Nombre completo: Alfonso de PRAT
GAY
Fecha de nacimiento: 24 de
noviembre de 1965
De nutrida capacidad intelectual
y fuerte carga narcisista, Alfonso Prat Gay ha sido uno de los ejecutores más
descarnados del primer período macrista en el poder formal. Había pertenecido a
la Coalición Cívica – Ari liderada por Elisa “Lilita” Carrió y luego se vinculó
con “Libres del Sur”, una fuerza que en definitiva formó un frente
de alianza llamado “UNEN”, opositor al kirchnerismo. Es egresado de la
Universidad Católica Argentina con una licenciatura en Economía y magister por
la Universidad de Pensilvania, EE. UU. Este título le valió su ingreso como cuadro
de la JP Morgan.
Hasta su nombramiento como
Ministro de Hacienda y Finanzas de Mauricio Macri, ocupó diversos cargos en la
función pública: desde diciembre del año 2002 hasta septiembre de 2004, fue
presidente del Banco Central de la República Argentina, aun bajo el gobierno
de Néstor Kirchner. Ya como candidato de la Coalición Cívica fue elegido
diputado nacional, para el período 2009-2013. Mientras tanto, creó la empresa
de asesoramiento en materia financiera Tilton Capital, de fuerte presencia en
la “city” porteña. Además, es organizador y miembro originario de la Fundación
Andares, también actuante en el ámbito de la especulación bursátil.
El 10 de diciembre de 2015,
Alfonso Prat Gay fue designado Ministro. Desde ese lugar, participó en la
generación de discurso emocional tendiente a generar el fenómeno de sugestión
colectiva que condujera a Mauricio Macri al poder, y que se sostendría luego de
su asunción. Una de sus primeras medidas fue la de bajar las retenciones por
exportaciones a los capitalistas del campo; a la vez, con la previa
concertación de las empresas energéticas, apañó aumentos en las tarifas de
todos los servicios públicos, que se encontraban subsidiados desde hacía más de
una década. Para generar sentido común de aceptación, Prat Gay declaró en uno
de los programas de televisión pagados por el macrismo: “asustan cuando decís
cuánto van a subir, pero una factura que se pagaba 150 pesos y pasa a 350 son 200
pesos, que es dos taxis o dos pizzas". La clase media “del cambio” aceptó
la propuesta: sabía que habría masas enteras que no tendrían recursos para
afrontar los incrementos, pero su concepción de desclase le motivaba la
razonabilidad de la medida.
En el mismo mes de diciembre de
2015, Alfonso se encargó de llevar la cotización del dólar oficial de $ 9,50 a
los $ 15 que valía en el mercado ilegal, lo que importó un aumento del 58 % en el resto de los precios del
mercado atados a ella. A la vez, permitió la compra indiscriminada de moneda
extranjera. Esta circunstancia produjo un desequilibrio –por otra parte,
previsto y deseado- en las cuentas públicas, que comenzaron a intentar
nivelarse a través de la suscripción de deuda pública.
Como parte de la acción
publicitaria antikirchnerista, Mauricio Macri había sugestionado a sus
seguidores acerca de un virtual “alejamiento del mundo” que la Argentina habría
experimentado por obra de las acciones de los gobiernos nacionales y populares
que lo precedieron. Si bien aquellas administraciones habían reducido
significativamente el monto debido por el país a acreedores extranjeros, Macri
logró convencer a una pléyade de inducidos acerca de que resultaba necesario
terminar con los litigios en contra de la Argentina, promovidos por los
llamados “fondos buitre”. Durante las presidencias de Néstor Kirchner y
Cristina Fernández, la República Argentina había cuestionado la legitimidad de
los empréstitos contraídos en períodos de facto o en contubernio entre
funcionarios infieles del Estado Nacional y compradores de papeles soberanos.
Fue así que, hacia abril de 2016,
Alfonso Prat Gay lideró las “negociaciones” que culminaron en el pago de la
totalidad de lo que solicitaban en aquellos juicios los tenedores de bonos que
habían caído en default en el año 2001, con más intereses desde la fecha de
mora y abono directo de honorarios a todas las firmas de abogados actuantes. Se
pagó por entonces, incluso, más de lo que los propios acreedores habían
ofertado percibir por esos papeles que, hasta el momento, eran incobrables; y
más de lo que el juez norteamericano que llevaba el caso habría considerado
razonable aprobar sin afectación de derechos, de haberse propuesto un acuerdo
que incluyera quitas o dispensas. Previamente, Alfonso había preparado el
terreno emocional para que todo un sector fuertemente penetrado en su entereza
psíquica terminara aceptando el desfalco. Durante una conferencia de prensa, a
tono con la ola indigna de la época, dijo: “La basura no es nuestra, pero no
tenemos problemas en empezar a limpiarla. Y la cuestión del juicio de Nueva York
es parte de la basura que recibimos”. La maniobra disparó la primera toma
sideral de deuda de la era macrista: 16.500 millones de dólares.
Alfonso también fue ejecutor de
una de las acciones más importantes de repatriación de capitales ilegales para
usos especulativos. Luego del dictado de la llamada “Ley de Reparación
Histórica” y del de sus normas reglamentarias venales, los parientes de los
funcionarios macristas y los actores y testaferros de su entorno empresarial
fueron autorizados a traer al país, previa declaración, las sumas que tuvieran
depositadas en el exterior. El Estado Nacional no investigaría el origen de
esos capitales, que en general provenían del producido de diversas formas de la
economía delictiva: evasión de impuestos, giros ilegales de divisas, compra
clandestina de moneda extranjera, contrabando, trata de personas, tráfico de
drogas, reducción a servidumbre y muchas otras. Lo único que se exigía para el “blanqueo”
era la declaración fidedigna del monto repatriado y un pago único como "multa" del 10 % de
la suma en cuestión.
A partir de entonces, Prat Gay desempeñó una tarea de impulso y verificación recaudatoria de tales fondos, que
sólo tomando en cuenta las cifras oficiales alcanzaron los 90.000 millones de
dólares. El 10 % de esa cifra pasó a engrosar el Fondo de Garantía de
Sustentabilidad de la ANSeS, un espacio fiduciario creado durante el
kirchnerismo para asegurar el pago de jubilaciones y pensiones. Con los flujos
del “blanqueo”, el Fondo llegó a los 77.000 millones de dólares, más del triple
de las reservas del Banco Central que Cristina Fernández había entregado –con un
país desendeudado- al macrismo.
Sin embargo, desde que Prat Gay fue ministro, ese dinero empezó a ser depredado. A la devaluación
primaria dispuesta por Alfonso le siguió el cumplimiento de la propia Ley de
Reparación Histórica, que habilitaba a vender activos del Fondo de Garantía de
Sustentabilidad para atender el pago de los acuerdos con jubilados por juicios
pendientes contra el Estado. Fue en este período que el Fondo vendió por primera vez
acciones de las que era dueño a grupos vinculados con el perfil
empresarial de Mauricio Macri, generalmente a precio vil y con la anuencia de
la Comisión Nacional de Valores, ocupada por funcionarios macristas.
Alfonso Prat Gay ejecutó, además,
la primera fase de la política pública endeudamiento externo más
intensa de toda la historia nacional. Su visto bueno esencial para la emisión
de papeles tuvo por finalidad hacer realidad las decisiones especulativas que
desde el poder real se gestaron con el fin de encumbrar a la Argentina entre
las plazas financieras más rentables del mundo. No sólo instrumentó normas de
exención impositiva, acortamiento de plazos mínimos de permanencia de
utilidades en el país y aumento de tasas de interés para capitales que sólo
perseguían el lucro bancario o financiero: también participó en el inicio de la desmedida
emisión de Letras del Banco Central (LEBACs), que en tan sólo dos años superaron la cantidad de moneda circulante en toda la república, con
tasas de interés que rondaban, por entonces, el 40 % anual. Ello importó, en
los hechos, que Argentina llegara a deber, únicamente en concepto de LEBACs,
una vez y media más que el dinero existente en poder de cada uno de los
habitantes del país, sumados.
Prat Gay también contribuyó a la
ola de despidos que impulsó el macrismo no bien arribara al poder formal. Cuando
dejó el Ministerio de Hacienda, unos 160 trabajadores de su cartera habían sido
dejados sin trabajo. En enero de 2016, haciendo uso de una lengua duramente
teñida del desprecio ancestral que sus representados prodigaron a las clases
inferiores, Alfonso había advertido: “No vamos a dejar la grasa militante. Vamos a
contratar gente idónea y eliminar ñoquis”. Aquel concepto que refería a
trabajadores sindicados se acoplaba al de “capas geológicas” impulsado por
Hernán Lombardi desde el área de Comunicación: en ambas locuciones se entreveía
la legitimación de una despersonalización afín a la vocación discriminatoria de
su base electoral. La crueldad ejercida sobre esos trabajadores era, también,
una medida de proselitismo político proyectada para la consideración positiva de
una mayoría degradada en su perfil social, cultural y, sobre todo, moral.
En diciembre de 2016, una vez
finalizada la primera etapa de destrucción económica del país a favor de los
que más tienen, Mauricio Macri citó a Prat Gay mientras vacacionaba en una
finca de su amigo personal Joe Lewis -el magnate de la energía en el sur del
país- y le solicitó que renunciara. Su ministerio, por espacio de un año y
medio, se escindiría luego en el de Hacienda y el de Finanzas, a fin de efectivizar
la toma sideral de deuda que a mediados del año 2019 llegaría a superar el
Producto Bruto Interno nacional.
Prat Gay ya había asegurado, como
parte del proyecto macrista, ríos desmedidos de ganancias para quienes
aplicaron capitales en el mercado financiero. Había mantenido el valor de la
divisa norteamericana entre 14 y 16 pesos, mientras que las utilidades por el
juego financiero llegaron a superar, en sus últimos días, el 50 % anual de
interés en pesos: la cifra representaba un beneficio en dólares que en ningún
otro sitio del planeta podía conseguirse de manera legal. La llamada “lluvia de
inversiones” que había prometido Macri se había realmente producido: mientras comparaba el esfuerzo de la
población para afrontar tarifazos con la compra de pizzas, Prat Gay abría el
caudal de una fiesta especulativa que sólo se había registrado en las crisis
terminales de 1890, 1989 y en la última dictadura cívico-militar. Él mismo
había declarado, en 2015, que “el dólar va a estar más cerca de 9 pesos con 50
si hacemos las cosas bien; y más cerca de 16 pesos si hacemos las cosas mal”.
Intensamente pagado de sí mismo,
dotado de una eficiente capacidad de contestación rápida y contundente, blindado
en su autoestima y consagrado en una carrera política que lo había relegado a
la subordinación, las mordacidades que desgranaba desde el poder para mofarse
del entorno Kirchner y de sus seguidores satisfacían a los perversos y divertían
al electorado captado en sus facultades de apreciación humanitaria y de
intelección. Sus parangones de lo complejo con elementos banales articularon
con aquella impronta general del marketing macrista, consistente en “medir” cualquier
fenómeno con instancias asequibles a los sectores desprovistos de criterio
informado. Como Macri y sus adláteres, también Prat Gay aportó a la tarea de
construcción irracional/emocional emprendida por Cambiemos para captar
capacidades; y así se lo ha escuchado acudir al lenguaje “futbolero”, al de la
vida cotidiana y al de los conceptos enclavados en el imaginario del “hombre
común”.
En esta dirección, las consignas
discriminatorias echadas al fin de agitar antivalores presentes en sus votantes
también alcanzaron notoriedad y eficacia. “Cada 10 años nos dejamos cooptar por
un caudillo que viene del Norte, del Sur, no importa de dónde viene”, dijo
durante la campaña electoral de Mauricio Macri. “No vaya a ser que en 2020”,
agregó, “estemos hablando de fulano de tal, que vino, no sé, de Santiago del
Estero, que no lo conocíamos, apareció de la nada y resulta que se quedó con
todo el poder”.
Quizás Prat Gay comparta,
también, alguno de los rasgos psicopáticos que caracterizan a ideólogos,
partícipes necesarios y ejecutores del entorno macrista. En octubre de 2019, ya
lejos de su época de participación política como funcionario,
opinó por las redes sociales acerca de ciertos movimientos de descontento
social ocurridos en Ecuador y en Chile, que generaron decenas de muertos y
lesionados. Sus palabras fueron inequívocas: “A ver si entendemos que la
tolerancia al ajuste es muy baja en toda nuestra región”.
Con ello, echaba la culpa de los
desatinos políticos a las víctimas de las decisiones tomadas desde el poder,
línea habitual y violenta de reflexión en el ámbito de Cambiemos.
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