sábado, 19 de octubre de 2019

Alfonso PRAT GAY

     Nombre completo: Alfonso de PRAT GAY
     Fecha de nacimiento: 24 de noviembre de 1965

     De nutrida capacidad intelectual y fuerte carga narcisista, Alfonso Prat Gay ha sido uno de los ejecutores más descarnados del primer período macrista en el poder formal. Había pertenecido a la Coalición Cívica – Ari liderada por Elisa “Lilita” Carrió y luego se vinculó con “Libres del Sur”, una fuerza que en definitiva formó un frente de alianza llamado “UNEN”, opositor al kirchnerismo. Es egresado de la Universidad Católica Argentina con una licenciatura en Economía y magister por la Universidad de Pensilvania, EE. UU. Este título le valió su ingreso como cuadro de la JP Morgan.

     Hasta su nombramiento como Ministro de Hacienda y Finanzas de Mauricio Macri, ocupó diversos cargos en la función pública: desde diciembre del año 2002 hasta septiembre de 2004, fue presidente del Banco Central de la República Argentina, aun bajo el gobierno de Néstor Kirchner. Ya como candidato de la Coalición Cívica fue elegido diputado nacional, para el período 2009-2013. Mientras tanto, creó la empresa de asesoramiento en materia financiera Tilton Capital, de fuerte presencia en la “city” porteña. Además, es organizador y miembro originario de la Fundación Andares, también actuante en el ámbito de la especulación bursátil.

     El 10 de diciembre de 2015, Alfonso Prat Gay fue designado Ministro. Desde ese lugar, participó en la generación de discurso emocional tendiente a generar el fenómeno de sugestión colectiva que condujera a Mauricio Macri al poder, y que se sostendría luego de su asunción. Una de sus primeras medidas fue la de bajar las retenciones por exportaciones a los capitalistas del campo; a la vez, con la previa concertación de las empresas energéticas, apañó aumentos en las tarifas de todos los servicios públicos, que se encontraban subsidiados desde hacía más de una década. Para generar sentido común de aceptación, Prat Gay declaró en uno de los programas de televisión pagados por el macrismo: “asustan cuando decís cuánto van a subir, pero una factura que se pagaba 150 pesos y pasa a 350 son 200 pesos, que es dos taxis o dos pizzas". La clase media “del cambio” aceptó la propuesta: sabía que habría masas enteras que no tendrían recursos para afrontar los incrementos, pero su concepción de desclase le motivaba la razonabilidad de la medida.

     En el mismo mes de diciembre de 2015, Alfonso se encargó de llevar la cotización del dólar oficial de $ 9,50 a los $ 15 que valía en el mercado ilegal, lo que importó un aumento del 58 % en el resto de los precios del mercado atados a ella. A la vez, permitió la compra indiscriminada de moneda extranjera. Esta circunstancia produjo un desequilibrio –por otra parte, previsto y deseado- en las cuentas públicas, que comenzaron a intentar nivelarse a través de la suscripción de deuda pública.

     Como parte de la acción publicitaria antikirchnerista, Mauricio Macri había sugestionado a sus seguidores acerca de un virtual “alejamiento del mundo” que la Argentina habría experimentado por obra de las acciones de los gobiernos nacionales y populares que lo precedieron. Si bien aquellas administraciones habían reducido significativamente el monto debido por el país a acreedores extranjeros, Macri logró convencer a una pléyade de inducidos acerca de que resultaba necesario terminar con los litigios en contra de la Argentina, promovidos por los llamados “fondos buitre”. Durante las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la República Argentina había cuestionado la legitimidad de los empréstitos contraídos en períodos de facto o en contubernio entre funcionarios infieles del Estado Nacional y compradores de papeles soberanos.

     Fue así que, hacia abril de 2016, Alfonso Prat Gay lideró las “negociaciones” que culminaron en el pago de la totalidad de lo que solicitaban en aquellos juicios los tenedores de bonos que habían caído en default en el año 2001, con más intereses desde la fecha de mora y abono directo de honorarios a todas las firmas de abogados actuantes. Se pagó por entonces, incluso, más de lo que los propios acreedores habían ofertado percibir por esos papeles que, hasta el momento, eran incobrables; y más de lo que el juez norteamericano que llevaba el caso habría considerado razonable aprobar sin afectación de derechos, de haberse propuesto un acuerdo que incluyera quitas o dispensas. Previamente, Alfonso había preparado el terreno emocional para que todo un sector fuertemente penetrado en su entereza psíquica terminara aceptando el desfalco. Durante una conferencia de prensa, a tono con la ola indigna de la época, dijo: “La basura no es nuestra, pero no tenemos problemas en empezar a limpiarla. Y la cuestión del juicio de Nueva York es parte de la basura que recibimos”. La maniobra disparó la primera toma sideral de deuda de la era macrista: 16.500 millones de dólares.

     Alfonso también fue ejecutor de una de las acciones más importantes de repatriación de capitales ilegales para usos especulativos. Luego del dictado de la llamada “Ley de Reparación Histórica” y del de sus normas reglamentarias venales, los parientes de los funcionarios macristas y los actores y testaferros de su entorno empresarial fueron autorizados a traer al país, previa declaración, las sumas que tuvieran depositadas en el exterior. El Estado Nacional no investigaría el origen de esos capitales, que en general provenían del producido de diversas formas de la economía delictiva: evasión de impuestos, giros ilegales de divisas, compra clandestina de moneda extranjera, contrabando, trata de personas, tráfico de drogas, reducción a servidumbre y muchas otras. Lo único que se exigía para el “blanqueo” era la declaración fidedigna del monto repatriado y un pago único como "multa" del 10 % de la suma en cuestión.

     A partir de entonces, Prat Gay desempeñó una tarea de impulso y verificación recaudatoria de tales fondos, que sólo tomando en cuenta las cifras oficiales alcanzaron los 90.000 millones de dólares. El 10 % de esa cifra pasó a engrosar el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSeS, un espacio fiduciario creado durante el kirchnerismo para asegurar el pago de jubilaciones y pensiones. Con los flujos del “blanqueo”, el Fondo llegó a los 77.000 millones de dólares, más del triple de las reservas del Banco Central que Cristina Fernández había entregado –con un país desendeudado- al macrismo.

     Sin embargo, desde que Prat Gay fue ministro, ese dinero empezó a ser depredado. A la devaluación primaria dispuesta por Alfonso le siguió el cumplimiento de la propia Ley de Reparación Histórica, que habilitaba a vender activos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad para atender el pago de los acuerdos con jubilados por juicios pendientes contra el Estado. Fue en este período que el Fondo vendió por primera vez acciones de las que era dueño a grupos vinculados con el perfil empresarial de Mauricio Macri, generalmente a precio vil y con la anuencia de la Comisión Nacional de Valores, ocupada por funcionarios macristas.

     Alfonso Prat Gay ejecutó, además, la primera fase de la política pública endeudamiento externo más intensa de toda la historia nacional. Su visto bueno esencial para la emisión de papeles tuvo por finalidad hacer realidad las decisiones especulativas que desde el poder real se gestaron con el fin de encumbrar a la Argentina entre las plazas financieras más rentables del mundo. No sólo instrumentó normas de exención impositiva, acortamiento de plazos mínimos de permanencia de utilidades en el país y aumento de tasas de interés para capitales que sólo perseguían el lucro bancario o financiero: también participó en el inicio de la desmedida emisión de Letras del Banco Central (LEBACs), que en tan sólo dos años superaron la cantidad de moneda circulante en toda la república, con tasas de interés que rondaban, por entonces, el 40 % anual. Ello importó, en los hechos, que Argentina llegara a deber, únicamente en concepto de LEBACs, una vez y media más que el dinero existente en poder de cada uno de los habitantes del país, sumados.

     Prat Gay también contribuyó a la ola de despidos que impulsó el macrismo no bien arribara al poder formal. Cuando dejó el Ministerio de Hacienda, unos 160 trabajadores de su cartera habían sido dejados sin trabajo. En enero de 2016, haciendo uso de una lengua duramente teñida del desprecio ancestral que sus representados prodigaron a las clases inferiores, Alfonso había advertido: “No vamos a dejar la grasa militante. Vamos a contratar gente idónea y eliminar ñoquis”. Aquel concepto que refería a trabajadores sindicados se acoplaba al de “capas geológicas” impulsado por Hernán Lombardi desde el área de Comunicación: en ambas locuciones se entreveía la legitimación de una despersonalización afín a la vocación discriminatoria de su base electoral. La crueldad ejercida sobre esos trabajadores era, también, una medida de proselitismo político proyectada para la consideración positiva de una mayoría degradada en su perfil social, cultural y, sobre todo, moral.

     En diciembre de 2016, una vez finalizada la primera etapa de destrucción económica del país a favor de los que más tienen, Mauricio Macri citó a Prat Gay mientras vacacionaba en una finca de su amigo personal Joe Lewis -el magnate de la energía en el sur del país- y le solicitó que renunciara. Su ministerio, por espacio de un año y medio, se escindiría luego en el de Hacienda y el de Finanzas, a fin de efectivizar la toma sideral de deuda que a mediados del año 2019 llegaría a superar el Producto Bruto Interno nacional.

     Prat Gay ya había asegurado, como parte del proyecto macrista, ríos desmedidos de ganancias para quienes aplicaron capitales en el mercado financiero. Había mantenido el valor de la divisa norteamericana entre 14 y 16 pesos, mientras que las utilidades por el juego financiero llegaron a superar, en sus últimos días, el 50 % anual de interés en pesos: la cifra representaba un beneficio en dólares que en ningún otro sitio del planeta podía conseguirse de manera legal. La llamada “lluvia de inversiones” que había prometido Macri se había realmente producido: mientras comparaba el esfuerzo de la población para afrontar tarifazos con la compra de pizzas, Prat Gay abría el caudal de una fiesta especulativa que sólo se había registrado en las crisis terminales de 1890, 1989 y en la última dictadura cívico-militar. Él mismo había declarado, en 2015, que “el dólar va a estar más cerca de 9 pesos con 50 si hacemos las cosas bien; y más cerca de 16 pesos si hacemos las cosas mal”.

     Intensamente pagado de sí mismo, dotado de una eficiente capacidad de contestación rápida y contundente, blindado en su autoestima y consagrado en una carrera política que lo había relegado a la subordinación, las mordacidades que desgranaba desde el poder para mofarse del entorno Kirchner y de sus seguidores satisfacían a los perversos y divertían al electorado captado en sus facultades de apreciación humanitaria y de intelección. Sus parangones de lo complejo con elementos banales articularon con aquella impronta general del marketing macrista, consistente en “medir” cualquier fenómeno con instancias asequibles a los sectores desprovistos de criterio informado. Como Macri y sus adláteres, también Prat Gay aportó a la tarea de construcción irracional/emocional emprendida por Cambiemos para captar capacidades; y así se lo ha escuchado acudir al lenguaje “futbolero”, al de la vida cotidiana y al de los conceptos enclavados en el imaginario del “hombre común”.

     En esta dirección, las consignas discriminatorias echadas al fin de agitar antivalores presentes en sus votantes también alcanzaron notoriedad y eficacia. “Cada 10 años nos dejamos cooptar por un caudillo que viene del Norte, del Sur, no importa de dónde viene”, dijo durante la campaña electoral de Mauricio Macri. “No vaya a ser que en 2020”, agregó, “estemos hablando de fulano de tal, que vino, no sé, de Santiago del Estero, que no lo conocíamos, apareció de la nada y resulta que se quedó con todo el poder”.

     Quizás Prat Gay comparta, también, alguno de los rasgos psicopáticos que caracterizan a ideólogos, partícipes necesarios y ejecutores del entorno macrista. En octubre de 2019, ya lejos de su época de participación política como funcionario, opinó por las redes sociales acerca de ciertos movimientos de descontento social ocurridos en Ecuador y en Chile, que generaron decenas de muertos y lesionados. Sus palabras fueron inequívocas: “A ver si entendemos que la tolerancia al ajuste es muy baja en toda nuestra región”.

     Con ello, echaba la culpa de los desatinos políticos a las víctimas de las decisiones tomadas desde el poder, línea habitual y violenta de reflexión en el ámbito de Cambiemos.

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