miércoles, 8 de abril de 2020

Héctor MAGNETTO

     Nombre completo: Héctor Horacio MAGNETTO
     Fecha de nacimiento: 9 de julio de 1944

     Cuando Roberto Noble murió en 1969, el diario Clarín que había fundado quedó en manos de su esposa ilegal, Ernestina Laura Herrera. Por aquellos años no existía la figura del divorcio vincular: Noble estaba casado y divorciado en México. El matrimonio era válido en Argentina; pero el divorcio, no. La herencia fue discutida durante años por su única hija y por su esposa, a quienes correspondía la totalidad de los bienes de Roberto; pero los jueces argentinos consideraron “inexistente” el vínculo y todo quedó en manos de Ernestina, casada en 1967 con el difunto Noble según un Acta que declara que ambos contrayentes eran “solteros.

     Quien había influido en esta decisión judicial era Héctor Horacio Magnetto, un advenedizo que en 1972, con el periódico en recta descendente, llegó recomendado por el desarrollista Rogelio Julio Frigerio para colaborar en la dirección e, inmediatamente, ganó el favor de la también advenediza Ernestina. Mientras Rogelio pretendía hacer crecer el frondizismo antiperonista que había sido derrocado 10 años antes a través de la manipulación de la opinión pública, Magnetto –por entonces, un joven de 27 años que comulgaba los ideales desarrollistas- vio en el espacio huérfano y en los favores de la viuda una plataforma ilimitada de proyección personal.

     La historia de Héctor Magnetto es extremadamente compleja y oscura: no se podrán incluir aquí todos sus pormenores, porque la mayoría se encuentra oculta en la destrucción de pruebas y en la omertá. Cuenta, desde su vida adulta, con al menos uno o más quiebres a la ley por día, una o más intimidaciones, uno o más crímenes, uno o más negociados. Su extraordinaria capacidad, su desencajada ambición y su padeciente carencia psicopática de escrúpulos lo han llevado a convertirse en un aliado incondicional del poder real, del cual él también forma parte.

     Todo lo turbio, criminal e impuro que imaginar se pueda ha pasado por la decisión del Hombre de Clarín: desde alianzas con el orden de facto hasta la diseminación masiva de mentiras dañosas; desde la comisión y ocultación de delitos hasta la compra y venta de impunidad; desde la digitación de jueces y fiscales hasta el arreglo negocial del desorden institucional argentino y latinoamericano; desde la generación de monopolios contra legem hasta la encomienda de tortura y el asesinato; desde la exhibición de paraísos hasta el amontonamiento clandestino de cadáveres.

     Rápidamente, desde su llegada, Magnetto generó el fortalecimiento financiero de Clarín. Comenzó, para ello, estableciendo líneas de acercamiento con una clase media respecto de la cual había advertido su estado de molicie intelectual. Muy pronto, bajo su gestión, Clarín abandonó el estilo solemne y culturoso de La Nación –que marcaba desde hacía un siglo la marcha discursiva del periodismo local- y se afanó en establecer un vínculo de conexión con las imperfecciones de aquellos sectores medios, asalariados o pequeños cuentapropistas que reconocían ya una tercera o cuarta generación de inmigración semialfabetizada.

     El periódico, a partir de su llegada, se inclinó a reflejar las necesidades de comprensión de una enorme caterva que, incluso habiendo abrevado con mayor o menor frecuencia y dedicación en la universidad de masas, quería “leer fácil”. Siguiendo esta impronta, Clarín adoptó elementos que esas clases medias venían cultivando en homenaje a la desvirtud, como la tendencia a la simplificación perversa, la vulgarización de los argumentos de autoridad, la variedad inconexa, la interpretación vecinal de los acontecimientos políticos y la tendencia brutal a la conclusión fundada en la exclusión voluntaria del contexto o del conocimiento, entre muchos otros tópicos de degeneración. Confirió, además, una importancia desmedida a los deportes y en especial al fútbol, que años después se materializaría en la concreción del negociado de su transmisión.

     Magnetto inició así un exitosísimo proceso de pauperización intelectual, que reemplazó a los obstáculos institucionales en la admisión del mediopelo en estamentos educativos o de poder, y que generó una obturación de posibilidades de pensamiento que, con el correr de las décadas y el avance de la empresa sobre otros soportes de comunicación, logró condicionar culturalmente la vida y aun las estructuras psíquicas de la abrumadora mayoría de los integrantes de las clases medias y medias-bajas de todo el país. Los avisos clasificados de Clarín, por caso, resumieron durante décadas las apetencias y el afán por el mercadeo mediocrizante de todo un pastiche ecuménico que continuaba bajando de los barcos, y que era tomado por el enorme Magnetto a su favor, como se encauzaría la torpeza desordenada de una vacada por la manga del sacrificio. Las ediciones dominicales –en las que primaban la política sencilla, las propagandas de ofertas en supermercados, los pasatiempos de esfuerzo medio y las guías de cine y televisión- llegaron a superar el millón de ejemplares.

     Al menester de la expansión física de la empresa, era necesario el aseguramiento de la dotación permanente de papel. Así Magnetto, a poco de iniciarse la dictadura, acodó el periódico con los propósitos de la Junta Militar, que –también gracias a los manejos del diario- había sido bien recibida por aquellos sectores que constituían el horizonte de manipulación de Clarín.

     A cambio de apoyo periodístico, Magnetto pautó con los genocidas el reparto oligopólico de la única empresa productora de pulpa en el país. Para conseguir ese fin, su diario –en complicidad con La Nación y los medios televisivos- vinculó a la familia Graiver –accionista mayoritaria de PAPEL PRENSA S.A.- con la organización Montoneros. Varios de sus miembros fueron instados por las autoridades de facto a vender el paquete accionario; ante la negativa, todos ellos –y muchas otras personas del entorno, como Jacobo Timerman y Lidia Papaleo- fueron detenidos por el Estado terrorista, desaparecidos, torturados y algunos de ellos, asesinados o muertos por incapacidad de tolerar los padecimientos. En cautiverio, fueron obligados a firmar la venta de las acciones. En septiembre de 1978, las autoridades de Clarín –con la dupla Magnetto-Herrera de Noble en primer plano- y de La Nación –encabezados por miembros de la familia Mitre- inauguraron la nueva planta de Papel Prensa, con la presencia de personal militar y la participación del entonces presidente y autor de innumerables delitos de lesa humanidad Jorge Rafael Videla.

     Recuperada la democracia en 1983, Magnetto –por entonces, de 39 años- se propuso un largo derrotero: la primera etapa culminaría en 1999 con la formación del Grupo Clarín, uno de cuyos socios iniciales fue la firma inversionista multinacional Goldman Sachs, con sede en Nueva York e influencia central en la política económica mundial.

     No obstante que la ley impedía el otorgamiento de licencias de radiodifusión a quienes fueren propietarios o socios de otras empresas de comunicación, Magnetto centró sus energías en la expansión. Con este propósito, envió negociantes a la Casa Rosada; pero el presidente Raúl Alfonsín se negó a modificar la Ley de Radiodifusión vigente y a establecer excepciones. Como resultado, Clarín efectuó una nueva tarea de manipulación periodística tendiente a desacreditar la política y la figura del mandatario radical. Esta acción, coordinada con la de otros empresarios de medios, generó una vorágine de deshonra, calumnia y desconfianza tal que todo el arco empresarial y el mundo financiero terminaron por rebelarse al orden institucional. Alfonsín debió adelantar las elecciones de 1989 y entregar el poder al presidente electo varios meses antes de lo dispuesto por la Constitución Nacional.

     El mandatario entrante derogó la normativa que impedía a Magnetto hacerse del abanico comunicacional vernáculo y, ahora sí, el cartel empresario explotó. Artear S.A. ocupó el Canal 13 de televisión y se proyectó hacia la producción de contenidos para TV, cine, radio y teatro. Clarín obtuvo licencia para explotar Radio Mitre, emisora que velozmente destronó a Radio Rivadavia en la preferencia de los oyentes y se ubicó a enorme distancia de la segunda más oída. A través de la comercialización de la operadora de cable Multicanal, Clarín llegó con los años a ser dueño no sólo de Cablevisión –hasta el momento, la empresa con más abonados- sino, además, de decenas de transmisoras diseminadas por todo el país, frente a las cuales los pequeños y medianos emprendimientos no podían competir. A la vez, por intermedio de la empresa Prima S.A., pasó a ofrecer servicios de Internet y a competir fuertemente en ese ramo con las oligopólicas Telefónica de España y Telecom.

     En 1999, año en que finalmente se constituyó el Grupo Clarín –del que Héctor Magnetto es titular formal en casi un 30 %- el ya monstruo mediático fogoneó la candidatura de Fernando De la Rúa, presidente al que contribuyó dos años después a derrocar, principalmente por negarse a concederle licencias de explotación telefónica. La participación del Grupo en la plaza especulativa, a esa altura, tenía influencia central en la determinación de las decisiones financieras y enorme gravitación en el mercado de capitales. Magnetto había logrado, a comienzos del milenio, la debilitación de la política como instrumento de gobierno y su reemplazo por la intimidación empresarial.

     Mientras tanto, el discurso clarinesco continuaba la misión de chabacanización y vulgarización de una clase media cuya recuperación intelectual resultaba, incluso, clínicamente imposible. Habiendo estimulado la adopción de la superficialidad como una de las formas de la sabiduría y la postulación de la puesta en valor de un presente como verdadera y única filosofía de vida, durante los años posteriores a la debacle del 2001 procuró que esa misma clase media que había contribuido a deteriorar quedara totalmente neutralizada, a través de la generación de contenidos cada vez más coloquiales, insulsos, charlatanes y aun fácil y deliberadamente místicos o emotivos. El público, taladrado sin tregua desde el multifronte Grupo, quedó voluntaria e irremediablemente expuesto a su poder deformante, y hasta el presente es presa consensuada de su voracidad.

     Clarín propició en 2003 la postulación de Néstor Kirchner alentada por el presidente provisional Eduardo Duhalde, y concedió una pax de casi cuatro años, a la espera de la reconstitución del mercado, luego de la caída económica y política más profunda de la biografía nacional.

     Esta distensión cesó poco antes de finalizado el mandato. Las políticas nacionales y populares llevadas a cabo por el kirchnerismo se daban de bruces contra las aspiraciones abarcativas de Magnetto, quien ya era, además, vocero informal del Departamento de Estado norteamericano y miembro influyente o interlocutor atendible en todas las grandes asociaciones de medios de prensa del mundo.

     La política de los Kirchner se propuso desarmar el entramado empresarial de índole monopólica que había tejido el delfín de la señora de Noble, como parte de la revalorización de la política al fin de satisfacer necesidades colectivas, y de la diversificación del mercado en un ámbito de libre competencia. Este propósito derivó en el dictado de una Ley Nacional de Medios Audiovisuales que, entre otras cosas, obligaba a los “multimedios” a desprenderse de las acciones de empresas en aras de la pluralidad de voces y a de la apertura del mercado.

     Esto resultó intolerable para el magnate, quien, con el apoyo de la embajada de EE. UU. inició hacia el año 2012 una campaña de calumnias, falsedades, engaños, injurias y anulación de criterios enorme, contaminante, desvirtuosa y perjudicial para la cohesión social que hasta el momento no registraba antecedentes.

     Desde un lugar de precisa selección de contenidos y de comunicadores, Magnetto se propuso, con enorme suceso, erosionar la imagen pública de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner y de su entorno. Lo logró, a niveles que no sólo superaron las operaciones efectuadas durante los mandatos de Alfonsín y De la Rúa; sino que, además, generaron el fenómeno de sugestión colectiva más eficaz de la historia comunicacional argentina, y quizás uno de los más masivos e importantes del mundo.

     Sabedor de los defectos inmanentes de una clase media que por aquellos días había sido rescatada de la miseria gracias a las políticas kirchneristas y que gozaba de una salud económica de privilegio, Magnetto entendió que para el logro de sus fines debía exaltar el agobiante abanico de antivalores que conformaba la estructura de ese sector mayoritario, y que, en gran parte, él mismo había contribuido a florecer y desarrollar.

     Llevado por este objetivo, contrató a los mejores y más inescrupulosos comunicadores y redactores, recibió el asesoramiento y la participación de los más certeros especialistas en mercadotecnia, publicidad y aun en otras disciplinas como la sociología, la psiquiatría y la neurociencia; tomó principios que habían sido desarrollados durante los años 1920 y 1930 para instalar y naturalizar el nazismo, el fascismo, el falangismo y el stalinismo; recogió las experiencias estadísticas derivadas de la acción de propaganda implementada por la Revolución Libertadora que había derrocado a Juan Domingo Perón en 1995 y, finalmente, instruyó a sus ejecutores para derribar todo concepto incorporado al sentido común y aun toda lógica racional, debiendo utilizar para ello una batería de estimulaciones emocionales de reconocido resultado en experimentos sociales e incluso militares acaecidos en el pasado.

     Estos trabajos desembocaron en una rotunda victoria sobre las formas de pensar de un sector que, aunque moralmente degradado desde antaño, fue tan duramente sometido a deformaciones intelectivas y desarticulaciones psíquicas, pudo fácilmente domesticarse y aun hoy continúa siendo pasto para el rumio del poder real.

     En efecto: la excitación de la pobreza espiritual de los habitantes en general -y de las clases medias en particular- fueron tales que, sin ninguna prueba racional, más de la mitad de la población llegó a convencerse de que el progreso del país experimentado desde el año 2001 –en el que Argentina había llegado a estar entre los países más pobres del mundo- se había logrado a costa del robo “a todos nosotros” de cientos de miles de millones de dólares; de que la tendencia a la delincuencia tradicional era tal y el volumen de dinero del desfalco tan grande, que la presidenta había ordenado enterrarlo en la intemperie patagónica; de que la soberbia de Cristina Fernández llegaba al punto de que los empleados de la Casa Rosada tenían prohibido mirarla a los ojos; de que el Papa Francisco era comunista y que había sido nombrado gracias a las gestiones de un kirchnerismo internacional que operaba en Cuba, en El Vaticano, en Venezuela y en Irán; de que en las casas particulares de los Kirchner había bóvedas especialmente instaladas para también guardar parte del dinero robado, y tanto Néstor como Cristina gozaban mirando las pilas de billetes; de que Cristina Fernández sufría trastorno bipolar y también una deformación psíquica denominada “Síndrome de Hubris”, consistente en un apego mórbido por el poder; de que su hija de 12 años integraba con ella varias asociaciones ilícitas; de que su hijo adulto ejercía la vagancia jugando a la Play Station, mantenido por el Estado; de que Cristina Fernández había firmado un pacto con Irán para conferir impunidad a los terroristas que intervinieron en las voladuras de la AMIA y de la Embajada de Israel ocurridas veinte años antes; de que los satélites ARSAT I y ARSAT II habían sido enviados a la estratósfera no para cumplir funciones de comunicación, sino para esconder en su estructura parte del dinero robado (algunos, incluso, hasta se han convencido de que en los satélites hay cheques); de que compraba carteras y vestidos millonarios con dinero de los impuestos; de que flirteaba con Vladimir Putin con el fin de articular una alianza con Venezuela, Cuba y tal vez China para instaurar el socialismo o el comunismo en el país; de que los principios de solidaridad social de su gobierno eran en verdad excusas para que, con la plata de todos, se mantuvieran vagos que la votaban; de que le pagaba subsidios a las prostitutas de los obreros y a los presos; de que retribuía a “los negros” con choripanes para que concurrieran a apoyarla a Plaza de Mayo o donde fuere; de que cobraba coimas para conceder permisos de obra pública y por ello digitaba las licitaciones; de que era socia de un contratista venal llamado Lázaro Báez, primer eslabón de una cadena de delincuencial que finalizaba en dinero depositado en las Islas Seychelles, bautizada “La Ruta del Dinero K”; de que regalaba dinero del Estado a personas afines –como Milagro Sala- para que a su vez ellas también lo repartieran según códigos criminales; de que, igual que en Venezuela, en Argentina pronto faltaría el papel higiénico; de que al oponerse a las políticas norteamericanas había logrado su objetivo de “aislarnos del mundo” para perpetuarse en el poder; de que era “mala; de que no permitía que hubiera vasos de plástico en la cadena Starbucks; de que sus políticas impedían la comercialización de tampones; de que había escondido dinero también en la tumba de su marido, incluso dentro mismo del sarcófago; de que mantenía a la gente en la pobreza para que la siguieran votando; de que entregaba subsidios sin control para la realización de cortometrajes intrascendentes a favoritos corruptos a quienes también cobraba una comisión; de que había llenado el CONICET de falsos científicos que se dedicaban, con plata de nuestro bolsillo, a estudiar la influencia de las revistas infantiles “Anteojito” y “Billiken; de que había transformado las comisarías en “puertas giratorias” desde donde los criminales entraban y salían, porque esos delincuentes constituían su base electoral; de que el hecho de haber tenido un tumor maligno en el cerebro y no haber renunciado daba muestras de sus ambiciones mesiánicas; de que mató a Néstor Kirchner; de que obligó a pagar sueldos altos a los empleados para que los empresarios quebrasen; de que instauró más feriados no para procurar el bienestar general, sino para fomentar la vagancia; de que las demoras en los vuelos de Aerolíneas Argentinas tenían que ver no con el aumento desmedido de la demanda por el mejoramiento de las condiciones económicas, sino con la mala administración y el robo de repuestos de los aviones, de los cuales también cobraba coimas; de que era la culpable, junto con otros funcionarios, de una tragedia ferroviaria producida por haberse quedado dormido el conductor; de que permitía estudiar “con el dinero de todos” a bolivianos, peruanos, venezolanos y gente de otras nacionalidades como parte de un plan de invasión por parte de la izquierda internacional a costa del esfuerzo de los honestos; de que consumía comida “refinada” durante sus viajes al exterior; de que cada cuna del Plan Qunitas costaba entre veinte y cincuenta veces más de su valor real; de que cada computadora del Plan Conectar Igualdad se adquiría con sobreprecios obscenos y a la postre era vendida ilegalmente por los “negros de mierda”; de que el nivel de exceso que había generado en los “villeros” era tal que con la plata “de todos” éstos se compraban zapatillas y teléfonos celulares, pero seguían teniendo techo de chapa y paredes sin revocar; de que Cristina Fernández le había entregado las fronteras a China; de que impulsaba, organizaba y explotaba el narcotráfico internacional y muchos otros disparates.

     El pico más alto de esta andanada se dio cuando Clarín, La Nación y en general el arco mediático hegemónico culparon a la entonces presidenta de haber mandado asesinar al fiscal Alberto Nisman, por medio de un comando cubano-venezolano-kurdo e iraní especialmente entrenado. La clase media, por aquellos días –enero de 2015- estaba tan voluntaria y absolutamente obturada en su capacidad de inteligir que incorporó sin crítica alguna la idea. Magnetto se encargó de confirmar estas alucinaciones, ordenando organizar una marcha en la que participaron jueces, fiscales y personal del gremio de los trabajadores del Poder Judicial. Quienes impartían Justicia, televisados por las cámaras del Grupo, marcharon en reclamo de… que se impartiera Justicia. Ninguno de los sugestionados advirtió esta sinrazón.

     Mauricio Macri, finalmente, ganó las elecciones de 2015. La estrategia emocional le había ganado a la Batalla Cultural. Inmediatamente, el jefe del estudio de abogados que atiende los casos del Grupo Clarín fue designado Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el más alto tribunal del país. Otros jueces resultaron también contratados: entre ellos, Julián Ercolini, que lo sobreseyó en el año 2016 por la causa “Papel Prensa”. Decenas de tribunales consideraron como motivos suficientes para impulsar causas contra el kirchnerismo las “noticias” aparecidas en Clarín y las “investigaciones” venales llevadas a cabo por los periodistas pagados en los canales del Grupo.

     Tanto Clarín como La Nación ocultaron –y continúan haciéndolo- las acciones delictivas de Mauricio Macri en el manejo empresarial del Estado; en especial, ocultaron y desinformaron respecto de las implicancias del affaire “Panama Papers”, de los desmanejos económicos y financieros llevados a cabo por el Estado, de los abusos policiales que generaron un muerto cada 22 horas durante cuatro años, de las políticas de reducción de gastos en educación, ciencia y salud; de las concesiones de exploración y explotación petrolera a empresas británicas en la Cuenca Occidental Malvinas; de la instalación de bases norteamericanas en las fronteras de todo el país; de la toma indiscriminada de deuda; de la fuga de dinero estatal hacia arcas privadas en entidades del exterior y en paraísos fiscales; de la entrega de recursos soberanos y del vaciamiento de los bancos públicos.

     El Grupo Clarín, durante el macrismo, logró el control de la empresa Telecom a partir de su fusión con Cablevisión, empresa del grupo, con lo cual obtuvo el 33 % de su paquete accionario, operación que la Ley Federal de Medios prohibía.

     Por lo demás, el “multimedios” es dueño o controlante, hoy, de periódicos -Clarín, Los Andes (Mendoza), MDZ (Mendoza), La Voz del Interior (Córdoba) y 9 publicaciones nacionales pertenecientes a AGEA S.A.-; de la editora de manuales escolares Tinta Fresca S.A.; de una editora de diarios que opera en el Litoral (Voz Activa S.A.); de las productoras de contenidos audiovisuales Artear S.A. (dueña de Canal 13, Canal 13 Satelital, TN, Ciudad Magazine, Canal Metro, Canal Volver, Quiero Música en mi Idioma, Canal (á) y América Sports), además de Pol-ka S.A., Patagonik Film, Bariloche TV, Telecor S.A., Canal 10 de Río Negro, Canal 9 Televida de Mendoza, Canal 7 de Bahía Blanca, Canal Rural Satelital, Auto Sports S.A. (emisora de “Carburando”), TyC Sports, TyC Sports Internacional; de las empresas de contenidos digitales Clawi S.A., Interwa S.A., Tecnología Digital S.A. y CMD S.A.; Direct TV S.A. y Radio Mitre (que repite en Córdoba y Mendoza). Es dueña, también, de más de 200 (DOSCIENTAS) empresas de televisión por cable en todo el país, tres canales de televisión en Paraguay (Grupo “Tigo”) y cinco emisoras de FM en Tucumán, Bahía Blanca, Bariloche y Santa Fe; además del 50 % de Papel Prensa S.A. Durante el macrismo, obtuvo un permiso de explotación de transmisiones por “streaming”. Bajo su influencia, se encarceló a los dueños de C5N, el único canal generador de discurso opositor a las políticas neoliberales de la Administración Macri.

     Héctor Magnetto sobrevivió dos veces al cáncer

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