celebró en septiembre de 2019 con docentes bonaerenses en el Teatro Colón.

     Las políticas neoliberales de beneficio exclusivo a los sectores concentrados puestas en ejecución por María Eugenia Vidal generaron la desaparición de más de 5.500 empresas. Actualmente, existen picos de desocupación que las cifras oficiales ponderan en más del 12 %: la media nacional era, en diciembre del año 2015, del 5,9 %. Se estimó, a mediados de 2019, un total de 2.000.000 de desempleados y subocupados. En su distrito, el segundo más rico del país, una de cada cuatro personas de menos de 30 años no tiene trabajo y unas 7 personas de cada 20 viven en la pobreza. El 40 % de los niños no come en sus casas y debe asistir a centros comunitarios de alimentación: a pesar de ello, la administración de Vidal ha sido cuestionada varias veces por el envío de comida en estado de descomposición a instituciones escolares, como así también por el achicamiento progresivo de las raciones.

     Vidal redujo sensiblemente las partidas presupuestarias destinadas a educación, lo que se correspondió con una pérdida efectiva en el ingreso salarial docente. Además, se opuso a la creación de universidades fomentada por la administración anterior e invitó a pensar, en una dirección decididamente determinista: “¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas, cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?

     La gobernadora, además, achicó la inversión pública, aunque aumentó en más de 5.000 millones de dólares la deuda de la provincia. Al mando del Banco local colocó a Jorge Macri, primo de Mauricio Macri (quien, a la vez, era intendente de Vicente López y por ello no resultaba apto para ocupar el cargo). A partir de entonces, la entidad concedió fuertes sumas en concepto de préstamos blandos a empresas del entorno presidencial, incluidas IECSA y la firma “Cheeky” de Juliana Awada, esposa de Mauricio. Asimismo, desde diversas entidades públicas provinciales realizó pagos a empresas que figuran como aportantes de su campaña y otorgó “compensaciones” millonarias a empresas de servicios públicos. En cuanto a la distribución de las partidas en el interior de la provincia, se ha denunciado que los municipios gobernados por figuras pertenecientes al arco político de Cambiemos reciben hasta un 50.000 % más por habitante que los gobernados por políticos de la oposición, como es el caso de la relación entre Avellaneda y Pehuajó.

     Por lo demás, la administración Vidal redujo el presupuesto de Salud. Discontinuó de hecho, a través de una contrastante subejecución de partidas, los programas de prevención de enfermedades de transmisión sexual, de salud bucal, de prevención y atención de la violencia de género, la provisión de medicamentos, preservativos y anticonceptivos, como así también los programas de prevención y tratamiento de adicciones. Un ejemplo paradigmático viene dado por el plan de acceso a trasplantes en la jurisdicción: hacia octubre de 2016, sólo se había empleado poco más del 3 % de la partida.

     A la vez, y ante el silencio de la prensa hegemónica, la Procuración General Bonaerense informó que, sólo durante el año 2018, había aumentado la frecuencia delictiva en la provincia un promedio del 60 %. Los delitos más reiterados durante su gobierno fueron el hurto agravado por el uso de arma blanca y los homicidios en ocasión de robo.

     Ello, a pesar del despliegue de una fuerte actividad represiva por parte de los agentes de las fuerzas de seguridad provinciales con apoyo de Gendarmería Nacional y, en algunos casos, la Policía Federal Argentina. Dichos elementos se han mayormente orientado, por mandato de la gobernadora, a la detención y requisa selectiva que afecta a miembros de los sectores más vulnerables, sindicados por el imaginario al que Vidal responde como generadores de delitos. Del mismo modo, la violencia institucional organizada ha sido dirigida contra manifestantes y trabajadores despedidos como resultado de las políticas de exclusión fomentadas por el macrismo.

     Estas líneas resultan, sin embargo, tan sólo indiciarias del enorme daño generado por la administración de María Eugenia Vidal, tanto en su faz de gobernadora local, como en su carácter de acompañante de Mauricio Macri, ejecutor de las demandas clasistas nacidas en el seno del poder real.

     Hasta las elecciones del 11 de agosto de 2019, las encuestas revelaban que la población mayoritaria le otorgaba una “imagen positiva” mucho mayor que la del jefe de su partido. Esta circunstancia hizo pensar, en hipótesis aceptada por el colectivo de votantes macristas, que María Eugenia sería la sucesora natural de Macri para el período 2019 – 2023.

     Tal estrategia se vio ocluida, sin embargo, por las ambiciones del líder de Cambiemos. Contra todo pronóstico, Macri decidió generar alianza con un referente venal del peronismo “anticristinista”: el acomodaticio senador Miguel Ángel Pichetto. Esta exclusión, ha trascendido, produjo algunas distorsiones en la relación con el presidente del PRO, lo que conduciría, en el futuro mediato, a un virtual resquebrajamiento de los propios cimientos del frente.

     En todo caso, “La Gobernadora Coraje” (tal el carácter que sus adherentes más rabiosos le han adjudicado) asiste por estos días a un desfile contradictorio de cifras del que, ahora tampoco, saldrá mal parada. Es que, frente a los más de 28 puntos porcentuales de diferencia con que el candidato kirchnerista Axel Kicillof viene frustrando sus pretensiones de reelección, el incremento de su patrimonio ha superado con comodidad el 400 %, tan sólo respecto de finales del año 2017.

     Sin dudas, un saldo que alivia cualquier sinsabor; provenga de la política, de la apolítica, de la antipolítica o aun de los denodados sacrificios que exige el mantenimiento de la limpieza del alma, en un mundo plagado de tentaciones.

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