sábado, 14 de diciembre de 2019

Sección "PARTÍCIPES NECESARIOS" - HOY: Los TROLLS

     Al igual que la policía y las llamadas “fuerzas de seguridad”, los trolls fueron ejecutores –antes, durante y después de la presidencia de Mauricio Macri- de órdenes inmorales que coadyuvaron a la conformación de un Estado de Violencia necesario para imponer la dinámica neoliberal de exclusión.

     Si a los agentes armados se les ordenó vulnerar todo apego por la dignidad y quitar de cauce la vocación por la agresión que edifica el psiquismo de sus miembros -contenida y legitimada por la estructura institucional- a los trolls se les encomendó la tarea de mantener en plano de vigencia y resalte la coacción discursiva y la violación de todo criterio de paz.

     Conocedores de su público, los integrantes del equipo de difusión de los antiprincipios macristas –quizás con el dinero proveniente de los sectores del poder real, afectados por las políticas de redistribución implementadas desde el año 2003- organizaron y entrenaron grupos de “operadores informáticos” con especiales tendencias conductuales a la desintegración relacional, a fin de que instalaran en las redes sociales espacios de naturalización de contenidos que habían permanecido reprimidos durante décadas en un sector mayoritario de la población y que la impronta del “cambio” ubicaba en un plano de legitimación.

     Encaramados a este proyecto de puesta en valor de las miserias espirituales que conforman la esencia de millones, mantenidas en reserva a favor de ciertos estándares de convivencia ya estresados, los trolls se escudaron en una idea distorsionada de la libertad de expresión para reflotar aquellos residuos éticos con que la clase media mayoritaria venía intoxicándose por generaciones. Sabedora de que esta sequedad de honra cruzaba al total del público al que se dirigía, la voluntad presidencial –impregnada de las transgresiones ilegales propias del ser empresarial admirado por sus adherentes- aceptó y promovió la formulación de cientos de miles de manifestaciones racistas, xenófobas, de desprecio hacia los marginados, de muerte a los excluidos, de aplicación de pena capital a niños en estado de exposición al sistema penal, de multiplicación obscena de los favorecimientos injustos a los que más tienen, de demolición a través del insulto; pero también de apoyo, puesta en bien y aliento a cada una de las infracciones a la ley material cometidas por los funcionarios y autoridades del macrismo.

     El grupo de trabajadores en redes, rentado también con el aporte de fondos públicos, fue permanentemente sometido a un “coacheo” idóneo fundado en lineamientos de la llamada “neurociencia”, una especie de disciplina relevada por el mercadeo que genera enunciados tendientes a la determinación de conductas. Su trabajo, junto con el del resto de los operadores actuantes en los medios masivos de comunicación, aportó una enorme influencia en la generación de posverdad”: expresiones, descripciones, noticias, justificaciones o explicaciones todas teñidas de falsedad, pero que finalmente resultan percibidas como ciertas por los destinatarios, dado el seguimiento de una coherencia interna del discurso que dota a las enormidades transmitidas de rasgos de verosimilitud.

     Los principios que sustentan la tarea de los trolls reconocen, además de las formulaciones médicas-psiquiátricas, una experiencia histórica exitosa: la acción propagandística hitleriana, liderada por el genio publicitario de Joseph Goebbels.

     En esta dirección, la red Twitter resultó la más idónea para concretar el propósito de difusión de odio y acentuación de la grieta bajo la forma de emisión de mensajes cortos, de fácil lectura y de gran poder de penetración. Las “campañas” desplegadas por quienes tuvieron a su cargo la toma de decisiones en la “máquina troll” aprovecharon el servicio permanente de exhibición de las expresiones o palabras más utilizadas en el entorno “tuitero” (llamadas "trending topics") para instalar supuestas ideas-fuerza de un aparente consenso intencionalmente creado y distorsionado. La complicidad de la empresa llegó, además, al extremo de silenciar las voces disidentes o cerrar sus cuentas, brindar datos acerca de quienes se manifestaron en contra de las acciones del macrismo –con el fin de que sean policial, institucional, laboral o físicamente perseguidos- y aun vender al ámbito del poder real servicios amigables con los objetivos de generación de un estado de sugestión emocional colectivo. Entre estos últimos, se encuentran la invisibilización de hashtags que expresaban algún contradiscurso, la provisión de íconos de impacto visual para facilitar la explosión masiva de “tweets” y la manipulación de frases frecuentes, al fin de forzar la llegada al "Top 10" de esa lista de locuciones o palabras que convenían al gobierno-cliente, sin contar con la cantidad suficiente de mensajes en los que se las incluyera. Así pasó con “#DevuelvanloRobado”, “#LaQueremosPresa”, "YoVotoMM" y muchísimos otros.

     La repetición de mentiras y la desviación emocional de los destinatarios no pudieron realizarse, sin embargo, sin que en el ejercicio de su labor los operadores informáticos cometieran delitos, cuya impunidad vino garantizada por los propios estamentos del poder formal. Algunos de los quiebres a la ley penal perpetrados por estos empleados públicos emergieron como calumnias (art. 109 del Cód. Pen.), injurias (art. 110), calumnias o injurias cometidas por medio de la prensa (art. 114), calumnias o injurias cometidas por funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones (art. 117 bis, inc. 4º), amenazas simples (art. 149 bis, primer párrafo), amenazas agravadas por anonimato (art. 149 bis, primer párrafo in fine), amenazas coactivas (art. 149 bis, último párrafo), amenazas coactivas agravadas por anonimato (art. 149 ter, inc. 1) o por el propósito de compeler a una persona a hacer abandono del país, de una provincia o de los lugares de su residencia habitual o de trabajo (art. 149 ter, inc. 2, subinc. b); violación de secretos o de la privacidad (art. 153) agravada por tratarse de “carta, escrito, despacho o comunicación electrónica (art. 153, tercer párrafo) o por su comisión por funcionario público (art. 153, último párrafo); violación de correspondencia (art. 154), acceso indebido a bancos de datos personales (art. 157 bis, inc. 1) agravados por su comisión por empleado público (art. 157 bis, último párrafo), turbación amenazante de la libertad de reunión (art. 160); instigación a cometer delitos (art. 209), asociación ilícita (art. 210), asociación ilícita agravada por poner en peligro la vigencia de la Constitución Nacional (art. 210 bis) o recibir apoyo de funcionario público (art. 210 bis, inciso h); intimidación pública (art. 211), incitación a la violencia colectiva (art. 212), apología del crimen (art. 213), coerción ideológica (art. 213 bis), atentado contra el orden constitucional y la vida democrática a través de amenazas (art. 226 bis), participación en organización o realización de propaganda basada en ideas o teorías de superioridad de una raza o de un grupo de personas de determinada religión, origen étnico o color, que tienen por objeto la justificación o promoción de la discriminación racial o religiosa en cualquier forma (art. 3º de la Ley 23.592, primer párrafo), acciones de persecución u odio por causa de raza, religión, nacionalidad o ideas políticas (art. 3º de la Ley 23.592, último párrafo) y muchos otros, además de contravenciones como el hostigamiento o la discriminación simple.

     Estas figuras penales (sólo enumeradas a título enunciativo) han sido cubiertas por los trolls bajo toda forma de participación criminal, sea como autores, partícipes primarios, partícipes secundarios (arts. 45 y 46 del Cód. Pen.) o en su carácter de autores de instigación (como ya se advirtiera) o de tentativa (art. 42).

     Su acción contribuyó, además, a la fractura del principio de realidad en una apabullante cantidad de votantes del cambio, muy fuertemente condicionados en sus posibilidades de intelección por la intensidad de las invectivas de sugestión desplegadas por el marco operacional del macrismo.

     Esta escisión esquizoide se vio vigorosamente manifestada hacia el final de la campaña de reelección de 2019, momento en el cual, a nivel experimental y quizás como si se tratara de una subestimación lúdica degenerativa, el gobierno macrista probó la implementación de una audaz vuelta de tuerca del sistema de manipulación de criterios: inundó la red Twitter con mensajes absolutamente dislocados desde lo semántico, en la plena seguridad de que sus seguidores, de todos modos, los incorporarían desde lo emocional. Así, usuarios inexistentes creados por robots virtuales pagados a centrales quizás norteamericanas para emitir renglonadas breves, elaboraron en forma automática locuciones gramaticalmente insanas, pero de enorme influencia entre los afectados a quienes iban dirigidas, tales como “¡Siéntete libre de Mauricio, no te relajes!”, “Caricias significativas provenientes de Hurlingham!” o alguna pretensión de dato duro psiquiátricamente condicionado, como el texto de la falsa “tuitera” Lavonne Smithorsmith, quien puso en conocimiento de una audiencia desquiciada que “Macri tomó posesión de una nueva victoria política por el momento. A medida que el acuerdo entra en una fase burocrática en el comercio UE”.

     Los trolls configuran, además, otra de las instancias que pusieron a prueba la capacidad de hipocresía del macrista doloso, en especial el perteneciente a la clase media que había logrado “informatizarse” durante los años de administración de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Y ello así, porque las evidencias de comportamiento parecieran indicar que esa clase media “del cambio” –a salvo, quizás, de la más racionalmente deteriorada- sabía perfectamente que cada intervención de los trolls importaba una mentira, un delito, un apoyo a la delincuencia oficial o un intento consagrado de instalación emocional.

     La “pata troll”, sufrida o consensuada, fue una de las principales armas de control social, generación de terror y ejecución efectiva de penetración frenopática durante el gobierno de Mauricio Macri.

     Si preguntáramos a cualquier macrista usuario de redes sociales qué cosa es un troll, quizás su ignorancia le imponga reconocer que no tiene la menor idea. No obstante, también es posible que realmente sepa –y en virtud de la miseria de su condición se rehúse a confesarlo- que se trata de delincuentes pagados por el Estado amarillo, reunidos en oficinas públicas al mando nada menos que de Marcos Peña, el otrora Jefe de Gabinete del ex presidente de Boca, y cuya función es la de imponer la mentira, el miedo, la violencia y la desintegración del tejido social a través de una acción incesante de exposición penalmente relevante.

     En cualquier caso, pareciera que la impronta contaminante de los trolls se ha instalado de una vez y para siempre y forma parte ya de las deficiencias constitutivas que nos instauran como Nación. Encontrándose el poder real del lado tóxico del debate social, es dable esperar que estos intoxicadores no sean removidos. Al contrario: muy probablemente, si nadie los identifica, juzga y condena, este ejército de psicópatas contratados por perversos continúe manipulando el criterio exterminado de quienes han elegido voluntariamente patologizarse; y alguna decisiva influencia ejercerán, también, en la horadación racional de miles de internautas desprevenidos o que no saben que son venales.

     Ahora bien: aunque pese a cualquier persona realmente honesta, es cierto que los trolls han efectuado un aporte de fundamental valor para las generaciones venideras. La concienzuda labor de estos vejadores dejó para siempre un legado de indudable apreciación que permitirá el estudio veraz, científico y definitivo del Período de los Globos.

     Es que en el Boletín Oficial y en los trolls el macrismo ha mostrado su verdad más desnuda, hablando allí sin la menor vocación de maquillaje.

     Abrevando de esas decadencias documentadas, la Historia tendrá de dónde obtener los datos que permitan reconstruir y narrar, libre de toda influencia mórbida, las influencias, disparates, violencias, mentiras y sugestiones que provocaron esta urgente necesidad de reeducación generacional.

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