Nombre completo: Sergio Alejandro
BERGMAN
Fecha de nacimiento: 23 de enero
de 1962
El Rabino Sergio Bergman, farmacéutico
e intelectual del judaísmo, comenzó a ser favorablemente apreciado por la clase
media aspiracional durante los picos de vociferación punitivista posteriores a
su recuperación económica, acaecida a partir del gobierno de Néstor Carlos Kirchner.
En aquellas oportunidades, se plegó al pedido de “mayor seguridad” de los barrios
altos del conurbano bonaerense, junto al falso ingeniero Juan Carlos Blumberg,
quien por entonces, luego del secuestro y muerte de su hijo, había conseguido
una reforma inconstitucional del Código Penal. A tal punto se exhibió Bergman con el usurpador de títulos en la cruzada de aliento al asesinato privado de
delincuentes, que no faltaron quienes lo calificaron como “el rabino de
Blumberg”.
Este ritmo de exposición -en
sintonía con los antivalores comulgados por amplios sectores- se constituyó en
faro de atención para la búsqueda de cuadros por parte del macrismo.
Fuertemente decidido a recuperarse del traspié electoral de 2003, Mauricio
Macri envió emisarios a negociar alguna postulación para incorporar el capital
humano que había recogido el religioso con su discurso de castigo. Sin embargo, el rabino decidió
testear su real impronta de influencia formando una agrupación llamada “Partido
Blanco de la Ciudad”, un espacio decididamente antikirchnerista organizado para
captar votos que, en un escenario de balotaje, se inclinaran a favor de lo que ya
por entonces se propiciaba como un “cambio”.
Bergman, no obstante, terminó aceptando
la propuesta de Macri de liderar la lista para legisladores porteños durante
ese mismo 2011. Junto con la reelección de Mauricio en la Jefatura de Gobierno
de la ciudad, el religioso fue escogido como primer sacerdote que integraría el
cuerpo legislativo de la jurisdicción. Allí formó parte de la Comisión de
Ecología, desde donde propició proyectos de “movilidad sustentable” y
tratamiento oneroso de escombros y residuos.
Dos años más tarde, su
pertenencia ya inseparable al partido amarillo y la continuidad de las propuestas
mediáticas a favor de un Estado de Seguridad reforzaron la idea del macrismo de
incorporarlo definitivamente a sus filas –en carácter de adalid de la
represión- y fue, entonces, listado en primer lugar para diputado nacional por
el PRO. El rabino asumió su nuevo cargo en diciembre de 2013. Desde entonces,
como parte del plan de futuro gobierno de Mauricio Macri, se encargó de hacer
elaborar y presentar diversos proyectos relacionados con la naturaleza, tales como el aumento de “multas ambientales”, la
promoción del uso de la bicicleta, la protección de diversas áreas marinas, un
proyecto de “tenencia responsable de animales” (que incluía la creación de un
registro y la posibilidad del secuestro municipal de mascotas sin dueño) y, muy
especialmente –como conducta orgánica- el rechazo al Memorándum de
Entendimiento con Irán fomentado por Cristina Fernández para el esclarecimiento
de los atentados contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y la sede de la
AMIA.
Durante este trayecto, Bergman
procuró no “entregar” el cúmulo de seguidores a favor de la construcción
política de Cambiemos, cuidando su impronta de personalidad “invitada” con predicamento
propio, aunque coincidente con los lineamientos macristas.
Esta característica le procuró
las facilidades de concreción de una misión
pour la galerie consistente en
beneficiar (incluso, desde la ocultación) las aspiraciones y la codicia de los
sectores de producción primaria, que veían en la preservación de espacios
naturales un obstáculo para el desarrollo de su plan económico y su tradición
de asentamiento.
En efecto: con el advenimiento de
Macri a la presidencia de la Nación, el rabino fue ungido Ministro de Ambiente
y Desarrollo Sustentable, con el encargo exhibido de, precisamente, cumplir uno
de los objetivos mercadotécnicos voceados durante la campaña de sugestión
colectiva: “cuidar” la naturaleza y “el medio ambiente”.
Sin embargo, durante sus cuatro
años de ejercicio, Bergman ostentó una inhabilidad ostensible para desempeñar
su cargo. Prueba de ello es su impericia notoria en la evitación o sofocamiento
de los enormes incendios que se produjeron, desde el inicio mismo de su
ministerio, en diversos puntos del país. Las Sierras Cordobesas, extensos
sectores de Catamarca, el Parque Nacional Los Alerces, las proximidades del
Lago Puelo y otros focos fueron devastados por el fuego y, a la vez, ganados
para el campo.
Pero fue en La Pampa, un ámbito de
tradición peronista, donde más se pudo apreciar la dejadez de Bergman evidenciada
al afrontar su responsabilidad liminar de preservación. Entre 2017 y enero de
2018, la provincia perdió por incendios naturales más de 1.100.000 hectáreas, cifra
que representa, aproximadamente, el 10 % de su territorio. El fuego alcanzó a
cruzar las fronteras con Río Negro y Buenos Aires y afectó, allí, otras 300.000
hectáreas. Bergman sólo viajó a la provincia al regresar de sus vacaciones, un
mes después de iniciado el siniestro, con el único fin de “dar aliento a los brigadistas”.
Consultado por el periodismo, el
rabino ofreció un perfil de resignación, difundiendo la idea de “aceptar el cambio climático”, en fuerte
alineamiento con la política anti-ambientalista norteamericana. Esgrimiendo las armas emocionales que le habilitaba el uso
neurocientífico del discurso propiciado por Cambiemos, afirmó que los incendios
se habían producido en cumplimiento de “una
especie de profecía apocalíptica”, como hilo de coherencia de un discurso
que, meses antes, había convocado a que “para
el verano, lo más útil que podemos hacer es rezar”.
El “apoyo” a las autoridades y
equipos de trabajo en el sofocamiento de la tragedia natural más destructiva de
la historia de La Pampa fue tan sólo verbal. Siguiendo las directivas del
propio Mauricio Macri –quien frente a las inundaciones acaecidas durante su
jefatura de gobierno aseguró que no habría solución inmediata para el problema-
el sacerdote manifestó que “estamos en un
camino donde no veo en el corto plazo que tengamos la envergadura de lo que
necesitamos en el próximo verano”. A su regreso a Buenos Aires, prometió “un plan de infraestructura muy importante
que va a ser inédito en el país”, y que jamás se llevó a cabo. Finalmente, tampoco
gestionó el envío de ayuda a la provincia para paliar el desastre ni
recuperarse de sus consecuencias. Con posterioridad, y hasta enero de 2019, el
territorio sufrió la quema de otras 55.000 hectáreas.
Bergman también desactivó su
ministerio durante las inundaciones que afectaron diversas partes del país los cuatro años de gobierno macrista. Los fenómenos más notables ocurrieron en la
Ciudad de Buenos Aires; en Concordia, Entre Ríos (adonde se dirigió la
vicepresidenta Michetti durante diciembre de 2015, por haberse tomado Macri sus
primeras vacaciones), en el Chaco, en la provincia de Buenos Aires, en las
márgenes de los ríos Iguazú y Paraná y, en general, en todas las zonas de cultivo intensivo e indiscriminado de soja, que genera alteraciones en las condiciones de permeabilidad de los suelos.
El tratamiento televisivo
de esas catástrofes desplazó al religioso e interpeló en escenarios pautados al presidente, quien revistió de componentes
emocionales la descripción de lo que en verdad emergía como un cúmulo de
complicidades con el establishment patricio agropecuario en conexión con el
mil-millonario negocio de la producción agroquímica. Así, el primer mandatario
explicó que “en este caso [se refería
a la provincia de Entre Ríos, a inicios de 2016] hay lugares donde falta el agua y lugares donde sobra el agua”. Al
desarrollarse una de las “Marchas del Millón” de su campaña de reelección en
2019, Macri elogió a quienes allí se congregaban a la voz de “encima llueve, esta lluvia es bendición, que
nos moje bien. Es Dios que nos está acompañando", al mismo tiempo que
esa misma precipitación anegaba enormes sectores del sur y del norte de la
Capital Federal. Hacia el final de su mandato, en el Chaco, el presidente hubo
de reconocer: “Tendremos que
acostumbrarnos a que esto [inundarse] va
a pasar en distintas zonas, en distintos lugares del país". Los medios
de comunicación, mientras tanto, nada preguntaban a Bergman.
La propia Auditoría General de la
Nación ha reconocido que, durante su gestión, en Argentina se
ha puesto en riesgo la eco-diversidad, por la reducción del hábitat de las
especies naturales. Los factores responsables de este fenómeno
son, según la entidad, “la expansión
de la frontera agropecuaria, la deforestación, las malas prácticas de manejo
ganadero, la introducción de especies exóticas invasoras, el tráfico ilegal y
el cambio climático”. Como se viene diciendo, la propuesta ministerial de Bergman
ha consistido, respecto de todos estos ocasionantes, en la relajación de índole
celestial.
Sea por su ineptitud (entre otras
omisiones dolosas, tampoco promovió una política de eliminación de agrotóxicos
o de reemplazo o prohibición de cultivos transgénicos), sea al fin de cumplir
una directiva de concentración de fuerza para fines represivos, el poder real
tomó la decisión de quitar al rabino el control del Plan Nacional de Manejo del
Fuego, que pasó a la cartera de Seguridad liderada por Patricia Bullrich. A
ello se sumó la reducción jerárquica de su espacio de actuación, que por sugerencia
del Fondo Monetario Internacional se degradó a una Secretaría dependiente de la
Jefatura de Gabinete de Ministros.
A pesar de la gravedad de estas
notas que palmariamente muestran la ausencia de límites del neoliberalismo para
hacer cumplir su plan, la gestión del rabino Bergman ha quedado marcada por dos
hechos de impacto sensible que lo ubican en un plano de intensa entidad
prescindible, como así también de responsabilidad actoral en la construcción de
imágenes aptas para la penetración psicológica.
La primera está relacionada con
el sentir de los sectores aspiracionales egoístas durante el período de
afirmación electoral del macrismo: en septiembre de 2017, el ministro fue
filmado “pasando” dos televisores de gran tamaño por la Aduana, proveniente de
Santiago de Chile, por entonces paraíso de compras de la cada vez menos
pudiente clase media argentina. Luego de la andanada de críticas vertida por
canales no hegemónicos, uno de sus allegados informó que los aparatos se
donarían a una institución judía, “para proyectos educativos y
teleconferencias en la formación de líderes”. La declaración produjo la
calma y la aceptación de la base adicta de votantes, que rápidamente olvidó el
asunto y dio su apoyo electoral a Cambiemos un mes más tarde.
El segundo episodio de
afianzamiento emocional dio la vuelta al mundo. Se trata de una intención de
simbolizar la mimetización del Hombre, en sentido responsable, con el medio
ambiente. Para la consecución de ese fin, el rabino se presentó durante una de
las funciones del Séptimo Festival Internacional de Cine Ambiental, celebrado
en Buenos Aires, ataviado con un cobertor plagado de hojas de enredadera.
Incluso ingresó al follaje de una enredadera real ubicada en el predio, bajo un
cartel del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que rezaba: “Lo mejor que le puede pasar al ambiente, es
que pasemos inadvertidos”. La frase se constituyó, con el tiempo, en un
símbolo de su gestión y en una metáfora de la incidencia de la “cortina
mediática” en la invisibilización de los desvaríos, corrupciones,
enriquecimientos, quebrantamientos republicanos y perpetraciones delictivas del
gobierno de Mauricio Macri.
No obstante estas nulidades y
desempeños titiritescos a favor de la consagración de las ilegalidades del entorno Cambiemos, en algunas indicaciones
biográficas se señala a Sergio Bergman como “heredero” de la doctrina de
Marshall Meyer, fundador del Movimiento
Judío por los Derechos Humanos y miembro de la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas. Así lo informó el diario La Nación a mediados de 2007, época en que Bergman se instalaba en
el imaginario justiciero de los ámbitos urbanos más o menos escolarizados del
país. La mención motivó el envío de un Correo de Lectores a la sazón proveniente
de la viuda de Meyer, quien desde su residencia en Estados Unidos se quejó del
elogio intencional expuesto en el periódico de los Mitre. Dijo en aquella
oportunidad:
“Su diario ha presentado al rabino Sergio Bergman como discípulo de mi
difunto esposo, el rabino Marshall Meyer: nada más alejado de la verdad. Le
puedo asegurar que los actos y posiciones políticas del rabino Bergman están en
las antípodas del pensamiento de Marshall Meyer. A mi esposo le daría vergüenza
saber que un rabino como Bergman propuso cambiar la palabra ‘libertad’ por ‘seguridad’
en el himno argentino. Tampoco hubiese aceptado compartir un estrado con Juan
Carlos Blumberg mientras anuncia su intención de coartar las libertades
individuales.
Quienes conocimos a Marshall sabemos que, como parte de su fe
religiosa, estuvo en la Plaza de Mayo junto con las Madres durante la dictadura
y visitó cárceles donde recluyeron a Jacobo Timerman y a tantos prisioneros
políticos.
Le ruego que deje de utilizar la figura de mi esposo sin conocer ni su
obra ni sus verdaderos discípulos.
Naomi Meyer. 209 West 86 St./ New York, EE. UU.”
Hasta su definitiva incursión en
el ámbito político, Sergio Bergman había recibido varios premios de
importancia. Entre ellos, el Laurel de Plata entregado por el Rotary Club de
Buenos Aires y el Konex de Platino al Dirigente Comunitario, compartido con el
monseñor Jorge Casaretto, alguna vez sindicado como “presente” en sesiones de
tortura durante la última dictadura cívico-militar.
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