Nombre completo: Carlos Ernesto STORNELLI
Fecha de nacimiento: 1º de febrero de 1960
HABÍA UNA VEZ un teniente coronel del ejército que se
llamaba Atilio y que, como parte de un gobierno genocida, había sido
interventor de Radio Belgrano. Esa radio era un lugar muy muy lindo, pero donde
los señores genocidas ordenaron investigar a muchos muchos trabajadores, porque
decían que eran comunistas y que no les gustaba la bandera y que en realidad se
llamaba “Radio Belgrado”. Cuando llegó la democracia, después de que esos
señores mataron a muuuuuchas personas, el Presidente se puso muy enojado.
“Cómo”, dijo, frunciendo el ceño, “¿este teniente coronel Atilio Stornelli
también facilitó el secuestro, tortura y asesinato de esas personas que leían
mucho mucho pero no estaban de acuerdo con el capitalismo? ¡Mi orden es que lo
jubilen, ya mismo, así se deja de hacer tanto daño! ¡Páguenle una parte del
sueldo y que nunca más aparezca por acá!”
El señor Atilio, que lo único que quería era ser teniente
coronel y también general, se quejó. “Yo no tengo nada que ver”, decía. “A mí
me ordenaron y yo cumplí. ¡No soy culpable!” Bueno: el Presidente Alfonsín era
muy bueno y lo reincorporó. Pero después vino un jefe del ejército que, como
veía que estaban metiendo presos a todos y él mismo no quería ser juzgado, lo
volvió a echar.
¡Oh, cómo se puso el teniente coronel Atilio! A los cuatro
vientos y frente a la bandera argentina a la que le había dedicado tantos
cadáveres, dijo: “Me vengaré”.
Y entonces llamó a su hijo, un joven que estudiaba mucho y
que trabajaba en el Poder Judicial. “Quedate tranquilo, pa: yo voy a meter
preso a ese señor del ejército que te echó. Y lucharé toda la vida para que las
cosas sean como cuando vos eras empleado de los genocidas”.
Ese niño, que se llamaba Carlos Ernesto, estaba muy muy
enamorado de una chica que se llamaba Claudia, cuyo papá era también militar y
amigo de su papá. El papá de Claudia tenía un nombre muuuuy raro: se llamaba
“Llamil”; pero, a pesar de que desde chico los compañeritos lo cargaban, logró ser un general
tan bueno que los genocidas lo convocaron para matar trabajadores y
sindicalistas, que molestaban a los señores de las empresas porque no querían
ser sus esclavos. ¡Y Llamil lo hizo requetebién! Mató muuuuuchos, muchos; y
resulta que por eso lo quisieron meter preso por una cosa que se llama “delitos
de lesa humanidad”. Pero bueno, se murió y hoy está junto a su jefe que se
llamaba Jorge Rafael Videla.
Así que Carlos Ernesto estaba muy muy enamorado y se casó
con esa chica, que trabajaba con un abogado que se hacía pasar por peronista
para ganar plata. Y como ese abogado, que se llamaba doctor Carlos Corach,
conocía a muuuucha mucha gente, un día Carlos Ernesto Stornelli fue nombrado
Fiscal ante los Juzgados de Menores y muy muy prontito el Senado aprobó su
pliego y lo designaron Titular de la Fiscalía Federal en lo Criminal y
Correccional Nº 4, que quedaba en un edificio de la calle Comodoro Py, donde
siempre había jueces que hacían lo que querían los presidentes.
Resulta que Carlos Ernesto se empezó a hacer famoso por
algunos trabajitos que tenía que hacer, como por ejemplo… ¡meter preso al presidente
que lo había nombrado! Y bueno, lo acusaba de haber vendido armas a Ecuador y a
un país muy lejano que se llama Croacia, donde también se había librado una ola
de violencia genocida en la que se asesinó a mucha gente por ser de otra
religión o de otra raza. Él se sintió bien, porque era como estar en casa,
todos reunidos con un mismo objetivo. Pero ahora era al revés, porque había que
condenar a la persona que había vendido las armas para matar a esa gente, o sea
para hacer las cosas que le habían enseñado que estaba bien. Igual no importa:
los jueces, que eran buenas personas, se dieron cuenta de que Carlitos no había
logrado demostrar que esa gente era culpable, así que todo quedó en la nada y
la gente que vendió las armas para que mataran a esas personas que tenían que
morir para que el mundo sea mejor (como decía el papá de Carlos) quedó libre
para siempre. ¡Hurra!
Y también, por aquellos tiempos, le hizo muchas muchas
acusaciones al señor que había jubilado a su papá, que era Jefe del Ejército. Y
le dijo a su papá que, paralelamente y para desgastarlo, organizara una movida
para echarlo del Círculo Militar, así le iba minando la voluntad. ¡Carlos sabía
mucho de eso, porque se lo había enseñado su papá! ¡Y su esposa también sabía
mucho, porque su papá era más valiente y poderoso que el papá de Carlos! Así
que le salió super bien y logró que el general que había echado a su papá
estuviera varios meses preso.
Pero resulta que al Fiscal Stornelli no solamente le gustaba
ser un fiscal que hacía lo que su papá le había enseñado. También AMABA el
fútbol, y era re-hincha de Boca. Cada vez que ganaba Boca, decía: “¡Vamos,
Boca!” Y entonces iba mucho a la cancha y mucho también al club, para que lo
conocieran y algún día lo eligieran Jefe de Boca Juniors o algo parecido, y así
ganar también mucha plata.
Así que, yendo y yendo y yendo al club, una vez conoció a un
señor al que su papá le había regalado muchos millones de billones de trillones
de pesos, de dólares y de oro que había conseguido haciendo ofertas que no se
podían rechazar. Y ese señor, que se llamaba Mauricio, un día le dijo: “Carlos,
yo tengo muchos enemigos en este club, porque la verdad yo no quiero que estén,
porque son los únicos que no quieren que me quede para siempre. ¿No te gustaría
venirte conmigo un par de horas por día, y hacer tareas de inteligencia para
eliminar a mis rivales y meterlos presos por cosas que no hicieron, o
simplemente para que se asusten y se vayan?”
Claro, era algo que Carlos había estado esperando toda su
vida: ¡ser como su papá!. “¡Sí, Mauricio!”, le dijo, y así pasó a formar parte
de la Comisión de Seguridad del Club Atlético Boca Juniors, un lugar donde
había ficheros en los que estaban los números de teléfonos de mucha mucha
gente, los nombres de sus familiares, los colegios a los que iban sus hijos,
los horarios que tenían, muchas grabaciones de cosas que habían dicho por
teléfono y tooooodas todas las equivocaciones que habían cometido en sus vidas.
Y encima… ¡no estaba solo! Carlitos se juntó allí con otros nenes que ayudaban
al Presi Mauricio y que por eso ganaban resupermil mucha platotita: dos amigos
suyos que se llamaban Fiscal Gerardo Pollicita y Fiscal Raúl Pleé. También
había otro compañerito que se llamaba Juez Ariel Lijo y un nene más serio pero
muy católico y ejecutivo que ahora vive en Mar del Plata y que se llama
Guillermo Montenegro. Stornelli y sus amiguitos fueron como unos superhéroes
que hicieron desaparecer a todos los que Mauricio les dijo, la mayoría de las
veces simplemente insistiendo por teléfono a la madrugada o estacionando autos
con gente de anteojos oscuros (¡igual que papá y mamá cuando salen a la calle!)
a la salida los jardines de infantes o de los supermercados, para que se
asustaran. ¡Ja!
¡Y les fue bien, porque gracias a eso, Boca salió campeón un
montonazo de veces! Stornelli y el presidente Mauricio, que estaba muy muy
contento y ya había dicho que el Tesorero iba a ser presidente porque él tenía que ser Jefe de la Ciudad, pero que Carlos
era para siempre su hombre de confianza, se hicieron requete-amigos y Mauricio
le regaló mucha mucha platutotota.
Pero desde hacía un tiempo, había gente que se llamaba
Kirchner que no quería que Stornelli fuera tan feliz, y por eso decía que los
genocidas tenían que ser juzgados de una vez y para siempre. Y también decía
que tenían que ir presas las personas que no eran genocidas, pero que habían
conseguido enormes fortunas ilegalmente, haciendo negocios con los genocidas,
sin importarles que tiraran gente en un pozo o anestesiada desde un avión, con
tal de ganar millones y millones. “¡Claro!”, se aterrorizó Stornelli, “ellos
dicen que todo lo que hacía mi familia, la familia de mi esposa y todos los
amigos de mi amigo Mauricio, y también Mauricio, estuvo mal, y que tienen que
pudrirse en la cárcel… ¡pero mi papá me enseñó que lo que ellos hicieron estaba
bien! Cómo: ¿tengo que ser condenado por amar a la patria y por amarme a mí
mismo y a mi familia, al punto de acumular decenas, centenas y hasta miles de
millones de dólares para que todos estemos bien? ¿Ir preso por ser exitoso? ¡No
lo voy a permitir, sea como sea!”
Así que consiguió que, haciéndose el camuflado, un amigo de
los Kirchner se lo llevara a un lugar que se llama Provincia de Buenos Aires y
lo nombrara Ministro de Seguridad. Y encima el Jefe de los Fiscales le había dicho:
“Carlos Stornelli, tendrás licencia sin goce de haberes; pero cuando termines
tu misión, deberás volver. Eso sí: puedes quedarte en Boca Juniors todo lo que
quieras”, razón por la cual Stornelli arregló con el Tesorero y nuevo
presidente quedarse en la Comisión Directiva y hacer negocios para Mauricio,
que ya con su ayuda y la de sus amigos superhéroes había llegado a ser el
Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, como se lo merecía por trabajar de sol a sol para eso.
Pero bah; en realidad los únicos lugares donde Carlitos
quería hacer las cosas bien eran su casa y la cancha de Boca. Allí, Mauricio le
había prometido que, cuando él fuera presidente, todos iban a ser muy muy
millonarios con su protección, como había aprendido cuando era chiquito de los
amigos de su papá Franco que habían venido desde Sicilia y hablaban súper raro,
igual que Mauricio, pero re-distinto.
Así que, como Ministro de Seguridad de la Provincia de
Buenos Aires, hizo todo mal a propósito, para que su verdadero jefe Mauricio
pudiera ir ubicándose, mientras el gobernador quedaba re-mal. Entonces, por
ejemplo, tardó 24 días en encontrar a toda una familia que se había perdido,
pero que en realidad se había accidentado, y el auto y toooooodos los cadáveres
estaban al costado de la ruta, entre unos pastizales que él juró haber revisado
y revisado y revisado.
¿Saben quién era su secretaria en el Ministerio? ¿No? Bueno,
vieron que en las hinchadas de los clubes hay unos señores que gritan y también
se pelean con otros de otro club; y que también les dicen cosas feas a los
directivos para que les regalen entradas y entonces salen a venderlas y se
quedan con la plata; y que también se juntan con personas que venden cositas
para fumar, tomar e inyectarse; y que también a veces matan gente. Sí, se
llaman “barras bravas”, o “barrabravas” y siempre quieren que el club salga
re-campeón. Bueno, el jefe de los barrabravas de Boca se llamaba Rafael Di Zeo
y estaba preso, porque había hecho muchas cosas feas; pero era amigo de
Mauricio y entonces Mauricio le pidió a Carlitos que le diera un trabajo a su
esposa Soledad, que se había quedado sola. Con un montón de plata, pero sola.
Así que Carlitos se llevó de secretaria a la esposa del barrabrava de Boca
Rafael Di Zeo, detenido en una unidad penitenciaria. Esto le permitió tener una
comunicación con ese sector de la delincuencia, que usaría durante su
ministerio y mucho después también. Pero al gobernador le dijo que “no se
andaba fijando con quiénes estaban casados sus empleados” y que, aunque hacía
mucho que estaba en Boca, no conocía personalmente al señor que estaba en la
cárcel.
También pasó que la policía mató a un chico que se llamaba
Arruga porque lo consideraba un “negro de mierda” y durante su ministerio nunca
lo encontraron. Y eso que Stornelli hizo como que buscó y buscó, y también se
puso muy nervioso con todos, porque él estaba haciendo las cosas mal a
propósito, para que los Kirchner también se fueran para siempre. ¿Saben dónde
estaba ese chico, al final? ¿No? ¡En el Cementerio de la Chacarita, re-lejos,
en una tumba que decía “NN”! Y claro, ¡cómo lo iba a encontrar Stornelli, si
estaba en otro lado! Se le re-escapó. Y encima lo encontraron cinco años
después, pero bueno, ya era muy tarde, y además ya más o menos para entonces se
sabía que los Kirchner no iban a estar más, tampoco. Lo decía la televisión y
sobre todo un señor gordo como él, pero con trajes más re-graciosos.
Y bueno, Carlitos también modificó toda la estructura de la
policía para que todo fuera peor y, además, hizo que las personas que querían
robar, robaran casi sin problemas, así el gobernador perdía poder. Por eso le
pidieron la renuncia, y Carlos volvió a ser Fiscal y directivo de Boca, el club
más campeonazo de todos los campeones de universo mundo galaxia.
Y ahora sí. Su jefe Mauricio ya había decidido que iba a ir
con todo contra la presidenta Cristina Fernández, porque se había muerto su
marido y la consideraba una mujer “sola”, que por eso estaría mucho más débil.
¿Y para qué iba a ir con todo? Para ser él el presidente de la Nación.
Entonces Mauricio lo llamó a Carlitos Stornelli y le dijo:
“Carlitos, te quiero a mi lado igual igual que cuando trabajabas para mí en
Boca. Pero ahora no vas a tener que averiguar nada, yo te voy a presentar
algunos amiguitos que están escribiendo cosas para otros nenes como vos, y vos
como si fuera una película tenés que actuar. ¡Somos un montón y todos queremos
jugar! Cuando yo sea presidente, te voy a pagar dándote más y más plata, oro y brillantes”.
Carlitos dijo “Sí, Mauricio”, y Mauricio le dio un adelanto.
Así que unos alcahuetes le entregaron un teléfono celular a prueba de espías y
desde la Embajada de Estados Unidos, desde el Grupo Clarín y desde los amigos
del papá Franco le iban llegando cositas para hacer.
“Mirate el programa de Jorge Lanata, decile a tu secretaria
que lo desgrabe y presentá eso como denuncia”, le decían. Entonces Carlitos,
que tenía muchas ganas de ser general como su papá no pudo y también de tener
mucha mucha más plata –y además no quería que metieran preso a su suegro, a su
papá y a todos los parientes y amigos de Mauricio- al día siguiente acusaba a
la presidenta y a sus hijos de cosas que Lanata decía. Y es más, lo decía así:
“Tal como dijo el programa de Canal 13, o de Telefé, o cualquier otro, la
Presidenta de la Nación tal cosa”.
Como Mauricio era muy rico y muy muy amigo del dueño del
mayor grupo de medios de comunicación de Latinoamérica (que también estaba
enojado con la Presidenta Cristina porque no le dejaba ganar más plata), todos
los días salían por la radio, por la televisión, por los diarios, por las redes
sociales y por grupos de Whatsapp cositas que supuestamente había hecho
Cristina, o su hijo, o su hija, o sus empleados, o los funcionarios de su
gobierno. Y como las personas que contaban esas cosas eran especialistas en
comunicación y además eran pagadas por el poder real, mucha gente realmente
creyó que lo que decían era verdad. Bah, casi todos creyeron eso, porque salía
con muchos colores en la tele y con muchas palabras lindas en la radio.
Entonces, los vecinos honestos (que así les gustaba que los
llamaran) salían a la calle con dibujos de Cristina Fernández colgada de una
horca, o disfrazados de billetes, o pidiendo que la maten; y siempre culpándola
de cosas que Carlitos había dicho que hizo.
Y así, por ejemplo, Stornelli dijo que Cristina Fernández
tenía hoteles en la Patagonia; pero que esos hoteles estaban cerrados y que un
contador mentiroso decía que estaban llenos, para que la plata que entraba se
hiciera pasar como que era plata legal, pero en realidad eran coimas que quizás
hasta estuvieran enterradas igual que los tesoros de los piratas. Y como ésas,
muchas otras acusaciones.
¡La gente se puso furiosa! ¡Porque la gente, que eran papis
y mamis como nuestros papis y mamis, decía que todo eso se pagaba con plata de
su bolsillo, igual que los embarazos de las “negras de mierda” y las
computadoras de los “villeros”! ¿De dónde sacaba Cristina la plata para
comprarse esas carteras, esos vestidos, para hacerse esos peinados y comprarse
esos zapatos, mientras que ellos tenían que trabajar de sol a sol para poder
ahorrar 5.000 dólares por mes sin dejar de pagar –rompiéndose el lomo- el asado
de todos los fines de semana, la calefacción, la conexión a Internet, un
televisor por cada habitación, la luz, el agua, el gas, dos o tres tarjetas de
crédito y hasta más de un auto, para poder irse de vacaciones a Punta del Este
y darle a elegir a la hija entre “Fiesta de 15” o “Viaje a Disney”?
La gente quería matar a Cristina y a sus hijos, a sus
funcionarios y a todos los que la apoyaban. Y Stornelli no decía nada acerca de
eso, pero sí decía que Cristina tenía que ir presa; y entonces la gente se
enfervorizaba más y más, y la quería insultar, escupir y asesinar para siempre.
A Stornelli eso no le parecía mal, porque desde chiquito había aprendido que la
Justicia es un valor relativo y que no era ningún pecado exterminar a unos
cuantos para que otros estuvieran mejor.
Y además, a Carlitos se le había muerto un amiguito de otra
fiscalía, que se había gastado la plata que le habían dado para investigar y
que por las presiones de dos amiguitas de Mauricio por un lado, las exigencias
del Gobierno argentino por otro, los pedidos de explicaciones del gobierno
iraní por el otro y por muchas cosas que le decían desde Estados Unidos, se suicidó en el baño
de su casa reventándose la cabeza de un tiro. Pero Mauricio le dijo que a él le
habían dicho “de arriba” que él tenía que decir que a su amiguito lo había
mandado a matar Cristina. Y que organizara una marcha en la que la Justicia saliera
a reclamar Justicia.
¡Cómo los apoyó la gente! Stornelli era una carta de éxito
para Mauricio y para sus jefes.
Por toda esa furia furiosa de las mamis (que la odiaban a la
presidenta Cristina por lo que decía la tele) y los papis (que no veían mal que
se muriera de cualquier cosa y se habían dado cuenta de que Cristina era mucho
más requetelinda y súper más inteligente que sus propias esposas), esas mamis y
esos papis votaron mayoritariamente a… ¡Mauricio, el amigui de Carlitos! Y
Mauricio fue presidente.
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Bueno, ¿cómo siguió la historia?
La gente le decía a Carlitos: “¡Carlitos, Carlitos, sos un
Fiscal bueno y honesto! ¡Mis hijos y mi mascota confían en vos! ¡Queremos ver
presa a Cristina, que quería meter preso a tu papá y a tu suegro por haber
matado a cuatro sabandijas, porque ella es una alimaña mala de todo malísima!
¡Estamos con vos! ¡Somos igual de honestos!”
Entonces, Carlitos se afanaba en que Cristina fuera presa, y
también iba a los programas de radio y televisión y contaba cómo iba a hacer
para que Cristina, sus hijos, todos, fueran presos y debolbiedan lo que ze
dobadon.
Es más: un día descubrió que un funcionario de Cristina
tenía un chofer que anotaba todos los días lo que le mandaban a robar. El
chofer era muy muy honesto, igual que las mamis de dos soles, y lo único que
quería era justicia, nada más. Entonces, por ejemplo, en cuadernos “Gloria” que
nuestros hijos usaban en los colegios, dijo que escribió día por día quién le
daba plata de “coimas” y a quién se la entregaba, que era un intermediario que
se la llevaba a los Kirchner y los Kirchner ze quedaban con pdata de nuestdo
bodsillo.
Una vez alguien dijo que la tapa de uno de los cuadernos que
habían sido publicados en todos los diarios era de un modelo de “Gloria” que
había salido a la venta en 2012, pero que contenía cosas escritas en el año
2009. ¡Y era verdad! ¡Ese cuaderno estaba escrito desde el futuro! Así que al
chofer le dio mucho mucho miedo de que se dieran cuenta de que él era un Hombre
del Hiperespacio que viajaba por el tiempo: le sacó fotocopias a todos y quemó
en una parrilla los originales. Pero antes, alguien fue a lo de un escribano
amigo y certificó esas fotocopias. ¡A todos los papis y mamis les dio miedo de
que Cristina mandara a matar al pobre chofer! ¡Había hecho muy bien en sacar
esas fotocopias, para salvar su vida!
La causa se hizo re-famosa y los papis y mamis se aprestaban
a votar otra vez a Mauricio para que siga siendo el Presi. Pero entonces pasó
algo horrible. Un señor le entregó un montón de papeles a un periodista y le
pidió que publicara en su diario algo tremendo. Le dijo: “Señor periodista: vio
que en ese juicio que están haciendo con las fotocopias de los cuadernos buscan
a muchos empresarios porque dicen que esos empresarios les pagaron “coimas” a
Cristina Fernández. Mire, es todo mentira. A mí me llamó un día un abogado que
se llama Marcelo D’Alessio y me dijo que si no le daba cientos de miles de
dólares, me iban a imputar en esa causa”.
“¿Qué?” dijo el periodista. “¿Usted no será un golpista,
como los que hacen paro? ¿Está seguro de lo que me está diciendo?”
“Así como lo oye” le aseguró el empresario. “Es más, en este
momento le hablo desde Estados Unidos, adonde vine a refugiarme porque tengo
miedo de que me maten. Marcelo D’Alessio me dijo que era muy amigo del fiscal
Carlitos Stornelli, y que a la vez él era amiguísimo del juez Claudio Bonadío.
Que si pagaba esa millonada y decía que le había entregado coimas a Cristina,
podía quedar como “arrepentido” y me volvía a mi casa. Pero que si no pagaba,
que me preparara para que me violaran en la cárcel. Y yo antes de ir a la
cárcel me mato, señor. Y en mi situación hay muchísimos otros: Stornelli se
está haciendo un negocio tremendo amenazando gente junto con el juez Bonadío y
este abogado. Por favor ayúdeme”.
El periodista, muy asombrado, publicó esa nota en su diario.
Al día siguiente, todos los papis y mamis de dos soles dijeron que eso era
mentira, porque el presidente Mauricio jamás mandaría ni permitiría hacer algo
así. Y además, el periodista era amigo de las personas a las que el papá de
Carlitos y su suegro secuestraban, torturaban y mataban. No era “creíble”.
La denuncia fue atendida por un juez realmente honesto, al
que por eso quisieron quitarle el expediente. Él se negó, y entonces le
quisieron hacer una cosa fea que se llama juicio político: todas las mascotas
de nuestros papis estaban de acuerdo con que lo sacaran.
El juez honesto, que se llamaba Alejo como muchos de los
chicos de su edad, le dijo a Stornelli que fuera hasta su juzgado y que dijera
si era verdad lo que decía este señor que se había refugiado en Estados Unidos.
Pero Carlitos no quiso ir nunca, mientras Mauricio y todos los papis y mamis de
dos soles marchaban por la República y se emocionaban besándose y mostrando a
las cámaras a sus bebés cagados encima. Recién en noviembre de 2019, casi 10
meses después, Carlitos compareció ante el juez y apenas dijo algunas cosas sin
importancia, aunque estuvo mucho tiempo hablando.
Desde diciembre de 2019, Carlos Ernesto Stornelli, el Fiscal
de las Familias Honestas, está procesado. Se le imputan hechos relacionados con
los delitos de asociación ilícita agravada, extorsión agravada y espionaje
ilegal; se le reprocha haber realizado filmaciones ilegales con cámaras ocultas
a sus extorsionados, haber llevado a cabo investigaciones y acciones de
inteligencia fuera de la ley, haber intimidado a imputados y a sus abogados
para obtener declaraciones falsas y haber utilizado para todo ello la
intermediación de Marcelo D’Alessio, a quien, además de todos esos delitos, se
le endilga el de usurpación de títulos, pues –a sabiendas de Stornelli- tampoco
era abogado, como luego se descubrió.
El macrismo, mientras prepara su regreso a través de los
mismos medios de sugestión colectiva y diseminación de falsedades, lawfare, ataques en las redes, sobornos y
compra de comunicadores, ha inoculado a sus seguidores la idea de que Stornelli
es “perseguido por el kirchnerismo” y que en nombre de la República no debe
permitirse su juzgamiento.
Nuestros papis y mamis y todas las mascotas del mundo
estarán alineados con la Energía Quántica del Universo para que Carlitos no
vaya preso.
¿Que qué es la Energía Quántica del Universo? No: esta
historia ha sido muy larga y ya hay que ir a dormir.
Otro día contaremos ese cuento.
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