martes, 29 de octubre de 2019

Jorge TRIACA

     Nombre completo: Jorge Alberto TRIACA
     Alias: “Jorgito”
     Fecha de nacimiento: 30 de marzo de 1974

     El ex ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación es hijo de Jorge Alberto Triaca, un sindicalista (cuyo padre había sido delegado obrero de la industria del plástico) que inició su carrera apadrinado por Augusto Vandor. Luego del asesinato de este último –sindicado por las bases como traidor al movimiento por proponer la construcción de “un peronismo sin Perón”- se cobijó bajo el ala de José Ignacio Rucci, también asesinado. Jorge Alberto Triaca, ministro de trabajo en los años 90 y miembro del Jockey Club, fue interventor de la empresa SOMISA, cargo por el que fue sindicado de aceptar dádivas y vender la empresa a precio vil. En el año 1999 fue condenado en un juicio de reconocimiento de la paternidad y obligado a indemnizar a la peticionante, una niña fruto de la relación clandestina habida con una de sus empleadas. Algunos años antes, como testigo en el juicio seguido a los ex comandantes de las Juntas militares, había negado tener conocimiento sobre la existencia de militantes desaparecidos. A pesar de su filiación nacional y popular sesentista, Jorge Alberto padre fue pieza fundamental en el proceso de privatizaciones iniciado en los años 90 con el fin de adecuar la política económica argentina a las exigencias del neoliberalismo internacional.

     Jorge Triaca “hijo” egresó como licenciado en Ciencias Económicas de la Universidad de San Andrés. Desde los últimos años del siglo ha ido muy lentamente escalando escasos peldaños en una carrera política que parece haber tocado su final, debido a la rápida extinción de la relación de confianza con el “Círculo Rojo” de Mauricio Macri y a que –según alguna encuesta privada- se lo reconoció como “el segundo ministro con peor imagen del país, ubicado sólo detrás de Marcos Peña”.

     Siempre en el segundo pelotón y bajo el liderazgo de ejecutores de mayor fuste, entre 1998 y 2000 coordinó un “Programa de Apoyo Ocupacional para Personas con Discapacidad”, aéreo plan de trabajo que prácticamente no rindió frutos significativos. Luego de la debacle del año 2001, Jorge Triaca ocupó un lugar en la Subsecretaría de Coordinación y Evaluación Presupuestaria, dependiente de la Coordinación de Créditos con Organismos Internacionales.

     Sin embargo, su pertenencia al “think tank” macrista por excelencia, la Fundación Pensar, lo llevó a integrar las listas de diputados del PRO en la ciudad de Buenos Aires, jurisdicción que representó en el Congreso de la Nación desde 2009 hasta 2013. Reelegido en las elecciones de este último año, renunció a su banca para presidir el Ministerio que le ofreciera Mauricio Macri desde el 10 de diciembre de 2015.

     En una de sus primeras declaraciones públicas indicó que los trabajadores gozaban de “muchos beneficios. Con ello se encaramaba, junto con otros cómplices, en la tarea de nueva formulación lingüística tendiente a generar un momento de sugestión entre los adherentes del macrismo, ya por entonces rebajados en su ámbito de intelección por la permanente irradiación comunicacional. En efecto: así como el “cambio” proponía la mutación del “ciudadano” (sujeto amparado por garantías constitucionales) en simple “vecino” (la persona “que vive al lado”), también los “derechos” de los trabajadores –fruto de décadas de luchas y reivindicaciones- pasaban a considerarse, en la nueva lengua aspiracional mercadotécnica, “beneficios”.

     Como concreta consecuencia real de aquellas florituras retóricas, y por orden de Mauricio Macri, se abstuvo de homologar en el año 2016 el acuerdo paritario entre la Asociación Bancaria y los representantes del sector patronal. Por primera vez en la historia argentina y sindical, un órgano administrativo cuya función es velar por la regularidad de los acuerdos entre trabajadores y empleadores rechazaba un acuerdo regular. La cuestión fue en definitiva resuelta por la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, quien impuso al Estado Nacional la obligación de “no interferir”.

     Sobre este miembro del gabinete macrista también cayeron acusaciones de nepotismo. De acuerdo con el diario Perfil, “Triaca se destacó en 2017 por ser el funcionario que más familiares tenía en el Estado. Mariana, una de sus hermanas ocupó un cargo en el Banco Nación. A su vez su pareja, el cuñado de Jorge, Ernesto Martí Reta, fue nombrado en el directorio del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE). Otra hermana del ministro, Lorena, también se desempeñó en el Estado, más precisamente como directora de la Agencia de Inversiones. María Cecilia Loccisano, la mujer de Triaca, fue designada subsecretaria de Coordinación Administrativa del Ministerio de Salud”.

     Este acto de corrupción velada quedó, sin embargo, bajo cierta sombra de ocultación por el acaecimiento de un hecho de importancia singular. La casera de una quinta de fin de semana utilizada por Jorge Triaca y su familia -una señora de nombre Sandra Heredia- había denunciado públicamente hacia fines de 2017 que desde 2012 trabajaba “en negro” para el ministro de Trabajo macrista. Luego de una discusión, Jorge la habría mandado a despedir sin causa a través de su cuñado: la trabajadora, violada en sus derechos, alegó que iría hasta el mismo edificio del Ministerio a reclamar. Días después, por las redes sociales circulaba un archivo de audio “filtrado”, en el que Triaca increpaba a su empleada no inscripta: "¡Sandra no vengas, eh! No vengas porque te voy a mandar a la concha de tu madre. ¡Sos una pelotuda!" Más tarde, el ministro confesó haber sido autor del exabrupto, al que alegó emitido en un contexto de “situación de stress”. Ello no le impidió ofrecer a la trabajadora un empleo en el Sindicato Único de Marinos Unidos, quizás con el fin de comprar su silencio. Con el tiempo trascendió que, por gestiones personales o a efectos de favorecer “recomendados”, Triaca habría procurado más de 200 ingresos al mismo sindicato, con la complicidad de su interventora Gladys González, dirigente del PRO.

     Poco antes de que por decisión del Fondo Monetario Internacional se redujera el número de ministerios y la cartera de Trabajo quedara convertida en una simple secretaría de gobierno, diversos medios no hegemónicos informaron que “Jorgito” habría gestionado un desvío de fondos de la Unión del Personal de Seguridad de la República Argentina (UPSRA), cuestión que le habría valido, además, acusaciones colaterales de extorsión y enriquecimiento ilícito.

     Llevado por la marea de sus designios genéticos, Triaca perdió de propia incapacidad -por el desencaje de inconveniencias que la soberbia genera en los tercerones- el ala protectora del macrismo. No obstante, sumó jalones en el andarivel de hipocresía publicitaria por el que se desenvolvió la comunicación del gobierno liderado por el papá de Antonia, en especial durante los primeros semestres de gestión.

     Escuchado por un público afecto a la mentira consensuada –que encontraba en ella un escenario de validación de su devastación moral- desplegó permanentemente un discurso despreocupado, brotado de falsedades y exento de toda vergüenza, quizás como estrategia ensayada de identificación con la estructura de interacción de sus votantes.

     Hacia mayo de 2018 algún periodista le exhibió un informe del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones que daba cuenta acerca de que, desde la asunción de Macri como presidente de la Nación, existían computados unos 82.400 trabajadores activos menos. Triaca, despojado de todo compromiso con otros estándares que no fueran los de la farsa macrista, dijo, para sugestión y embelesamiento de sus envilecidos: “No se registran despidos masivos en el país”.

     La clase media macrista, maravillada, creía entonces que la alarmante “ola de despidos” constituía, simplemente, un “invento kirchnerista”. Inútil resultó señalar que el propio Triaca había dejado sin empleo a 280 agentes del Ministerio de Trabajo durante las primeras semanas de función. Lejos de alarmarse aun ante el cercano acecho de pérdida de los escasos dos sueldos sobre los que suele sostenerse el andamiaje familiar mediopelo, sus obcecados partidarios abrazaron una recurrente profesión de fe en el “Presi”, uno de cuyos adláteres fue el ministro Jorge. Y así, quizás como emergencia sintomática, dispensados de todo anclaje en el mar de lo racional, se repetían:

     Hay que darle tiempo”.

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