sábado, 25 de abril de 2020

Sección "Partícipes Necesarios" - Hoy: EL POLICÍA DESCONOCIDO


     Sonríe, satisfecho, cuando prueba un nuevo uniforme de combate. Considera que el macrismo pone en valor: atiborra los polvorines, gratifica, empodera en la arbitrariedad.

     Convencido de que ha regresado “la buena época”, el Policía Desconocido prodiga daño incausado, somete a privaciones ilegítimas, a interrogatorios inútiles, a desgastes disciplinarios. Encarcela en calabozos ordinarios por infracciones simples. Machetea, gasea, patea, insulta, apresa y tortura a seres humanos en situación de calle. Impide por la fuerza el ejercicio del derecho de reunión en espacios públicos. Intimida inocentes útiles. Detiene por “portación de cara”.

     Porque el macrismo quiso imponer un control social tiránico, el Policía Desconocido actuó sobre categorías estigmatizadas por el nuevo régimen: personas que portaban divisas de pertenencia, vendedores ambulantes, tipos que miraban, transeúntes, militantes del feminismo, expositores de una identidad distinta de la hétero-sexualidad, sindicalistas, disidentes y aun extranjeros, a quienes llegó a inventar cargos de fuerte contenido emocional como “merodear”, “alterar el orden” y, según la ocasión, poseer “elementos contundentes” y hasta “bombas Molotov” o “armas de guerra”. Protegió infiltrados que propiciaron descalabros aleves, para luego extender la farsa y atacar y lesionar con gravedad, por esa “razón” o por ninguna. Él mismo se infiltró, “vestido de civil”, con el fin de señalar cobardemente a quiénes debían “llevarse”. Ingresó en los establecimientos educativos por denuncias de papis y mamis que consideraron “política” la enseñanza de los Derechos Humanos, y se llevó a docentes y alumnos. Ingresó en el domicilio de ciudadanos que en las redes sociales se expresaron en contra de la dictadura macrista.

     Apaleó mujeres embarazadas que desconocían su flamante y nunca notificado carácter de “personal cesante”; gaseó, castigó y embistió con tanques hidrantes los cuerpos fláccidos de jubilados indigentes. A solicitud de las autoridades venales (que incluyeron a gobernadores de provincia) se asentó en los edificios parlamentarios con fines intimidatorios. Impidió con arrebato el ingreso de legisladores no oficialistas a los recintos democráticos de debate, los golpeó, les descerrajó gas urticante. Especialmente instruido, golpeó e insultó a una funcionaria del gobierno venezolano, a quien el propio presidente desconoció y ordenó infligir trato criminal.

     Se valió de la licencia conferida por una mayoría enferma y de la canalización de esa patología por un poder político relajado en obscenidad, para dar rienda suelta a sus desviaciones conductuales, a sus tendencias internas de progresión coactiva. Patricia Bullrich, desencajada de sangre, le regaló un Protocolo de Uso de Armas apriorista y dictatorial, que le permitió sancionar de facto lo que en su insuficiente formación podía interpretar como peligro inminente, según su antojo y sus necesidades salariales.

     Entonces, el Policía Desconocido disparó contra obreros hambreados, contra cooperativistas arruinados por la política intencional de destrucción de sus espacios de trabajo. Hizo ostentación de armas frente a vendedores ambulantes, a quienes también golpeó y encarceló. Baleó en la cara a niños que practicaban murga. Asesinó por la espalda a un escolar de 12 años, porque su atuendo y su raza le sugerían delincuencia. Persiguió y mató a adolescentes que paseaban en automóvil, convencido de que se trataba de delincuentes. Remató autores de hurto desarmados que, heridos de fuego e incapaces siquiera de ponerse de pie, pedían clemencia. Recibió felicitaciones presidenciales, reivindicaciones mediáticas, premios en dinero, favores mórbidos del auditorio.

     El Policía Desconocido, durante el macrismo, cometió un homicidio por abuso cada 22 horas; quizás –y a las resultas de la determinación de responsabilidades- cada menos. En todo caso, es la densidad de delitos institucionales más alta desde el Genocidio del 76. La prensa no hegemónica –única instancia de información veraz- destaca: Macri tuvo más muertos ilegales que días de gobierno.

     ¿Qué alimenta la vocación de entregar la libertad al designio de CUALQUIER enunciado?

     ¿Qué indecible aberración activa la prescindencia del juicio moral?

     ¿Qué extravío sublima el ejercicio libre de la violencia?

     ¿Qué poluciones estructurales motorizan la conciencia de ese orden subalterno?

     ¿En qué degeneraciones se sostiene el goce del sadismo cumplido?

     Las respuestas, el día del Juicio Final.

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